Desde que Thelma Fardín reveló los episodios de abuso que habría sufrido de parte de Juan Darthés, se sucitó una catarata de revelaciones por parte de otras víctimas. Dentro de La Cámpora hubo varias denuncias, como la que apuntaba contra el senador bonaerense Jorge Romero, que pusieron de manifiesto una estructura de encubrimiento por parte de la cúpula de la organización. Varias de las mujeres que se atrevieron a hablar apuntaban, en especial, contra la diputada Mayra Mendoza, la responsable de género del espacio que conduce Máximo Kirchner.
Sin embargo, ahora esas acusaciones pasan más cerca de Mayra Mendoza: Bárbara Viacava denunció terribles episodios que habría sufrido por parte de su ex novio, Mariano D., medio hermano de Sebastián, el marido de Mendoza e integrante de La Cámpora. El relato de la joven de 25 años que trabaja en la Municipalidad de Quilmes, igual que su ex pareja, es escalofriante: ella revela denigraciones, ataques, violaciones -hasta por un amigo de su ex novio-, ocasiones en que él la habría obligado a tomar cocaína, y un episodio donde casi la prende fuego. “Lo denuncié pero no pude sostenerlo, porque él me amenazaba con su padre abogado. Esto fue un calvario. Mariano yo no me olvido, no me callo más”, aseguró Viacava en su Facebook, donde compartió el escrache al cuñado de Mendoza.
En la edición de papel de NOTICIAS que llega mañana jueves 20 a las calles, varias de las mujeres que denuncian abuso dentro de La Cámpora revelan como funciona el modus operandi del encubrimiento dentro de la organización, y el rol de Mendoza en ese aparato. Al momento de publicar esta nota, NOTICIAS había intentado contactarse con Mariano D., pero aún no tuvo respuesta. Desde el entorno de Mendoza aseguran que la relación entre Mariano y Sebastián es prácticamente nula, y que el primero ni siquiera conoció al hijo que su medio hermano tuvo con Mendoza.
El texto posteado por Bárbara en Facebook, completo
Pasó un año y medio desde que cortamos relación. Fue una persona que creí que apareció a salvarme la vida, me defendió y apoyó cuando pude ponerle palabras a un abuso por parte de un amigo de mi mamá, en aquel entonces mi jefe. Me sentía cuidada, valorada como nunca antes. Mi familia lo amaba, un pibe independiente, con ideales, con el mundo a sus pies. Hasta que las cosas empezaron a cambiar. Mis escotes ya no eran pícaros y sensuales. Mis polleras o pantalones ajustados dejaron de ser motivo de un “que linda estas” por las mañanas. Su mirada de odio, cuando me pintaba los labios o decidía salir con mis amigues. Eso es lo primero que recuerdo, y me pregunto por qué no me fui corriendo, por qué no huí de lo inevitable. Las semanas pasaban, con mi cambio de imagen empezaron los reproches sobre mi carrera universitaria. Que por qué la había dejado. Que él no podía tener una inutil al lado. Me comparaba con otras pibas con las que había estado. “Fulanita se está por recibir de abogada, que mal que elegí”. Cuando empezó a comparar creo que fue cuando me termino de quebrar, cuando teníamos relaciones, y todo terminaba, me decía que Sultanita se movía más, que Perenguita la chupaba mejor.
Todo empeoró, por supuesto, descubrí infidelidades, enfrentarlo era una locura, un drama, el lloraba y me decía que me amaba pero que no podía dejar de hacerlo. Yo le creía.
El primer episodio bisagra fue una vez que fuimos a la quinta de su padre, muy lejos de donde nosotres vivíamos. Ya con copas encima, me quiere obligar a tener sexo, a lo que me enojo y empezamos a discutir, ese parecía ser mi límite (hasta entonces). Recuerdo borrosamente que agarra una copa de vino, de las grandotas, y se la parte en la cabeza. Haciéndose un tajo en el cuero cabelludo y varios en las manos. Mi camisa blanca parecía una obra de Tarantino. Salí corriendo. Descalza, en el medio de la ruta 2. Los hombres amigos de mi suegro en el lugar me preguntaron a la distancia que me pasaba, no respondí, nunca quisieron que esté ahí se manifestaba explícitamente la incomodidad hacia mi.
Me tome un colectivo, ensangrentada y desorientada, con lo puesto. Me baje en el centro de Quilmes y no recuerdo como, ni de qué forma, el pibe estaba ahí. Me persiguió, un chico en bicicleta bajo a pararlo porque, imagínense, parecía que me iba a matar.
Quedo ahí. Pasó. A la semana estábamos mejor que nunca. Comenzó la extorsion sexual.
“Me calentas al pedo”
“Si no me la vas a chupar mínimo déjame acabarte encima”
“Pensé que estabas despierta...”
Uno de esos tantos días, un amigo suyo se queda a cenar con nosotros y tomamos mucho, muchísimo. Me voy a acostar. Escucho murmullos, el amigo se quería meter en la cama conmigo. Todo eran risas. Pasó, de nuevo.
Recuerdo como en varias ocaciones, cuando salíamos a bailar, me obligaba a tomar cocaina. Me la metía con su dedo índice en la nariz mientras estaba distraida, hasta sus amigos (que son tremendos machirulos) le paraban el carro, el reía.
Pasó de todo, durante mucho tiempo, todos los días. Hasta que durante una discusión, decide tirarme alcohol encima y al colchón debajo de mi, agarra un encendedor y con los ojos iluminados me dice: “mira como puedo”. Mis gritos alertaron a la vecina. Que al día de hoy es una desconocida, entro a las patadas y me llevo a su casa con su bebé de menos de un año, que me miraba llorar y me hacía muecas.
Denuncie, pude hacerlo, no pude sostenerlo. Me amenazaba con que su padre, un reconocido abogado, me iba a hacer mierda a mi y a toda mi familia. Me extorcionaba con mensajes e e-mails que yo le mandaba puteandolo en todos los idiomas. Justificaba abusos que yo había sufrido y decía que la violenta en la relación era yo. Fue un calvario. Nadie me creía. El muchacho trabajaba (y trabaja) en el mismo edificio que yo.
Hoy, a un año y medio, Mariano A--- D--- se pasea con el pañuelo verde por todos los rincones, se rodea de feministas y se dice así mismo deconstruido y arrepentido por sus actos.
Yo a Mariano no le creo nada.
Sus ojos siguen siendo los mismos. Mariano yo no me olvido, yo no me callo mas.
Y que arda lo que tenga que arder, porque nos tenemos, y se va a caer.
¡Ayudenme a difundir!
El que descree y cuestiona, es cómplice.
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