Ahora que la Justicia parece haber agotado todas las instancias posibles, tras la confirmación de la condena a 15 años de prisión por “abuso sexual agravado” contra menores de edad por parte de la Corte Suprema de la Nación, nos enfrentamos como sociedad con el verdadero Julio César Grassi: el manipulador, el creador de una verdadera secta en los hechos que durante mucho tiempo dirigió los destinos de la Fundación Felices los Niños, la entidad civil más grande de la Argentina luego de Caritas. En otras palabras, un pedófilo que se escondía en las palabras religiosa y la estética del decir.
Muchas personas creyeron en el padre Grassi y en su obra. Aún hoy son muchos los que siguen creyendo en que es inocente. Pero las pruebas son irrefutables. Y si alguna circunstancia patentiza al máximo Tribunal de Justicia es la innegable autoridad moral y estatura jurídica para sostener todos sus fallos.
Yo también creí en él y, en mi sana creencia, acepté el convite de Grassi para dirigir los Hogares Convivenciales de la Fundación. Pero, al poco tiempo, descubrí que él era el responsable de los males que aquejaban a la entidad. Y a los miles de chicos a los que este espacio les daba cobijo. No solo abusó a quienes debía cuidar sino que hizo lo mismo, y de distintas formas, con todos aquellos que creían en él. Robó y usó fondos de los niños y niñas que debía cuidar para provecho propio y del “grupo de tareas” que lo secundaba en la inmoral administración de la organización.
Tal vez sea hora de que la Iglesia cumpla con lo que pregona y le inicie un juicio canónico para apartar de sus templos a un nefasto adulador de Dios.
Como sociedad tenemos la obligación de trabajar para sostener una obra bellísima que hoy cuida, alimenta y cuida, en todas sus formas, a más de 2.000 menores y adolescentes.
Grassi ha sido apartado de la obra y ya no tiene ninguna injerencia, ni él ni sus cómplices. El destino de los chicos está en manos de un nuevo Consejo de Administración que sólo desea trabajar para el presente y el futuro.
Es hora de dejar el pasado atrás y juntos forjar un nuevo proyecto que tienda a la verdadera protección de la niñez.
*Presidente de la Fundación Felices los Niños.
por Juan Manuel Casolati
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