Lejos del centro de la escena y del protagonismo que acostumbra a encarnar, Elisa Carrió termina un 2018 a los tumbos y en silencio. Pasó Navidad en lo de una amiga, sin fotos ni mensajes estridentes, sin políticos y con las baterías bajas de su histrionismo habitual.
“Fue mi peor año en términos de vida personal, política y de salud”, había confesado en octubre en una entrevista a LN+. Se distanció de Mauricio Macri, criticó con fiereza al Gobierno y sufrió la pérdida de su hijastro, Diego Benítez de 39 años. Un combo explosivo.
Para revertir su suerte cuenta con algunas armas: el terreno está allanado para que en los primeros días del 2019 (con el Presidente de vacaciones) tenga una reunión con Marcos Peña. Sería apenas la primera de una agenda que tendrá, además, a Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal como interlocutores. Es la estrategia del Gobierno para reencauzar su relación con el primer mandatario.
Desde principios de octubre, cuando le exigió a Macri que echara al ministro de Justicia, Germán Garavano, y que alejara a Daniel Angelici de los Tribunales, no se volvió a comunicar con el Presidente. Hasta el cierre de esta edición, iban dos meses y medio de un silencio que tensa a propios y entretiene a extraños.
Al principio de la pelea, Macri llamó a la diputada en tres oportunidades, pero ella eligió no contestarle. Sin embargo, a través de sus “lilitos”, Carrió nunca perdió conexión con la Casa Rosada.
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Mientras el plazo de seis meses que le dio al Presidente sigue su curso, fueron armando la ronda de reuniones para empezar a charlar la campaña 2019: en las elecciones intermedias, Carrió tuvo un rol fundamental en Capital Federal y en el interior del país, donde considera que la tratan como una estrella de rock.
En la previa de Navidad dio un mensaje de unidad, con una chicana oculta: “Estamos todos trabajando juntos”, pidió a una colaboradora que escribiera en Twitter junto a una foto donde se la ve con Marcos Peña, Rodríguez Larreta, Vidal, Carolina Stanley y Federico Salvai: sus PRO preferidos. Del Presidente, ni noticias.
A sus “lilitos”, acostumbrados a ser parte de sus festejos, apenas les dejó un mensaje de audio en WhatsApp. “El niño Jesús que viene es el que sana, es el que cura y es el que ama”, les dijo.
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El miércoles 26 celebró con la misma tónica su cumpleaños 62. “Soy una vieja”, bromeó. “No hubo festejos grandes, es que está tranquila”, explicó una fuente de su entorno.
Mudanza. Mientras intenta encauzar su vida política y su salud, un tema la tiene entusiasmada: por fin se irá a vivir a su propia casa, esa que empezó a construir en 2012 y que debió dejar paralizada por largo tiempo por falta de fondos. Queda a pocas cuadras del inmueble que alquiló hasta ahora, en el mismo country de Capilla del Señor, Chacras de la Cruz.
Carrió se enteró por un allegado de la existencia de esa localidad, a 85 kilómetros de la Casa Rosada. “Su lugar en el mundo está en Capilla del Señor, en el partido de Exaltación de la Cruz”, le dijo. Tanta evocación religiosa la maravilló. Compró un lote de 4.240 metros cuadrados, que le valió un juicio por enriquecimiento ilícito, aunque la causa no prosperó.
Con los vaivenes del 2018, esa casa se convirtió en su “Puerta de Hierro”: exiliada allí puso en jaque a Cambiemos. El verano será el tiempo del deshielo: es la última chance antes de que la coalición se resquebraje.
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