El libro "La política del siglo XXI” puede resultar una bomba en medio de la presente campaña electoral. Y no es que Jaime Durán Barba y Santiago Nieto hayan escrito algo que no se supiera que pensaran, pero al plasmar sus ideas con la profundidad que permite un libro, esos pensamientos se revelan como provocaciones intelectuales de alto impacto.
Al leerlo se entenderá bien por qué el Papa sospecha, con razón, de la liviandad religiosa del macrismo en general y del desdén místico de Jaime en particular, por qué los socios políticos del oficialismo no ocupan lugares destacados en el Gobierno, por qué Macri se suele mostrar como la contracara del político común y por qué al PRO no le importa nada parecerse a un partido tradicional.
Los autores discuten con los políticos, con las ideologías (en especial las de la llamada izquierda, quizá como una forma de discutir con su propia historia), la Iglesia Católica, el establishment y los medios de comunicación. Hablan del colapso de los esquemas tradicionales de liderazgo e incluyen al PRO como parte de procesos que no tienen en común sus ideas sino su disrupción con lo establecido: desde Evo en Bolivia a Trump en Estados Unidos, incluyendo la crisis del sistema en Brasil y México, y los resultados de las consultas populares por el Brexit en Inglaterra y el acuerdo de paz en Colombia, contra la lógica mayoritaria de los respectivos círculos rojos.
Durán Barba y Nieto llenan el vacío ideológico de Macri con sondeos de opinión y métodos científicos que al principio sirvieron para convertirlo en presidente en apenas diez años y ahora hacen de guía para las idas y vueltas de su gestión. Entienden que no se pueden seguir aplicando estrategias que podían ser correctas para la modernidad cuando el presente es posmoderno, líquido y efímero.
Lo sintetizan así: “Electores y líderes son simplemente seres humanos que viven unos pocos años, acumulan conocimientos y si quieren ser mejores deben estudiar y aprender de una realidad que cambia incesantemente. Eso del líder eterno, la teoría definitiva, el caudillo para siempre, es un disparate”.
Creen que en el mundo posmoderno, en el que el centro de las relaciones sociales pasa por el celular y el consumo, lo que interesa no son las ideologías sino las metodologías. Y se ríen del pensamiento mágico de los políticos que siguen haciendo campañas guiándose por sus “instintos” en lugar de entender las corrientes de opinión en medio de las cuales esas campañas tienen lugar.
El libro puede leerse como un ágil manual de autoayuda para líderes del siglo XXI, usando herramientas de la biología, la antropología, la lógica y la sociología. Las historias y anécdotas que ocupan sus páginas sirven para fundamentar las posturas y muchas veces son elegidas para que la provocación intelectual resulte lo más efectiva posible.
Cuando lo lean, los macristas sabrán de una vez por todas por qué no nacieron de un repollo, sino del laboratorio duranbarbista. Y políticos como Carrió o Ernesto Sanz comprenderán por qué, aunque no se los digan, siempre serán vistos por sus socios como encarnación de lo viejo. La fascinante experiencia sociopolítica que representa el fenómeno macrista (fascinante como sinónimo de novedad para la politología argentina) no se entendería bien sin este trabajo.
Pero, curiosamente, un libro que desdeña la ideología, se convierte en la práctica en una biblia ideológica del macrismo. A los funcionarios que no integran la mesa chica les ayudará a saber por qué hacen lo que hacen y a sus votantes a entender que todo lo “espontáneo” del Presidente en verdad tiene detrás un testeo previo (desde la adopción del perro Balcarce hasta haberse sacado la corbata y cantar en público). Y en cualquier caso será una prueba histórica, transparente e irrefutable, de por qué esta gente nos gobierna como nos gobierna.
por Gustavo González
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