Es un secreto que está dejando de serlo. Como una hoja en el otoño bonaerense, toda la casta política, propios y extraños, está a la espera de que de un momento a otro caiga la novedad que desvela a varios, entusiasma a pocos y preocupa a todos: el plan B para salvar al proyecto amarillo. O el plan V. La idea de que la intocable María Eugenia Vidal sea la candidata presidencial del 2019 es un fantasma que está recorriendo las calles de La Plata y los pasillos de la Casa Rosada, que surgió primero como un chiste al pasar y que ahora, con Mauricio Macri en el peor momento de imagen de su historia, cobró fuerza. La gobernadora, la dirigente mejor valorada del país, es la única que puede terminar la discusión de la sucesión antes de que arranquen las elecciones. Nadie le puede ganar. Y todos lo saben: juegan con la idea. Todos, incluidos los peronistas, sacan cuentas. Si la guardiana del modelo va al sillón de Rivadavia, ¿quién la va a reemplazar en Buenos Aires? ¿Qué pasa con el actual Presidente? ¿Se retira? ¿Ella quiere ser la segunda presidenta mujer de este país?
“Ya charlé del tema con mis hijos, y ellos van a apoyar cualquier decisión que tome”, fue la respuesta que le dio a NOTICIAS cuando se la consultó, a fines del 2017, sobre la posibilidad de ir por el máximo cargo político. A diferencia de su círculo, que repite que para las elecciones “falta mucho” y que “ahora hay que gestionar”, la gobernadora no lo niega: está en su cabeza suceder a Macri. Quizá, más temprano que tarde.
Tomala vos. A ningún hombre del Gobierno se le pasaba por la cabeza, luego de la contundente victoria en las legislativas del año anterior, que el camino para la reelección tuviera algún tipo de baches. Es más: dentro del oficialismo ya se disputaban la candidatura del 2023.
Pero en una Argentina zigzagueante y partida por la grieta, nada dura mucho tiempo. Los golpes que recibió la figura del Presidente, luego de la disputada reforma previsional, la corrida cambiaria y el polémico acuerdo con el FMI, sumadas a la creciente unión dentro del peronismo, desgastaron su imagen a puntos impensados. La repentina devaluación mostró que el rey está más desnudo de lo que se piensa. La consultora de Ricardo Rouvier da a Macri en su punto más bajo, en sólo un 37% de imagen positiva, y los que manejan las encuestas dentro del oficialismo lo admiten a regañadientes: “Estaba claro que íbamos a descender después de los picos de octubre del 2017, es de ignorantes suponer que la imagen presidencial se iba a mantener igual que en ese momento. Esperábamos caer doce puntos y perdimos menos de diez, y sabemos cómo llegar con imagen alta a la reelección”.
Todos tienen en claro que la prioridad la tiene Mauricio Macri, y que la idea es que Horacio Rodríguez Larreta y la gobernadora repitan en sus distritos. “Tengo un compromiso con los argentinos, si ellos creen que tengo que reelegir lo voy a hacer”, le dijo el Presidente a Luis Majul. “Para mí sería la mejor opción”, aportó Vidal, aunque se cuidó de aclarar que no era la única carta sobre la mesa. Más contundentes en el apoyo público para la “re” de Macri fueron Elisa Carrió, Fernando De Andreis, Marcos Peña y Gerardo Morales, que, a medida que el panorama se empezaba a poner gris daban un paso al frente para proclamar que el liderazgo estaba intacto. Pero hasta los estrategas de la Rosada muestran la hilacha: aceptan que están midiendo a la gobernbadora, a Larreta y a Marcos Peña para el 2019.
“Siempre trabajamos así”, minimizan, y sorprende que entre esos nombres también aparezca Patricia Bullirch, que “viene subiendo”. “Cualquier otra cosa que no sea la reelección sería un golpe, un baldazo de agua fría. Adelantaría los tiempos de los equipos, haría ruido dentro del Gobierno. Pero es verdad que si las elecciones fueran mañana, nuestra candidata sería Vidal. El que diga otra cosa miente”, asegura uno de los intendentes PRO de mayor confianza de la gobernadora. “Si los números de Mauricio siguen alrededor del 35% para el año que viene, la candidata va a ser María Eugenia”, dice uno de los pocos peronistas dentro de la Rosada.
¿Ella está lista para hacerse cargo si la situación lo amerita? “Lo que siempre tuvo María Eugenia es la capacidad de ver el paso siguiente que hay que dar en medio de una crisis. No solamente analiza cómo resolverla, sino que está viendo cómo seguir una vez que se salga de ese lugar. Tiene mucha capacidad y temple”, dice, misteriosa, la ministra de Educación porteña Soledad Acuña. Jaime Durán Barba, el estratega y cerebro del PRO, se ríe de todas las versiones: “El círculo rojo vive despistado. No hay ninguna posibilidad de que eso ocurra: el candidato es Mauricio”.
La negación. Había pasado el temblor de diciembre, producto de la reforma previsional. La primera tormenta importante desde que Mauricio Macri era presidente. En el verano, cuando muchos ministros estaban de vacaciones, desde la Jefatura de Gabinete bajaron un mensaje: “Va a ir por la reelección”. La frase fue entrando en todos los despachos de Balcarce 50 y algún funcionario la hizo trascender.
Pero todavía Macri no se había enfrentado a la peor tormenta: la que sucedió este mayo. La corrida del dólar y el aumento de las tarifas produjo un tembladeral que no imaginaban. “Se vio quiénes estaban a la altura de la crisis y quiénes no”, dice un vocero en los pasillos de la Rosada.
Por primera vez en su mandato, Macri pasó a tener más imagen negativa que positiva (58,9% a 37,9%, según Rouvier y Asociados). “De ahora en más se recupera”, le dijeron al Presidente para que no se alarme. “Lo importante es que ningún opositor supo recoger los puntos que perdimos”, analiza uno de los integrantes de la nueva mesa chica del Gobierno.
El discurso es unívoco: “Pasó lo peor, de ahora en más empezamos a crecer”. Sin embargo, el optimismo exacerbado deja ver una debilidad. Puede fallar. Las herramientas con las que Macri cuenta no son nada envidiables: “Las medidas que vienen no son muy marketineras”, reconocen. Reducir el déficit es traducido por la oposición como “ajuste”. Y eso es lo que le llega a la gente. Peor aún: a la clase media, un bastión fundamental de Cambiemos.
“Estamos convencidos del rumbo en el que estamos y del liderazgo de Mauricio Macri. Ojalá que llegado el tiempo continúe por voluntad de la gente”, dijo el jefe de Gabinete Marcos Peña en una entrevista para América TV.
En la misma línea fue la diputada Elisa Carrió: “Vamos a apoyar la reelección del Presidente”. Aunque, acorde con su personalidad díscola, puso reparos: “Siempre dentro del respeto de los acuerdos previstos en la reunión en la que se armó Cambiemos”. Las objeciones que “Lilita” tiene con Macri, a quien supo criticar con vehemencia en el pasado, se borran con Vidal: “Diría que la admiro, pero tengo miedo de que se agrande. La quiero”, les comenta a los suyos la diputada.
Se conocieron a fondo en la campaña 2015 y Carrió la bendijo: “Es una emergente de la política. El mejor cuadro del país”, suele decir. El origen social de Vidal se emparenta más con el suyo. Son clase media, no CEOs. La más explosiva dirigente del país ya compró el Plan V.
Marcos Peña es el encargado del armado de la próxima campaña que no arrancará para el oficialismo hasta bien entrado el próximo año. Cualquiera sea el candidato, el Gobierno no necesita instalarlo. Macri o Vidal ya llegaron al tope de su conocimiento nacional. “Durán Barba dice que con 60% de conocimiento ya tenés un candidato. Los nuestros están arriba del 80”, cuenta un funcionario.
A 17 meses de la próxima elección, en Balcarce 50 se niegan a hablar de un proyecto alternativo. “Pero es innegable que la opción existe. No hay mucha ciencia, si a Macri los números no le dan, va Vidal”, se confiesa un funcionario. La supervivencia ante todo.
Provincia. “No tiene que haber otro plan, porque si hay una alternativa, quiere decir que el plan A ya no funciona”, le suele decir Horacio Rodríguez Larreta, uno de los mentores de la gobernadora, al equipo de Vidal. En la mesa chica bonaerense, la prudencia es absoluta. Pero, escalones más abajo, algunos dirigentes se empiezan a ilusionar con el salto de La Plata a la Casa Rosada, ese al que la historia argentina le ha sido esquiva: nunca un gobernador de Buenos Aires fue presidente.
La imagen de “Vidal 2019” circuló por el celular de muchos dirigentes de la Provincia. Fue tras el exabrupto de Roberto Quattromano, un funcionario de Cristian Ritondo, que publicó el mensaje en WhatsApp. Le llamaron la atención: violín en bolsa y otra vez silencio. La fórmula del salvataje es un tema tabú.
“Si algún día se da, Vidal primero va a dejar a Larreta”, dice un funcionario de la mesa chica de la gobernadora exagerando buena predisposición. El jefe de Gobierno de la Ciudad no disimula sus ganas de quedarse con el sillón de Rivadavia: “Yo quiero ser presidente”, dice sin pudor cuando se le pregunta en confianza. La gobernadora, en cambio, tomó un papel distinto: “Hay que seguir trabajando en transformar la Provincia”, les dice a sus ministros.
Tan comprometidos alegan estar allí, que ya piensan en la reelección provincial: “Tenemos las obras que necesitamos para inaugurar el próximo año. Porque la reducción del presupuesto, que Nicolás Dujovne nos presenta en un mes, nos va a afectar en los siguientes años. El de la elección ya está asegurado”, comenta uno de los ministros de mayor confianza de Vidal.
Pero en Provincia saben que hay un fuerte antecedente que puede hacer cambiar las cosas: “En el 2015, a Vidal no le dijeron que era candidata hasta febrero. Y siguieron apareciendo candidatos hasta el día que cerraron las listas”, dicen en el entorno de “Mariú”. La cautela es una virtud muy valorada por la gobernadora.
Mientras tanto, otros funcionarios se anotan ante la posible vacante que quedaría para disputar la provincia de Buenos Aires. El intendente de Vicente López y primo del Presidente, Jorge Macri, conserva la ilusión intacta.
A principios de año, el primo presidencial le pidió una reunión a la gobernadora para manifestarle sus intenciones de ir como vicegobernador en el 2019. Pero había un propósito encubierto: lograr su objetivo de ocupar el sillón de Vidal, si ella pega el salto. “Yo quiero ser gobernador, no presidente”, les dice a los suyos el intendente. “¿Y qué hacemos con el radicalismo, que hoy tiene al vice y va a reclamar su lugar?”, le preguntaron. “Lo vemos. Nada que no podamos solucionar”, se confió. Para mostrar su predisposición, Jorge Macri empezó a colaborar con Provincia manejando un “tablero de control”, donde fiscaliza los gastos de los intendentes de Cambiemos.
Carolina Stanley es otra que gusta como candidata: mide bien y reúne los valores que los votantes de Provincia destacan en “Mariú”. Pero su marido, el jefe de Gabinete de Vidal, Federico Salvai, se rehúsa a esa opción: ya lo hizo en el 2015, cuando el nombre de la ministra de Desarrollo Social sonaba como una de las posibilidades.
Emilio Monzó quiere su oportunidad. Estuvo reunido con Vidal y en su entorno aseguran que la gobernadora “hizo un esfuerzo para no se vaya de Cambiemos”: fue la que lo incluyó en la mesa de decisiones.
Esteban Bullrich y hasta el ex marido de la gobernadora y actual intendente de Morón, Ramiro Tagliaferro, se anotan en la disputa. Si el Plan V se pone en marcha, el oficialismo provincial será un hervidero.
Macri 2019. Si Vidal es la sucesora, el futuro del Presidente será todo un misterio. “Cuando termine mi mandato quiero viajar dos años por el mundo”, había dicho en una entrevista en La Nación. Macri necesita eso, y lo viene repitiendo: muchas veces sufre el poder, lamenta no poder ver crecer a su hija, y, como todo el PRO, siente la política como una ocupación y no una vocación. “Somos una generación distinta, no nos queremos morir aferrados al poder”, suele repetir. “Desde el punto de vista electoral se va a ir a la casa, pero desde el personal va a seguir vinculado al partido, para él el PRO es como un hijo”, aventura un político que lo acompaña desde su primera gestión. Al que le serviría que se dé este escenario es a Larreta, quien jamás ocultó sus intenciones. “Si María Eugenia juega ahora, se adelantan los tiempos: él podría ir a competir para el 2023. Además tiene mejor relación con ella que con Mauricio”, dicen cerca de Larreta, donde especulan que tendrá más poder con Vidal, a quien llevó al Grupo Sophia.
Para Macri, peor que no lograr la reelección sería perder en un ballottage ante uno de los “peronistas sin prontuario” que vienen creciendo en las encuestas (ver gráfico). Sería peligroso, sobre todo, después de la razzia judicial que barrió a decenas de funcionarios de la administración anterior. “Vale más hacer y arrepentirse que no hacer y arrepentirse”, escribía el teórico florentino Nicolás Maquiavelo. Más allá de la sensación de fracaso que seguramente caería sobre Macri -que siempre asegura que no quiere pasar a la historia como un “presidente de transición”- tampoco sería una derrota total para el hombre que triunfó en Boca: él fue quien se llevó a Vidal desde el Grupo Sophia al club xeneize -donde manejaba una fundación social- y luego a la Ciudad, y el principal impulsor, junto a Durán Barba, de que sea la candidata para la Provincia. Es su hija política. Su creación. Pero no todo es amor. Como en cualquier relación, hay diferencias. En este caso, teniendo en cuenta las ambiciones presidenciales, esas diferencias podrían ser vitales.
Aunque en su entorno lo niegan, Vidal suele tener gestos que la separan de Macri. Los tuvo tras el “tarifazo”, eliminando impuestos provinciales y luego apuntándoles a los empresarios: “Voy a mostrar a los que se aprovechen de la suba del dólar para aumentar precios”, dijo Vidal. Y en su mesa chica no se amilanan: “Pedimos un informe a la Secretaría de Comercio. Cuando lo tengamos, la gobernadora va a denunciar con nombre y apellido”. Una actitud muy distinta de la que tuvo Macri con sus anteriores colegas empresarios, a los que recibió en la Casa Rosada para pedirles, amablemente, que no subieran las tarifas. “Vidal está a lo Moreno”, se lamentaba un funcionario con pasado empresarial.
No es la única diferencia. La gobernadora mantiene una gran relación con el Papa, a quien visitó en dos ocasiones -está a sólo un viaje al Vaticano de Larreta, que con tres periplos tiene el récord dentro del PRO- y viene de recibir en secreto a los obispos bonaerenses (ver recuadro). Para ella la Iglesia, a contramano de lo que piensa Macri, es un factor a tener en cuenta. También manejó con otro tacto al peronismo de base de su provincia, y se mostró cerca del Movimiento Evita y de otras agrupaciones sociales, a la vez que circuló una misteriosa conversación con el presidente bonaerense del PJ e intendente de Merlo, Gustavo Menéndez. En esa charla, publicada por Clarín, Menéndez le habría sugerido ser candidata a Presidente por el peronismo, algo que tanto el vidalismo como el bando pejotista desmintieron. “Es una opereta, la tiró algún peronista que quedó afuera de la pelea”, dicen.
Sin embargo, la mayor diferencia entre los líderes del PRO no es política ni táctica. Es eso que a veces trasciende a las estrategias y que llevó al periodista Pablo Sirvén a preguntarle a Vidal que haría si “la historia” le pidiera que sea presidenta: el carisma. “Ella tiene tan buena imagen que si alguien la ve con la mano adentro de la lata pensaría que está dejando plata ahí, no al revés”, bromea Miguel de Godoy, funcionario PRO de la primera hora y en días ex titular del Enacom. Es que mientras Vidal viajaba en el Sarmiento a la facultad, Macri iba con chofer hasta el Newman. Ese aura de maestra de jardín de infantes, salida del riñón de la clase media, hija de un médico, mujer valiente, es algo que jamás podrá alcanzar el actual Presidente, que se pasó los primeros ocho años de su carrera luchando para dejar de ser Macri y llegar a ser Mauricio. María Eugenia, en cambio, es María Eugenia. A secas.
por Carlos Claá, Juan Luis González, Daniela Gian
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