★★★ Si la idea del festejo fue tirar la casa por la ventana, el objetivo se cumplió: numeroso elenco, múltiples cambios escenográficos, complejos trastos rodantes y un vestuario lujoso, revelan que la producción no escatimó recursos. Lo curioso es que el Cervantes no haya celebrado su primer centenario con un clásico de la dramaturgia argentina, sino con el riesgoso encargo de una nueva obra para la ocasión.
La comedia del título apela a los enredos centrada en la eterna quimera de un grupo de actores que lucha por construir su propio espacio. El argumento nos traslada a la época virreinal, período en que la gran aldea de Buenos Aires aún estaba en pañales. Más precisamente, comienza en 1783, cuando el virrey del Río de la Plata, Juan José Vértiz (Iván Moschner), reza en la intimidad de su alcoba para que Dios perdone sus pecados y se le aparece un ángel (Javier Lorenzo), que le ordena erigir un coliseo. En realidad, el milagro no es más que una farsa armada por pícaros intérpretes trashumantes que pretenden engañar al funcionario. Pero el deseo los llevará a enfrentarse con un grupo de cabildantes y hasta con el voraz obispo (Roberto Castro), quien imagina un destino más comercial para los terrenos. Los trebejos de la historia hincan el diente en la vida privada de los personajes en cuestión, acentuando los equívocos sexuales y exponiendo la hipocresía de las fuerzas vivas y los burócratas de turno, sin dejar de señalar los trucos, egos y competencias del oficio teatral.
Gonzalo Demaría, vuelve a demostrar su ingenio al escribir el texto en verso para rescatar la musicalidad de las palabras. La técnica se transformó en su marca de orillo con “Tarascones”, primero en esta misma sala y luego en el Picadero, “El romance del Baco y la vaca”, en el circuito independiente y “El Siglo de Oro trans”, en el San Martín.
La propuesta cuenta con la ágil y creativa dirección de Ciro Zorzoli, y un elenco de homogénea calidad, donde sobresalen el impecable desempeño de Moschner, el histrionismo de Horacio Acosta (perito), la gracia de Gaby Ferrero (virreina) y la ductilidad de Mariano Mazzei (sargento).
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