Scioli levanta la cabeza y ve a Scioli. Mueve un poco más los ojos y se encuentra con su esposa, parada a su lado, como durante toda la campaña. Se mira a sí mismo, y luego a su mujer. Daniel y Karina, la pareja que en sus inicios se la creía perfecta y que tenía un destino presidencial que quedó trunco. Pero algo no cierra en el cuadro. El ex gobernador de Buenos Aires sabe que la única manera de que ellos hoy aparezcan como un dúo feliz es en donde lo están haciendo: arriba de un escenario, donde Miguel Ángel Cherutti y Ayelén Paleo lo interpretan a él y a la frustrada Primera Dama en un sketch en el Teatro Atlas de Mar del Plata. Es que la relación no va bien. Luego del traspié electoral, las tensiones entre Rabolini y Scioli, que venían desde antes, estallaron. “No estaban preparados para la derrota, él está destrozado y no se puede recuperar. No haber ganado impactó mucho y ya casi no hay diálogo entre ellos”, dice un amigo íntimo del ex motonauta que lo conoce desde hace décadas.
Fue el otrora candidato del FPV el que alertó de la gravedad de su presente. “Haber perdido la presidencia fue peor que perder el brazo”, le reveló a Clarín en una entrevista que realizó durante sus vacaciones en Mar del Plata que preocupó a propios y a extraños. La campana que sonó fue doble: no sólo advirtió de la profundidad de su depresión, sino que también se hizo notoria la ausencia de Rabolini. Ni en el Hermitage, el hotel donde siempre se hospeda que pertenece al español Florencio Iglesias –tan cercano a Scioli que este lo trata como a su propio padre–, ni en la presencia del antiguo gobernador en “Segunda Vuelta” –la obra de Artaza y Cherutti– apareció Karina. “Ya en los últimos tiempos de la campaña no se dirigían la palabra”, asegura un conocido que trabajó con ellos durante las elecciones.
En los días de las fiestas, cuando Rabolini ya había retornado de un viaje de siete días a Chile para promocionar su linea de anteojos junto a Ricky Sarkany y que sirvió para poner necesaria distancia en la pareja, hubo poco para celebrar en La Ñata. Uno de los festejos de fin de año fue muy íntimo: menos de diez personas tuvieron que soportar el tenso clima que se vivía en el hogar de Benavídez, y más de uno apuró el trago para escaparse. “Fue un velorio. Si siguen así no se puede ir más a esa casa”, dice uno de los familiares de Rabolini que estuvo presente.
Los rumores del mal momento llegaron a los oídos de los allegados de Scioli que, preocupados, quisieron saber qué pasaba. “Es todo un disparate, no pasa nada malo entre nosotros”, les contestó. Entre los suyos, el antiguo gobernador admitió haber tenido una depresión después de la derrota, pero que gracias “al apoyo de Karina y de la familia” había podido salir adelante. “Estamos normal. La vida sigue y nosotros seguimos con ella”. Así parecía, por lo menos, en la foto que su hermano José subió a su cuenta de Twitter el 25 de diciembre, donde se lo ve a él junto a Scioli, Rabolini, Lorena y otros miembros del clan. “Feliz navidad y felices de estar en familia”, tituló.
La modista también rompió el silencio en las redes sociales después de 15 días sin publicar. El jueves subió un divertido video donde se la ve jugando junto a sus perros Mare y Nonito en La Ñata, con la idea de acallar cualquier sospecha. “Es verdad que después del ballottage estuvieron deprimidos, pero eso ya pasó. Se cayeron y se levantaron juntos”, dice la ex modelo Teresa Garbesi, amiga íntima de Rabolini, que minimiza la posibilidad de una crisis.
No sos vos soy yo. Más allá que desde el entorno de Scioli y Rabolini es vox populi el momento que atraviesan, no sería este el primer mal trago para los dos –y con algo de suerte tal vez no sea el último–. Desde que comenzaron a salir, a fines de 1985 cuando Daniel era un motonauta estrella y Karina una modelo reconocida, tuvieron muchas idas y vueltas con contenido dramático. Según la investigación que hizo el periodista Gerardo Young para el libro “Mujeres casi perfectas” –que fue tapa de NOTICIAS en 2011–, la pareja tuvo por lo menos tres grandes crisis: cuando la blonda se quebró los pies tras un accidente casero en 1987 y quedó sumida en una depresión por largo tiempo, años después al revelarse la noticia de que el deportista tenía una hija no reconocida y en 1997 luego de la quiebra de la empresa textil que Rabolini llevó adelante con su padre Raúl –que supuso una deuda de más de 700.000 dolares con el Banco Provincia que nunca fue pagada– y que terminó en el divorcio que la separó cuatro años de Scioli.
La Krisis. El ex gobernador, que se prepara para festejar el 13 de enero su cumpleaños número 59, no sólo batalla puertas para adentro. El rompecabezas político de la Provincia se rearmó luego del triunfo de Vidal, y para el ex candidato presidencial no le está siendo fácil encajar, en especial después de que Macri lo haya marginado de un viaje a Suiza. “Anda pidiendo por favor meterse en algún lado, pero lo ven cerca de CFK y eso provoca el rechazo del peronismo”, dice un periodista que tuvo un trato privilegiado de la gestión anterior. Un sindicalista de mucha confianza también dispara: “Él está enfermo. Hace todo lo que le dice Cristina y eso ya no se lo banca nadie”.
Los hombres de confianza que todavía le responden también niegan un mal momento. “Él está muy activo y tiene ganas de seguir trabajando”, asegura el ex presidente del Banco Provincia Gustavo Marangoni. Guido Lorenzino, diputado provincial, afirma que la voluntad de su espacio es inquebrantable y además desmiente cualquier crisis en la pareja. “Hace 15 días cené con Scioli y Karina en un restaurante de Buenos Aires, se los veía bárbaro”.
El fin de ciclo golpea en todos los frentes. Mientras que Scioli barrena los maremotos políticos y personales, Rabolini se interna en su trabajo – “Este año no tuve tiempo ni para respirar”, le dijo a un medio chileno durante su visita– para escaparse del complicado momento. Como le pasó a Vaca Narvaja y a Flor K, o como le estaría sucediendo a Insaurralde y a Cirio, las derrotas en las altas esferas se pagan muy caro. Parece que ni siquiera la esposa del capitán lo acompaña cuando el barco se hunde.
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