Saturday 15 de March, 2025

VIDA GOURMET | 11-02-2025 03:33

Del "flat white" al "long black": el café como espejo de la sociedad

El café ha pasado de ser un brebaje exótico a un símbolo de identidad. Su evolución refleja cambios en la sociedad, desde la sofisticación hasta la cultura del consumo.

El café ha sido, a lo largo de la historia, mucho más que una simple bebida. Ha sido un símbolo de estatus, un detonante de revoluciones y, en los últimos tiempos, un indicador de identidad personal. Desde su primera mención como brebaje en el siglo X hasta su consolidación en los cafés europeos del siglo XVII, ha pasado de ser un producto exótico a un artículo de consumo masivo. Pero lo interesante no es solo la expansión de su popularidad, sino cómo su evolución refleja los cambios sociales y culturales de cada época.

En el siglo XVII, cuando un hombre llamado Jacob abrió la primera cafetería en Gran Bretaña, el café ya tenía una connotación de sofisticación. En Francia, se servía en las fiestas de la élite, como aquellas organizadas por el embajador turco, donde la bebida era presentada en diminutas tazas de porcelana de cáscara de huevo. Sin embargo, en ese entonces, el café era una bebida simple: amargo, sin aditivos ni decoraciones. No había jarabes de caramelo ni opciones personalizadas. Se trataba de un elixir uniforme en sabor y apariencia, y la única regla tácita era no hacer una mueca de disgusto al probarlo.

Café Torrado

Pero la historia del café es cíclica. En 2025, ya no es solo una bebida omnipresente gracias a las cadenas globales, sino una cuestión de branding personal. Elegir entre un cappuccino, un latte o un flat white no es solo una decisión de sabor, sino una declaración de identidad. Hace dos décadas, la llegada del flat white desde Australia o Nueva Zelanda marcó el comienzo de una nueva era: menos espuma, más espresso y, sobre todo, más actitud. Los consumidores empezaron a mirar con desdén los cappuccinos y lattes, obligando incluso a gigantes como Starbucks y Costa a incluir el flat white en sus menús.

Hoy, el café sigue reinventándose. La nueva moda es el "long black", una variación del americano con más intensidad y menos volumen. En 2023, ya era la quinta opción más popular en Londres y se ha expandido a otras ciudades del Reino Unido. Su auge es una prueba más de la constante búsqueda del consumidor por lo auténtico y lo exclusivo. Pero, paradójicamente, el regreso de métodos tradicionales como el filtrado por goteo demuestra que la modernidad no siempre implica innovación, sino a veces un retorno a lo esencial.

Café

Sin embargo, el café de hoy ya no es el producto transgresor de antaño. Su historia está plagada de momentos en los que fue visto como un agente de cambio: desde la subversión religiosa en el mundo islámico medieval hasta su papel en los cafés de la Ilustración, donde intelectuales debatían ideas revolucionarias. Ahora, su rebeldía es mucho más contenida. Los boicots a cadenas, el rechazo a los vasos desechables y el pago de un sobreprecio por el comercio justo son expresiones de conciencia social, pero en términos generales, el café se ha convertido en un elemento tan convencional como el té inglés.

Más allá de las tendencias, el café también es un reflejo de las dinámicas económicas y ambientales que rigen el mundo contemporáneo. La producción masiva de granos y su comercialización están sujetas a problemas como la explotación laboral y el impacto ecológico del cultivo extensivo. Frente a esto, han surgido movimientos que buscan un consumo más ético, con un énfasis en la trazabilidad del producto y el apoyo a pequeños productores. No obstante, la paradoja persiste: mientras en algunas partes del mundo se paga una fortuna por un café de origen único, en los países productores muchos trabajadores siguen viviendo en condiciones precarias.

Cafe

Por otro lado, el ritual del café también ha cambiado con la digitalización. Las cafeterías ya no son solo espacios de conversación y encuentro, sino también oficinas improvisadas donde freelancers y trabajadores remotos se refugian con sus laptops y auriculares. La relación entre el café y la productividad se ha estrechado, hasta el punto de que muchos lo ven como un requisito indispensable para enfrentar la jornada laboral. En este contexto, la promesa de una experiencia más artesanal, alejada de la velocidad y el consumo inmediato, parece cada vez más una aspiración que una realidad.

Lo que queda claro es que el consumo de café seguirá reflejando los cambios de la sociedad. A medida que las preferencias evolucionan, también lo hacen las narrativas que construimos en torno a lo que bebemos. Y aunque la búsqueda de la taza perfecta nunca termine, es posible que, en el fondo, no se trate del café en sí, sino de lo que queremos proyectar con él. Quizás el verdadero placer del café no radica solo en su sabor o en su preparación, sino en la identidad que nos otorga y en la historia que elegimos contar con cada sorbo.

 

por R.N.

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