El espectador ha cambiado su manera de consumir televisión, pero no ha dejado de verla. Principalmente como un medio de entretenimiento o de ocio y, de forma secundaria, para informarse. Porque desde sus inicios la pantalla chica define parte de su identidad en los programas con premios. Quizás porque ningún otro formato refleja mejor el intenso vínculo con su público, y de ahí el lógico interés de auspiciantes y sponsors por sostener esta clase de envíos.
De hecho, la historia de la teve argentina, a través de sus siete décadas de existencia, está poblada de hombres, mujeres, chicos, hasta familias enteras, que respondieron, responden y responderán a las convocatorias para jugar por diferentes tipos de recompensas. A modo de ejemplo, basta recordar exitosos ciclos que están al aire como “Bienvenidos a bordo”, “100 argentinos dicen”, “Los 8 escalones del millón” o “Pasapalabra”, por mencionar solo algunos.
En este contexto, y después de participar en “Bailando por un sueño”, en el “Cantando por un sueño”, en “Masterchef Celebrity”, y resultar ganador del reality “El Hotel de los Famosos”, el mediático Alex Caniggia debutó como conductor.
El hijo de Claudio Paul y Mariana Nannis se sumó a la primera tarde de eltrece con una propuesta lúdica. En cada una de las emisiones diarias de “Los desconocidos de siempre”, el participante se enfrenta a un panel de diez personas que no conoce, con diferentes aptitudes, oficios o trabajos comprobables.
El objetivo del jugador es adivinar, a través de su intuición y de algunas pistas, cuáles de las ocupaciones enumeradas corresponden a cada uno de los ignotos. Ellos tienen en sus manos un documento equivalente a un monto de dinero, que le entrega al concursante, si este logra adivinar su ocupación. Esa cifra puede sumar hasta un millón de pesos en total.
El juego también apela a una segunda instancia, la del “pariente misterioso”. El concursante intenta adivinar de cuál de los extraños es familiar esta persona, pero antes debe someterse a una difícil decisión: aventurar una respuesta y perder el capital acumulado en caso de fallar, duplicarlo en caso de acertar, o pedir ayudas que cuestan parte del premio hasta arriesgar.
Sin nervios, cómodo, pícaro y desfachatado, Caniggia sorprende por lo desenvuelto en esta nueva faceta. Lo ayuda mucho la sintonía con el periodista deportivo y locutor Walter Queijeiro, con quien desarrollan una buena dinámica.
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