Es tiempo de campaña en Estados Unidos y los candidatos están en la recta final. En tres meses (8 de noviembre) se definirá quién será el presidente de la mayor superpotencia mundial: la demócrata Hillary Clinton o el republicano Donald Trump.
Es, también, el ocaso de los ocho años del mandato de Barack Obama, pero el presidente no quiso hacerse a un lado de la disputa más importante de los últimos tiempos: la batalla mundial contra el terrorismo.
“A pedido del Gobierno Libio de Unión Nacional, militares de Estados Unidos realizaron ataques aéreos contra objetivos del ISIS en Sirte, Libia” fueron las palabras elegidas por el portavoz del Pentágono, Peter Cook, para anunciar la avanzada militar norteamericana sobre suelo libio, el lunes 1 de agosto. Obama, bajo consejo del Pentágono, fue quien autorizó la operación cuyo primeros objetivos fueron carros de combate y otros vehículos.
De esa manera, Estados Unidos extendió su poder de fuego que ya tenía, como líder de la coalición internacional, en los enclaves tomados por el ISIS en Siria e Irak. “Los ataques continuarán”, cerró su alocución Cook sin dar mayores detalles.
“La operación causó grandes pérdidas a los yihadistas”, aseguró el jefe de gobierno libio, Fayez al Sarraj. Y completó: “Los ataques están acotados a un tiempo y espacio limitados”, para evitar suspicacias.
Sirte, la ciudad de Muamar el Gadafi, cayó bajo control de los yihadistas en junio de 2015. Pero el 9 de junio, el gobierno libio logró entrar a ese enclave y ahora tiene sitiados a los combatientes del Estado Islámico y cree que con la ayuda de fuerzas extranjeras podrá acabarlos. Estados Unidos ya había producido algunos bombardeos aislados en Libia. El último había sido en febrero, a un campo de entrenamiento del yihadismo que dejó un saldo de 50 muertos.
Los ataques al grupo terrorista están siendo efectivos a la hora de hacerlos retroceder. El expansionismo de hace unos años atrás se convirtió en un retroceso luego de la lucha de los ejércitos locales, acompañados de la Coalición Internacional, hasta dejar en jaque al ISIS, encerrado en pocas ciudades.
Pero eso provoca también las respuestas inmediatas de los yihadistas. El martes 2, el día posterior al ataque aéreo, hubo un atentado suicida con un coche bomba en la ciudad de Bengasi, con 23 personas fallecidas.
Controversias. A pesar de la efectividad de las operaciones realizadas por la Coalición Internacional para evitar el expansionismo del Estado Islámico, resulta extraño que el presidente Obama apruebe continuar con los ataques militares a 90 días de una nueva elección. Sobre todo, si se tiene en cuenta que el recuerdo de la guerra con Irak no es el mejor. Las encuestas realizadas tiempo atrás así lo demuestran. Según un estudio de la consultora Gallup, más de la mitad de los estadounidenses creen que la invasión a Irak fue un error.
Pero cierto es, también, que el contexto cambió. Las masacres que se atribuye ISIS en diferentes países y la actuación de los “lobos solitarios” pusieron al mundo en un estado de crispación que hizo dejar de lado la moderación. Para colmo, los demócratas tienen como rival a un kamikaze del occidentalismo, como Donald Trump, que no se ruboriza al decir que hará un paredón en las fronteras estadounidenses para no permitir el ingreso de inmigrantes. Esas ideas absurdas pero marketineras han obligado a Obama a mostrarse más riguroso.
Para no entrar en un conflicto interno, el departamento de Defensa norteamericano aseguró que no enviaría tropas terrestres a Libia. La ayuda ofrecida es sólo a través de bombardeos aéreos. El otro inconveniente es externo: la problemática que genera atacar ciudades y el peligro que conlleva matar inocentes. En febrero, por ejemplo, Serbia culpó a Estados Unidos por la muerte de dos civiles. En todo caso, son conflictos que el gobierno estadounidense ha decidido afrontar.
Además, algunos analistas internacionales aseguran que Norteamérica viola las soberanías al inmiscuirse en asuntos de otros países. Sin embargo, en estos ataques contaban con el pedido de colaboración del gobierno libio. “No sólo nosotros, sino también los europeos y otros países en el mundo tienen un gran interés en ver estabilidad en Libia, porque la ausencia de estabilidad ha ayudado a alimentar algunos de los retos que hemos visto, como la crisis migratoria en Europa”, justificó Obama, el miércoles 3. El norte de África vive una guerra que acaba de empezar.
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