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POLíTICA | 10-03-2017 00:00

Las pruebas de cómo espiaron a Nisman

Fragmentos del libro de Nicolás Wiñazki que revela el seguimiento del gobierno K al fiscal que denunció a Cristina. La carpeta del Ministerio de Seguridad y el rol de Berni y Cecilia Rodríguez.

En la semana que culminaba con la muerte del fiscal Natalio Alberto Nisman, el funcionario que ahora se encontraba en el departamento donde estaba el cadáver había sido uno de los críticos más tenaces y locuaces de la denuncia que el muerto había presentado contra su jefa, la ex presidente.

Sergio Alejandro Berni, médico cirujano, teniente coronel del Ejército, ex espía infiltrado entre los mineros de Río Turbio durante la huelga de 1994, según denunció la oposición, desde octubre de 2012 se desempeñaba como secretario de Seguridad de la Nación.

En cualquier organigrama administrativo, todo secretario reporta siempre a un ministro. Su superior legal era la ministra del área, la taciturna María Cecilia Rodríguez, una joven politóloga nombrada en diciembre de 2013. En los hechos, era al revés. Cinco años mayor que su jefa, Berni, de facto ya que no de jure, era el auténtico jefe del Ministerio de Seguridad.

Sergio Berni había “caminado” durante meses al fiscal que yacía muerto. “Caminar”, en la jerga del espionaje argentino, es igual a “monitorear” en secreto a una persona, alternando métodos diversos.

Agentes de la fuerza que manejaba Berni “caminaron” a Nisman cuando estaba vivo.

Continuó después con esas tareas, husmeando, auxiliado por sus subalternos, en el análisis de hechos de la vida de un fiscal que ya estaba muerto.

Y aplicó el mismo sistema a la familia del fallecido por causas que aún se desconocen. Berni y su superiora formal, Rodríguez, buscaron información privada de la madre de Nisman, Sara Garfunkel. Y obtuvieron, a causa de su posición, información que manejaban policías federales sobre secretos familiares de la ex esposa de Nisman. Sandra Arroyo Salgado es una jueza federal, que ha buscado participar en la investigación judicial de la muerte de su ex marido, guiada por el propósito de dilucidar cómo terminó su vida el padre de sus hijas.

El libro blanco

Entre los vestigios que documentaban desde el interior de la administración pública cómo había sido el arbitrario estilo de gobernar de la gestión anterior, en el nuevo Ministerio de Seguridad de la gestión Cambiemos, al mando de Patricia Bullrich, empleados de carrera encontraron una carpeta con anillos, blanca, voluminosa, que Berni había mandado “eliminar”, según fuentes del propio organismo público.

La orden del teniente coronel no fue obedecida. La carpeta blanca no fue eliminada.

Berni me aceptó que esa carpeta existía, pero me dijo que era parte de la documentación que guardaba su “jefa”, Rodríguez. Eso pasó cuando una parte del material del “expediente Nisman” se difundió por Telenoche. Lo que salió al aire fue sólo la parte de la carpeta que mostraba cómo la custodia de la ex mujer del fiscal le informaba los movimientos de la vigilada al Ministerio de Seguridad.

Dentro había materiales que hoy resultan escalofriantes. Llevaba en su tapa, la carpeta, un papel stick de color violeta que decía esto: “Alberto Nisman”.

Tuve en mis manos la carpeta lo suficiente como para reproducirla entera, después de chequear con el propio Berni y con fuentes del Ministerio de Seguridad la historia de ese rejunte impactante de informes.

El contenido permite conocer de qué modos el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner “caminó” a la causa AMIA. Era información judicial que por primera vez volvía concreta una pista firme sobre quiénes o cómo formaron parte de una “conexión local” que ayudó a terroristas de Irán –según la tesis de la Justicia– a hacer volar la AMIA.

Alberto Nisman había logrado establecer que un espía confeso de la Policía Federal, José Alberto “Yossi” Pérez, se había infiltrado en la comunidad judía, en una de sus asociaciones más importantes. Había obtenido respuestas oficiales a las preguntas y repreguntas que había formulado como fiscal investigador: eran las palabras y los documentos de la propia administración nacional, del área de Seguridad.

Cuando anteriormente había sido indagado en sede judicial, este agente, cuya existencia, funciones y actividades probó Nisman, había declarado fehacientemente que él estimaba que la información que había elevado a sus superiores era la más relevante, eficaz y funcional para el apoyo local prestado a quienes volaron la sede de la AMIA en 1994. El agente trabajaba en un esquema desconocido de espionaje de la Policía Federal.

Nisman no lo había hecho público. El gobierno K lo sabía.

Y no sólo eso. La carpeta secreta sobre Nisman contiene también información crucial sobre la causa judicial de la muerte del fiscal. Hay además constancia de que los agentes policiales que custodiaban a Arroyo Salgado elevaban, en secreto, informes de todo lo que se enteraban sobre ella a sus jefes policiales. Sus miedos, lo que contaba de sus conversaciones con Nisman, hechos extraños en su casa, que podrían ser considerados intimidaciones.

La carpeta también incluye un completo listado de todas las salidas y entradas al país del fiscal muerto del caso AMIA. Y también de los viajes que realizaron al exterior personas allegadas como la madre de Nisman. Inteligencia pura.

Berni, o Rodríguez, que reportaban de modo directo a Cristina Kirchner, tenían dentro de esta carpeta un supuesto análisis de los cruces de llamados de los principales protagonistas de la investigación de la AMIA, del entorno de Nisman y, sobre todo, de las jefaturas y direcciones de distintos servicios de inteligencia.

Mencionaban a espías de la entonces SIDE como Antonio Stiuso. Al ex director de Reunión Interior, Alberto Mazzino. Al director de Análisis, el kirchnerista Fernando Pocino. Y a teléfonos que ese día se intercomunicaron entre sí y que pertenecían a Inteligencia del Ejército, bajo control de César Milani.

Ese material consiste sólo en gráficos documentales. No existen audios al respecto ni tampoco se especifica si fueron entrecruzamientos de comunicaciones hechas de modo legal, o por qué organismo del Estado.

Además, en esa carpeta, que el escrúpulo y el coraje de un funcionario preservó, hay un plexo de informaciones muy valioso, que el Estado K no sólo no quiso conservar, sino que expresamente buscó eliminar.

El gobierno de Cristina Fernández espió a Nisman y, más aún, sabía que él tenía pruebas orales y documentales que indicaban que la gestión K sabía que un agente de la Policía Federal había actuado haciendo es pionaje en la sede de la AMIA, y que temía haber ayudado, de forma indirecta pero eficaz, a los terroristas que volaron ese edificio.

La Casa Rosada de los Kirchner estaba al tanto de esa información y la ocultó. Esas pruebas investigaba el fiscal de la AMIA cuando apareció muerto.

Cristina Fernández declaró, defendiendo el “Memorándum de entendimiento con Irán”, que el expediente AMIA no avanzaba desde muchos años atrás. Es falso.

El propio director general de Operaciones de la Secretaría de Inteligencia del Estado, Antonio Stiuso, estaba elaborando un informe de inteligencia sobre las causas por las que, según sus pesquisas, Irán había atacado en la Argentina en dos ocasiones. Primero en la embajada de Israel. Y después en la AMIA.

El espía Stiuso –según él, es una profesión de por vida– declaró dos veces en la causa.

Cuando la Casa Rosada, a través del secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zannini, instrumentó el pacto con Irán, ese mismo funcionario le mandó a decir a Stiuso que ya no podría darle más información a Nisman.

Caminando a una viuda

La carpeta secreta K sobre Nisman tiene varias carátulas. Hay una que es una simple impresión de una hoja de computadora, en blanco y negro.

Su título es impactante: “Custodias Dra. ARROYO SALGADO”. Su contenido, también.

Lleva impreso arriba de esa frase un logo de la “Superintendencia de Interior y Delitos Federales Complejos de la Policía Federal Argentina, Dirección General de DELEGACIONES” (sic).

Las páginas que le siguen a esa hoja detallan, con saltos de tiempo, diferentes episodios que le ocurrieron a la ex esposa de Nisman, la jueza Sandra Arroyo Salgado, desde que el padre de sus dos hijas apareció muerto y ella denunció que todo se trató de un asesinato.

La custodia de una persona en peligro, según las normas, no debe ni puede informar a sus superiores sobre los detalles y acontecimientos extraños y la vida privada de sus custodiados. Pero los policías asignados a Arroyo Salgado lo hicieron. Y así quedó asentado en la carpeta secreta de Nisman que el Ministerio de Seguridad K intentó destruir.

Entre otras cosas, se menciona que la madre de Nisman, Sara Garfunkel, viajó a Europa en el mismo vuelo que las hijas del ex espía Antonio Situso, sin ninguna prueba sobre esta cuestión, que de por sí no es un delito ni un hecho para sospechar nada que tenga que ver con la muerte de su hijo.

Entre otros materiales sobre los movimientos de Arroyo Salgado, que son abundantes, destaca una hoja impresa de Word. Sirve de resumen para entender lo que los custodios de la viuda del fiscal del caso AMIA elevaron al Ministerio de Seguridad K sobre lo que pensaba y hacía la principal impulsora pública de que la investigación se centre en el delito de homicidio, y no en el de suicidio, como pretendió instalar desde el inicio el gobierno de Cristina Fernández.

Jamás se especifica en la carpeta secreta cuál de los custodios de la jueza Arroyo Salgado le transmitió esta información a la ministra Rodríguez y al secretario Berni. La información, una sola página, dice así, textual:

“Sobre N y su muerte:

• Declaró cómo N y Lagomarsino se conocían. A través de Carlos “Moro” Rodríguez.

• No sabía en profundidad el curso de las investigaciones de N.

• Le mintió sobre los motivos de su regreso.

• Como sabía que no iba a volver al viaje con su hija, le dijo que ella se ocupaba de su hija en Europa (por eso fue a buscarlas).

• Discusiones con N por considerarla ultra K.

• Dijo no conocer las relaciones de N con los servicios de Inteligencia más que al que puede tener cualquier autoridad del poder judicial a los fines de coordinar investigaciones”.

Así termina esa página. Hay otras, donde se detallan episodios que fueron considerados por Arroyo Salgado como amedrentamientos, en algunos de ellos, incluso, participó su propia custodia, por ejemplo.

Y hay una hoja suelta más en ese expediente secreto Nisman que Rodríguez y Berni ocultaron a las autoridades judiciales y a la Justicia. Esa página de Word, sin firma, da supuesta información sobre el avance de la causa de la muerte del fiscal. Y sobre viajes de su madre y su tía.

El libro de horas

La carpeta secreta de Nisman que los K quisieron destruir tenía incorporada, entre muchos otros materiales, la agenda con anotaciones de la secretaria del fiscal desde el día que presentó su denuncia contra Cristina Fernández.

Allí se leen qué periodistas lo llamaron. Con quiénes se reunió. Qué legisladores tomaron contacto con él.

Por ejemplo, esos papeles relatan que el miércoles 14 de enero de 2015, el día de la presentación, Nisman se encontró cara a cara con cinco personas; los encuentros están enumerados y clasificados por la secretaria en el ítem “Reuniones con él a solas”.

Además de periodistas, una amiga y legisladoras como Patricia Bullrich y Laura Alonso, indica que se vio con “Diego Lagomarsino”.

Hay un párrafo de esa “agenda” donde se menciona mi nombre. Es el día en que lo llamé a su oficina. Está remarcado con birome.

Hay otro párrafo que inquietó al gobierno K: se especifica ahí que el fiscal llamó varias veces a la embajada de Estados Unidos el miércoles 14 de enero de 2015 y el viernes siguiente. Apareció muerto en la madrugada del lunes.

Cita a una empleada de la embajada “de USA” que solicitó “las copias” (se infiere que del texto de la denuncia del fiscal contra la ex presidente). En ese apartado se refiere después que la empleada “vino a la tarde a buscar los papeles y los cds; que le agradece muchísimo a Nisman”.

Las palabras “papeles” y “cds” están subrayadas.

Los llamados analizados por la Justicia, que se incorporaron a la carpeta secreta de Nisman, muestran que hubo espías de jerarquía, cercanos a la ex presidente, que quizá supieron que algo le había pasado al denunciante de la “doctora” Kirchner.

¿Para qué recolectaba el gobierno K ese tipo de información de la familia del fallecido Nisman? ¿Por qué las autoridades políticas a cargo de Seguridad averiguaban de modo confidencial qué podría hacer o qué pensaba la fiscal Fein?

*Fragmentos del libro "Fueron por todo", editado por Sudamericana.

por Nicolás Wiñazki

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