Desde que Donald Trump manifestó su apoyo por Juan Guaidó, la estrategia estadounidense se desnudó. A los pedidos internacionales de bloquear cuentas y trabar embargos dispuestos por la Casa Blanca, se sumó la voz de un presidente venezolano. La guerra comercial -la misma que la administración Trump aplicó con éxito para sentar a la mesa de negociaciones al norcoreano Kim Jon Un y luego a Xi Jinping- había empezado. Nicolás Maduro entendió que ya no le comprarían más petróleo, y que los bonos y depósitos en Estados Unidos podía darlos por pedidos. Y que el próximo paso sería incautar el oro venezolano en el exterior (un tercio de las reservas del país).
Desde octubre Venezuela venía tramitando retirar 14 toneladas de oro depositadas en el Banco de Inglaterra. Pero en el proceso de gestión para intentar movilizar los lingotes, duplicó su posición en esa institución: 31 toneladas, equivalentes a 1.200 millones de dólares (se sumaron 17 toneladas provenientes del Deutsche Bank).
En diciembre, el presidente del Banco Central venezolano, Calixto Ortega, inició las gestiones para repatriar esos lingortes, pero fue infructuosa. Ahora, tras la autoproclamación de la semana pasada, Guaidó se apuró a pedirle a la primera ministro británica, Theresa May, que frene el envío: "le pido detener esa transacción ilegítima (...) si el dinero se transfiere será usado por el régimen de Maduro para reprimir al pueblo" (la misiva también fue entregada al gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney). Y aunque el banco y la oficina de May no respondieron a la solicitud, las autoridades británicas se mostraron reacias a movilizar los lingotes solicitados por el gobierno de Maduro, escuchando también a los funcionarios norteamericanos: Trump le pidió al secretario de Estado, Michael Pompeo, y al asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, que intercedieran ante sus pares británicos para privar al régimen de sus activos en el extranjero.
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Lingotes y bigotes. “Los yanquis vienen por el petróleo y por el oro como pasó en Irak”, les dijo Diosdado Cabello, número dos de Maduro, a un grupo de militares. Claro que Maduro prefiere no emparentarse con Saddam Hussein (que murió ahorcado en 2006), y apela a la Guerra de Vietnam en sus discursos a las topas: esta semana visitó varios destacamentos en la frontera con Colombia poniéndolos en alerta. Y ante la posibilidad de un conflicto, cierra filas con su principales padrinos: Vladimir Putin y el turco Recip Erdogan, a quien Maduro llama “el sultán”. Ambos le proveen armas y equipos militares, que los venezolanos pagan con su oro.
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La periodista Alexandra Belandia (del periódico chavista Correo del Orinoco), fue quien informó que se cargaban “toneladas de oro en un avión que aterrizó en Maiquetía durante la madrugada del 30 de enero”. Se trató del Boeing 777 de la aerolínea rusa Nordwind. El economista y diputado de la Asamblea Nacional, José Guerra, confirmó que el avión pretendía extraer al menos “20 toneladas de oro del país”. “Ese oro representa el 20 por ciento de las tenencias del metal en Venezuela, con un valor de 840 millones de dólares”, explicó el diputado. “Exigimos al BCV (Banco Central de Venezuela) detalles de lo que está pasando. Ese oro no es de Calixto Ortega, es del pueblo venezolano”, concluyó Guerra . Pero el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, negó el vínculo: “No tenemos nada que ver con ese movimiento. Rusia está lista para hacer todo lo posible para facilitar la normalización de la situación política interna en Venezuela, pero sin interferir en los asuntos internos de este país”.
El oro de Moscú. La expresión se acuño a los pocos meses del inicio de la Guerra Civil Española, cuando la República traslado de 510 toneladas de oro en monedas hacia la Unión Soviética. El episodio selló las relaciones diplomáticas del gobierno franquista con los rusos, y ayudó a financiar a ambos regímenes: el "Oro de Moscú" siguió vivo durante toda la Guerra Fría como propaganda antisoviética para deslegitimar a sindicatos y agrupaciones de izquierda en otras partes del mundo. La historia se repite.
“Tenemos un Plan Oro muy importante que ha venido avanzando este año y que apunta el próximo año a ingresos récord de más de 5 mil millones de dólares anuales, solamente en oro”, explicaba Maduro en diciembre. “En el Plan de la Patria 2019-2025 está incluido el Plan del Arco Minero del Orinoco. Hoy se inaugura una planta, de las 54 en construcción, de procesamiento de oro con nueva tecnología”, detallaba el presidente.
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Venezuela le debe a Moscú 17 mil millones de dólares. Suma que el régimen de Maduro planea saldar con petróleo, oro y diamantes. Y con la producción petrolera bloqueada (Venezuela destila su petróleo en Estados Unidos), Maduro apunta más que nunca a financiarse exportando oro. La explotación ya está en manos de empresas de capitales turcos. Antes Venezuela refinaba su oro en Suiza pero desde que el país bloqueó las cuentas de funcionarios chavistas vinculados al narcotráfico, Maduro prefirió mudar esa producción a Turquía.
Asfixia financiera. El secretario asistente del Tesoro de Estados Unidos, Marshall Billingsea confirmó que tras el abandono a la estatal petrolera Pdvsa, Maduro” desvió su atención a la explotación del oro para obtener recursos”. “No se trata de minería convencional, esto es destruir los bosques creando enormes cantidades de agua estancada que va contaminada con mercurio y otros químicos. Será un catástrofe medioambiental durante décadas, con brotes de malaria, dengue por la región”, agregó.
Según la administración Trump, ese dineros se utiliza para financiar las redes de corrupción que sostienen a la dictadura. “Se está aproximando a una situación similar a la de los diamantes de sangre en África", denunció Billingsea.
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La estimación estadounidense apunta a que en el Arco Minero Venezolano hay unas 8.000 toneladas de oro, equivalentes a 331 mil millones de dólares, suficiente como para que Maduro se financie por décadas.
El plan de los estadounidenses es continuar cortándole los canales, bloqueando cuentas y estableciendo sanciones internacionales. Con Guaidó como frente, como lo había sido en 2017 el entonces presidente del Parlamento venezolano, Julio Borges, se envían cartas y se pautan encuentros con directivos de embajadas, bancos e inversores internacionales: en mayo del 2017 Goldman Sachs compró bonos venezolanos por 2.800 millones de dólares y enfrentó las críticas.
Hoy el grueso de los bonos interesados en Venezuela tienen su sede en Estados Unidos, por lo que la medida de Washington –que también ha prohibido comprar oro venezolano– secó la gran fuente de financiación chavista.
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