Franco Macri fue no sólo uno de los principales empresarios de la Argentina, dueño de la constructora Sideco, que creció sobre todo con obras públicas desde la última dictadura militar en adelante; la automotriz Sevel, en tiempos de la economía cerrada vigente hasta los 80, y varias privatizadas en los 90, como el Correo. Varios de los que trabajaron con él desde que migró al país a los 18 años, en 1948, hasta incluso el año pasado ahora quieren escribirle un libro homenaje con anécdotas de su trayectoria. Pero Franco también ha sido el mandamás de su familia, como la tradición italiana lo marca, pero esa hegemonía comenzó a resquebrajarse cuando su hijo mayor, el ingeniero Mauricio, aquel en el que él confiaba para dirigir su grupo, Socma, se rebeló y se fue a presidir Boca en 1995.
Mientras Mauricio fue ascendiendo, Franco fue retrocediendo. En el 2003, cuando el hijo se metió en política y tras perder las elecciones a jefe de Gobierno porteño, su padre perdió el Correo por la estatización dispuesta por el entonces presidente Néstor Kirchner. La empresa estaba en concurso preventivo y llevaba años sin abonar el canon al Estado. La familia Macri sostiene que Kirchner se quedó con los activos del Correo, pero les dejó a ellos los pasivos y entonces debieron comenzar a vender empresas para enfrentarlos. Dicen que el Estado les debe más a ellos que ellos al Estado, pero eso deberá establecerlo la Justicia. Lo concreto es que con el tiempo Socma fue perdiendo peso en la economía argentina. Su empresa holding, Sideco, ahora ocupa el puesto 650 en el ranking de mil compañías más grandes de la Argentina de la revista Mercado, con una facturación de 1.200 millones de pesos en el 2016. En el 2009, Franco dejó el grupo en manos de sus hijos y nietos, aunque cada tantos meses se junta a almorzar con su CEO, Leonardo Maffioli, hombre de su confianza desde hace décadas, y le pregunta por los negocios.
Franco abandonó Socma bajo la amenaza de Mauricio de declararlo insano. Tenía 78 años. Un año después, en el 2010, fue tapa de Noticias con esta frase textual: “Mi hijo me sacó la empresa”. A la carrera política de Mauricio no le convenía que su padre siguiera como hombre de negocios ligados al Estado. A la carrera de empresario que Franco insistía en continuar no le convenía que su hijo se metiera en política. Venció Mauricio. “Ganarle a papá” titula el editor de Política de NOTICIAS, Franco Lindner, un capítulo de su último libro, “La cabeza de Macri”. Se trata de un deseo que han sentido muchos otros en la historia de la humanidad, pero que ha vuelto a representarse en la carne de uno de los mayores empresarios de la Argentina, que empezó de pequeño constructor y nunca terminó siendo aceptado por lo más aristocrático del establishment, y en la de su hijo, educado para sucederlo en uno de los colegios más elitistas, el Newman, y que prefirió convertirse en el primer político no peronista ni radical que llegó a la Casa de Gobierno por las urnas.
China
Franco siempre había sido oficialista, con la dictadura, con los radicales, con los peronistas, incluso con los K, todo para hacer negocios. Cuando dejó Socma fundó el Macri Group para tejerlos con China, aunque ninguno prosperó demasiado.
Al llegar su hijo al poder, cerró sus oficinas, en San Isidro, pero hasta el 2017 seguía intentando despuntar el vicio de ganar plata. “Franco sabía que si te metías en política no ibas a poder hacer negocios. Y cuando Mauricio se metió en política fue el fin de sus negocios”, reflexionan en el círculo íntimo del debilitado patriarca. Niegan que las alabanzas que durante el kirchnerismo dispensaba al Gobierno y los dardos que soltaba contra su hijo fueran parte de una estrategia para evitar que su primogénito heredara la mala imagen pública del hombre que se enriqueció haciendo negocios con el Estado.
En el 2015, mientras Franco contaba en FM Metro a Andy Kusnetzoff que en sus viajes a China se hacía hacer masajes que terminaban con “happy end”, su hijo en campaña presidencial se encargaba de insistir con la versión de que estaba mal de la cabeza. Pero los gestos públicos de cariño mutuo y los tardíos elogios del padre al hijo irrumpieron en la noche de la victoria electoral y la mañana de la asunción presidencial. Después llegaría marzo del 2016 y el estallido del primer escándalo del gobierno de Macri, los Panamá Papers. Franco y Mauricio figuraban como directores de una offshore en Bahamas, Fleg Trading, que había operado entre 1998 y 2008 y que el hijo había omitido mencionar en su declaración jurada cuando asumió como jefe de Gobierno porteño. La aliada Elisa Carrió se puso nerviosa y exigió explicaciones puertas adentro.
Mauricio le mostró las declaraciones juradas impositivas de Franco que afirmaban que Fleg Trading le pertenecía en un 100%. En un intento por calmar las aguas mediáticas, tanto nacionales como internacionales, anunció que recurriría a la Justicia civil para aclarar su situación. Allí, su abogado y operador judicial, Fabián Rodríguez Simón, alias “Pepín”, demandó a Franco que hiciera una “acción meramente declarativa” que exculpara a su hijo. Pero Franco no quiso presentar allí ningún papel sino que compareció ante el otro fuero en el que se investigaron los Panamá Papers, el penal. Debió aportar sus declaraciones impositivas ante el juez federal Sebastián Casanello, que en abril pasado descartó que se tratase de un caso de lavado de dinero. Tampoco avanzó la denuncia por presunta evasión impositiva por operaciones por 9 millones de dólares que Fleg Trading hizo en Brasil en el 2009 y que denunció el diputado K neuquino Darío Martínez. Si hubiese habido delito de Franco, ya estaría prescripto. En agosto pasado, la Cámara Federal ratificó el cierre de la causa Panamá Papers.
Escuchas
Franco supuestamente estaba insano, pero su cabeza le funcionó bien cuando ante la Justicia penal se hizo cargo de Fleg Trading o cuando asumió la responsabilidad por las escuchas telefónicas de las que era acusado su hijo contra el fallecido esposo de Sandra Macri, el parapsicólogo Néstor Leonardo. Casanello fue también quien sobreseyó a Macri por el espionaje. Sin embargo, Franco se resistió a presentar los papeles de Panamá cuando se los exigió su hijo en el fuero civil. En agosto pasado, “Pepín” presentó en nombre del Presidente un escrito ante el juez civil Andrés Fraga en el que pedía que finalmente se declarara que su representado no había sido socio de Fleg Trading ni de otra offshore de Franco que apareció en pleno escándalo, Kagemusha. En el petitorio, el abogado reconocía las diferencias entre padre e hijo: “Lo que complicó la situación y agravó los perjuicios para mi mandante, impidiéndole aclarar la inexistencia de relación jurídica alguna con ambas sociedades, fue la conducta asumida por el demandado Franco Macri, cuya resistencia en aportar la documentación necesaria para aclarar la situación, así como su reticencia a dar explicaciones claras, fueron las que hicieron iniciar esta medida. La poca colaboración brindada por el demandado, que quizás pueda explicarse en parte por su edad, en parte por su carácter y en parte por la tensa relación que tiene con su hijo, se evidencia en su comportamiento procesal”. Pese a la falta de colaboración de Franco en el fuero civil, y basándose en lo que se vio obligado a aportar en lo penal y en otros testimonios, el juez Fraga falló en septiembre que el jefe de Estado nunca había sido propietario de las offshore. En noviembre, Mauricio declaró sobre su papá en una entrevista con La Nación: “Fue el mayor conflicto que tuve que enfrentar”. Sin embargo, en junio del 2016 lo benefició con la primera puesta en marcha de una gran obra pública en su gobierno: en ese entonces reflotó el contrato del soterramiento del ferrocarril Sarmiento, que había iniciado Cristina Kirchner, pero que se había paralizado y que tenía entre sus socios a Iecsa, la constructora que Franco le vendió en cómodas cuotas a su sobrino Ángelo Calcalterra en el 2007 y que para entonces aún no había terminado de cobrar. Pero esa decisión no mereció ninguna denuncia judicial de opositores.
Justicia
Otras medidas de Macri vinculadas a Socma derivaron en causas. Primero fue por la quita de deuda al Correo y después por Avianca, Autopistas del Sol (Ausol) y los parque eólicos del grupo de los hermanos, hijos y sobrinos del Presidente. La causa Avianca comenzó en el 2017 por una denuncia del diputado K Rodolfo Tailhade después de que el Gobierno le otorgara rutas a la empresa colombiana, que a su vez había comprado a principios del 2016 Macri Airlines (Macair). La de Ausol arrancó luego por una demanda de la ex diputada Margarita Stolbizer por el tarifazo que benefició a la concesionaria del Acceso Norte que hasta el 2017 pertenecía en un 7% a Socma. Tailhade acaba de denunciar a Macri por las compras y posteriores ventas de parques eólicos, un negocio con precios regulados, que hizo el grupo de su familia entre el 2016 y el 2017.
Pero mientras los opositores e incluso algunos ex funcionarios de este gobierno ven que el Presidente ha favorecido al grupo económico familiar, los socios de Socma alegan que el hecho de que su pariente sea primer mandatario los perjudica para hacer negocios con el Estado y los ha obligado a vender Macair, Ausol y parques eólicos para evitar conflictos de intereses. Argumentan que por eso han centrado sus activos en la importación de autos chinos Chery y DFSK, en la empresa de servicios petroleros OAS y en la recolección y tratamiento de residuos en Uruguay. Según la parentela, no sólo Franco retrocedió en los negocios por la carrera política de Mauricio sino también los hermanos, hijos y sobrinos del Presidente. Pero no lo culpan. La oposición piensa que le deberían estar agradecidos.
Franco, mientras, estaba más centrado en sus hijos y nietos. No siempre estaba lúcido, su salud estaba frágil y por eso ya no podía viajar a Punta del Este. Algunos de sus amigos estaban apenados por cómo debió ceder espacio para beneficiar a su hijo, el nuevo patriarca que superó a su padre.
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