Todo parece raro en la muerte de la mediática Natacha Jaitt. Una de esas rarezas es, ni más ni menos, que el parte emitido por el médico de apellido Corasanit, de la Policía, y muy ampliamente difundido desde muy temprano esta mañana. Con una velocidad poco común, se informó que la víctima "no presenta signos de violencia externos, habiendo sido su muerte un posible accidente cerebrovascular (ACV) producido por la ingesta de alcohol y cocaína". El médico policial habría tomado muestras de cocaína de la nariz de Jaitt, de lo que se deja constancia en el parte. Raro.
Que una nariz tenga restos de cocaína no es prueba irrefutable de que la muerte de la alguna vez dueña o dueño de esa nariz se haya producido como consecuencia del consumo de la droga, como tampoco encontrar botellas de alcohol implica que alguien se haya emborrachado hasta terminar con un coma etílico. Lo normal, el protocolo, indica que (como mínimo) es imprescindible tomar y analizar muestras de sangre antes de poder hacer tales afirmaciones en un parte médico. Natacha podría haber consumido una mezcla de cocaína y alcohol; o podría haber sido inducida a hacerlo; o podría haber consumido sólo una de tales sustancia, o ninguna. Natacha podría haber tenido un ACV por la ingesta de cocaína, sí, o haber sufrido un infarto, lo indica la evidencia médica: el consumo reciente de cocaína cuadruplica el riesgo de muerte súbita cardíaca.
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Pero afirmar que Jaitt tuvo un accidente cardiovascular como producto de la combinación de dos sustancias antes de hacer un análisis forense hecho y derecho y sólo porque se hallaron rastros de cocaína y alcohol en la escena de la muerte es, cuanto menos, arriesgado. Y raro.
Además de los efectos de tipo cognitivo y emocional que la cocaína produce, que aparecen casi de inmediato y duran entre pocos minutos y una hora, hay efectos de tipo fisiológico que pueden llevar, inclusive, a la muerte.
A la “energía y felicidad extremas, la alerta alerta mental, la hipersensibilidad a la luz, el sonido y el tacto, la irritabilidad y la paranoia”, según describe el NIH (o Instituto Nacional de Abuso de Drogas, de los Estados Unidos), se le pueden sumar, por el efecto vasoconstrictor que la cocaína posee, cuadros de hipertensión arterial, arritmias cardíacas, accidentes cerebrovasculares transitorios o permanentes, infartos de miocardio.
De hecho, un gran estudio hecho en el año 2005 y publicado en la revista médica especializada Stroke, indica que 1 de cada 5 adultos de menos de 40 años que había tenido un accidente cerebrovascular consumía drogas, cocaína en particular. El 13% había ingerido drogas o alcohol las 24 horas previas al ACV. De modo que la asociación es bien conocida por los especialistas.
Pero sin una autopsia... ¿Los testigos vieron síntomas en Natacha Jaitt antes de desvanecerse? Si ocurre el accidente cerebro vascular habrá adormecimiento y hormigueos de cara o extremidades; debilidad, sensación de pesadez en las extremidades; falta de coordinación de movimientos voluntarios; alteraciones en el habla y/o en la vista; mareo o vértigos; parálisis de los músculos de la cara y extremidades, pérdida de conocimiento.
Cocaína y riesgo cardiovascular van de la mano. Con alcohol el panorama empeora. Pero por eso mismo es de rigor tomar muestras del cuerpo y llevar a cabo una autopsia forense para verificar el consumo de la o las sustancias, la causa final de muerte no es algo a determinar de manera automática y sencilla en un parte médico confeccionado a simple vista. Y mucho menos por un rastro de polvo blanco que, como un evidente hilo conductor, surja de un órgano olfatorio.
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