Estimada Juliana:
Con una mezcla de sorpresa y satisfacción la vi hablar de mi último libro en la entrevista que usted y el Presidente le dieron a Mirtha Legrand este fin de semana. Satisfacción, porque siempre es bueno que en un programa de tevé con tanta llegada ayuden a difundir el trabajo de los autores. Sorpresa, porque lo que usted dijo sobre mi investigación es, como mínimo, agraviante. “No lo leí, ni lo compré, pero la mitad de las cosas que hay en ese libro no son ciertas”, se quejó. Y me acusó de no haber incluido su testimonio en la obra.
.Primera pregunta. ¿Cómo sabe que es falso algo que ni siquiera se tomó el trabajo de leer? ¿Ni siquiera lo que dice la contratapa? ¿Lo leyeron por usted?
Segunda cuestión. En contra de lo que usted sugiere, intenté entrevistarla para el libro para enriquecerlo con su aporte. La respuesta fue la misma que dio a muchos otros medios gráficos desde que se convirtió en Primera Dama: no.
En un primer momento, ante la negativa, un colaborador suyo se ofreció a oficiar de puente entre nosotros para hacerle llegar mis preguntas y que usted pudiera responderlas en off the record, sin que se la mencionara como fuente. Fue sólo un breve malentendido: cuando el mail con mis primeras preguntas llegó a sus manos entendió que el libro no sería el que usted esperaba. Lo único que me llegó a confirmar por esa vía es que el empresario belga Bruno Barbier, su anterior pareja, efectivamente no era conde, en contra de lo que siempre se dijo.
Esa es sólo una de las revelaciones de la biografía no autorizada que la hizo enfurecer. Otros datos son su extrema cercanía con el clan Menem en los '90 (en especial con Zulemita), su responsabilidad en las denuncias sobre trabajo esclavo en los talleres relacionados a las empresas textiles de su familia, la influencia que ejerce sobre Macri al punto de incidir en la decisión de quién sería su vice en la fórmula, el arduo trabajo de media coaching que la transformó en un arma de campaña, o el misterio contable por el cual alguien que fue prácticamente un fantasma para la AFIP hasta sus 29 años pudo al mismo tiempo ejercer como directiva y supuesta accionista de la marca Awada.
Hubiera sido constructivo e interesantísimo escucharla explayarse sobre estas y otras cuestiones en la entrevista que decidió no darme. De todos modos, no pierdo las esperanzas.
Atentos saludos,
Franco Lindner, su biógrafo no oficial
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