****El admirable escritor irlandés Samuel Beckett (1906-1989), premio Nobel de Literatura 1969, impresionaba tanto por su magistral creación dramática y narrativa, como por las fotografías de su rostro, surcado de arrugas, con nariz como pico de pájaro y ojos claros fijos en la cámara. No obstante, era un hombre generoso y jovial, que concebía el mundo como un lugar inhóspito, asediado por la ausencia de Dios. Sus piezas teatrales, de lenguaje conciso y humor mordaz, nacían de un profundo sentido de la caridad.
En “La última cinta de Krapp” (Krapp's Last Tape), estrenada en 1958, el protagonista del monólogo minimalista, está tan estropeado que puede tener cualquier edad, entre los ochenta y la muerte. La grabadora, un verdadero mamotreto, domina su escritorio, rodeado de estanterías colmadas de objetos heterogéneos. De sus bolsillos saca una banana, la come y luego busca el carrete número cinco que estaría en la caja número tres. Lo encuentra y comienza a escucharlo; lo grabó cuando tenía treinta y nueve años.
¿Por qué precisamente esa, ese tiempo, esas circunstancias? Beckett no lo revela: el contrapunto entre el Krapp que fue y la ruina que vemos y oímos, prueba la dolorosa realidad de la decadencia física y el término inexorable, que a todos nos aguarda. Pero en ese sumergirse en la insondable memoria parece haber, para él, una forma de felicidad: evocar a las mujeres que lo amaron.
Solamente Shakespeare y Chejov, cada uno a su modo, expusieron semejante requisitoria contra la rutina de sobrevivirse. Beckett, a la par, con el lenguaje de nuestro tiempo, construye también un formidable edificio verbal que necesita un gran actor para sostenerlo.
A fines de 2006, el inmenso dramaturgo y actor inglés Harold Pinter (1930-2008), abordó el personaje de Krapp en el Jerwood Theatre Upstairs del Royal Court, durante sólo diez funciones, en una silla de ruedas eléctrica, mientras luchaba contra un cáncer de esófago. Pinter ofreció entonces una actuación esbelta y convincente para alguien cuyas propias obras se basan, en gran medida, en el lenguaje roto, las pausas y el silencio.
El registro fílmico, imperdible, se puede ver de forma gratuita y con subtítulos en castellano, en la aplicación YouTube.
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