★★★★ Es una novela de amor, no color rosa sino color tierra”, expresó la gran poetisa, escritora, cantautora, dramaturga y compositora argentina María Elena Walsh, al referirse a “Enero”, la primera de las ficciones escritas por su compatriota, la destacada periodista Sara Gallardo (1931-1988). En su época, Gallardo fue poco considerada en su faceta de escritora, pero este último tiempo vive un redescubrimiento editorial que implica el reconocimiento a una obra comprometida. Tal vez por haber explorado las pequeñas hipocresías de las clases pudientes o la pérdida de la inocencia, los prejuicios influyeron a la hora de examinar su prosa. El tiempo ha hecho justicia y ha demostrado la calidad de una pluma fuera de lo común.
“Enero”, publicada en 1958, es una novela breve y muy significativa, adelantada a su tiempo, en la que cuenta la historia de Nefer, una adolescente que vive y trabaja en el campo, junto a sus padres, en el puesto de una estancia. Su rutina cotidiana transcurre ordeñando vacas y llevando adelante las tareas de la casa en un microcosmos absolutamente patriarcal.
Desde el comienzo, impresiona la tremenda soledad que rodea a la muchacha, imposibilitada de expresar a su familia que luego de una violación producida durante el casamiento de su hermana, queda embarazada y surge el temor por la condena social.
La riesgosa versión escénica llevada a cabo por la talentosa directora Analía Fedra García, en clave de unipersonal, da voz a la joven en la figura de la actriz Vanesa González. Inmersa en un espacio minimalista, apenas ambientado con un molino y un caballo confeccionados a escala reducida, sobre un tapete que semeja el pasto seco de la llanura, exorciza su desventura ante un público atento. Todo transcurre en apenas cincuenta minutos en los que grillos, aves y demás sonidos del campo, acentúan el aislamiento de la protagonista y dan un marco de referencia a ese inconmensurable desierto que la rodea. Así, Nefer, incapaz de darle voz a la angustia que padece, encuentra refugio en su vínculo con la naturaleza.
El diseño de arte de Laura Rovito, los claroscuros sugerentes creados por el iluminador Marco Pastorino y la música original de Miguel Angel Pesce, contribuyen a crear el clima casi onírico en que transcurre la acción. González le imprime dosis parejas de honda verdad y rotundo compromiso emocional.
Comentarios