** Ni al anunciarse con bombos y platillos el estreno porteño de esta obra que reúne dos figuras singulares del espectáculo argentino, como son Nacha Guevara y Moría Casán; ni al desvincularse, de forma igual de sonora, su directora inicial, Corina Fiorillo, luego reemplazada por una de las protagonistas; podíamos imaginar que el vehículo expresivo elegido resultaría una gran decepción y la expectativa quedaría insatisfecha. Porque se trata de un texto absolutamente endeble y epidérmico que no sólo estira una única situación hasta el cansancio sino que ni siquiera permite gran lucimiento interpretativo y, mucho menos, desplegar una dirección que vaya más allá de generar acciones o coreografiar movimientos. Para colmo, en una escenografía que firma Gonzalo Córdoba Estévez, decididamente carente de funcionalidad.
Pero vamos por partes: la dupla de los directores y guionistas españoles Dunia Ayaso (1961-2014) y Félix Sabroso, pareja en la vida real, saltó a la fama por los trabajos que desarrollaron desde 1994 tanto en películas, como para series y programas de televisión. Tras un tiempo alejados del cine, emprenden la comedia teatral “La gran depresión”, en 2011, trazada a la medida de dos amigas (entre ellas y de ellos): Loles León y Bibiana Fernández (o Bibi Ándersen), populares intérpretes ibéricas asociadas al universo fílmico de Pedro Almodóvar. El hilván argumental se apoya exclusivamente en ese vínculo amistoso de mujeres que llevan ocho años sin verse y cuyo encuentro desata un intercambio de celos, desconfianzas e incluso prejuicios, típicos en cualquier afecto.
En la versión local, con muchos más recursos expresivos, en su doble rol arriba y detrás del escenario, Nacha resulta convincente; mientras Casan adopta un bienvenido tono mesurado. Y si bien hay química entre ellas y hasta bromean con sus edades, la débil trama es un corsé del que no pueden zafar para recorrer o crear nuevas aristas.
Al igual que sus pares hispánicos, hubiera sido más sensato convocar algún dramaturgo argentino con probado talento en la recreación de arquetipos autóctonos como son Alicia Muñoz (“Justo en lo mejor de mi vida”), Patricia Suarez (trilogía “Las polacas”) o Gonzalo Demaría (“Tarascones”).
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