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OPINIóN | 19-06-2016 18:29

A pesar de sus científicos brillantes, el país atrasa en ciencia

Los índices muestran que ha habido retroceso en el ránking de naciones; el análisis que indica que en los últimos doce años se avanzó no es acertado. Por Luis Quesada Allué.

Desde hace más de un siglo, numerosos argentinos se han destacado en Ciencias y Humanidades, gracias a la excelente formación en universidades públicas y al mantenimiento (a veces heroico) de escuelas de pensamiento y técnicas. Son recurrentes las referencias a científicos brillantes del pasado; como Bernardo Houssay, Luis F. Leloir, César Milstein, Eduardo De Robertis y muchos otros. Y hoy localmente contamos con figuras que destacan entre lo mejor de la ciencia internacional, como Gabriel Rabinovich, Andrea Gamarnik y muchos otros. Sin embargo, desde 1966, más allá de instituciones, grupos e investigadores de indudable excelencia y a pesar de los recientes incrementos en casi todos los parámetros inherentes al sistema científico, el país no ha dejado de atrasarse con respecto a los demás. En ninguna nación se duda ya sobre la necesidad de contar con un sistema científico y tecnológico y una política de Estado acorde, para desarrollarse y competir. Y sin embargo, los indicadores cuantitativos y cualitativos de Argentina muestran un continuo retroceso en Ciencia y Tecnología (CyT), contrastando con la mayoría de los países comparables por población y/o desarrollo, que se han mantenido o subido en el ranking mundial de países.

Así, analizando los documentos generados en todas las disciplinas, el banco de datos llamado SCOPUS muestra que, entre los años 2000 a 2014 Argentina descendió de la posición 33 a la 41, mientras que Brasil subió de la 17 a la 13, México de la 28 a la 29, España se mantuvo en la 10 y Portugal pasó de la 37 a la 27. El retroceso global de la posición argentina se debe al descenso en la mayoría de las disciplinas. (Por ejemplo, los descensos entre 1996 y 2014 han sido: en Ingeniería 15 lugares; en Física más Astronomía, 12; en Química 13; en Medicina 8; y en Ciencias Económicas, 13).

¿Cuáles son las causas de la situación? Desde 1943, el marco político casi siempre fue, cuando menos, difícil para el desarrollo científico; con los conocidos períodos nefastos para el sector, incluyendo a las universidades. Fueron excepción los enormes avances durante los gobiernos de Frondizi e Illia; contrastando con los devastadores acontecimientos de 1943, 1966, octubre de 1974, y 1976. En lo presupuestario, se puede advertir que el actual porcentaje del Producto Bruto Interno dedicado a ciencia y tecnología es paupérrimo. En 2013 fue del 0,6% habiendo crecido solo 0,2% desde 1996; mientras que, por ejemplo, en Brasil y España es de más del 1,2%.

Para no retroceder Argentina debería alcanzar como mínimo ese nivel; sabiendo que, para desarrollarnos más, se necesitaría alcanzar el 2%, que es lo destinado por muchos países avanzados. Además, se requiere con urgencia más presupuesto para que los salarios y becas de investigadores y estudiantes de doctorado sean dignos. El deterioro de los mismos desde 2011 ha tomado conocimiento público cuando, ante el cambio de gobierno, prestigiosos científicos (que antes no confrontaban) decidieron encabezar el reclamo salarial; aboliendo así los miedos pre-existentes en el resto de la comunidad científica.

El aumento de fondos también permitiría diseñar políticas de Estado federales, en lo tocante a subsidios, áreas a promover, equipamiento, edificios, etc. Más presupuesto es sólo una condición necesaria, pero no suficiente. En la Argentina, las ciencias y tecnología actuales se diseñaron y crecieron de abajo hacia arriba, por expansión de núcleos pre-existentes. Estos impulsaron temas y proyectos, plantearon necesidades y sugirieron estrategias obviamente ligados a sus genuinos intereses y áreas de conocimiento. Incluso, el Ministerio que jerarquizó a la Ciencia y a los científicos, no fue creado en base a estudios de base cero, que contemplaran las necesidades de un país federal, competitivo con los demás; sino por la compactación de dos entidades pre-existentes. Una, el Consejo Nacional de CyT (CONICET) fue creada en 1957 sobre el modelo francés y otra, la Agencia (ANPICyT), iniciativa del gobierno menemista para ganar influencia en el sector, captando préstamos de bancos internacionales y restando importancia al CONICET.

Hasta donde se conoce, por falta de suficientes estudios ad hoc, nadie sabe con certeza si estos instrumentos institucionales y administrativos son los mejores y/o más eficientes para lograr que la Argentina, con sus valiosos recursos humanos y naturales y sus tradiciones, pueda estar en el futuro entre los 30 países más influyentes en ciencias, tecnología y humanidades.

* Biólogo y Dr. en Química. Profesor UBA-Investigador del IIBBA-CONICET/Fundación Leloir.

por Luis A. Quesada Allué

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