Pensar que el 24 de abril había temor de que el dólar superara los 45 pesos, pero todos respiraron con alivio cuando al día siguiente, después de pasar de largo esa barrera, bajó de 47,50 a 45,90. Pensar que apenas unas semanas antes, el 3 de abril, en una cómoda entrevista con TN, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, había acertado al señalar que “al país le cuesta convivir con un tipo de cambio flotante” y se había jactado de lo que pronto quedaría en el pasado: “La volatidad que ha tenido es muy baja, bajó y volvió a subir y está en el mismo lugar del que partió en octubre”. Se refería al dólar a 42 pesos.
Se suponía que la cosecha de maíz y soja iba a tranquilizar el mercado de cambios entre abril y junio, dado que el campo debía liquidar al menos la mitad de los granos para pagar deudas a proveedores y así es que iban a entrar dólares de la exportación. Además, comenzaban las subastas diarias de US$ 60 millones que autorizó el FMI al Banco Central. Sin embargo, el dólar se disparó y lo hizo a partir del paquete de medidas K que adoptó el 17 de abril Mauricio Macri para calmar la inflación -acuerdos de precios, congelamiento de tarifas, consiguiente aumento de subsidios y del déficit fiscal- y reactivar la economía.
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Aquel mismo día, el riesgo país comenzó a subir. La consultora británica Capital Economics recordó la poca efectividad de los acuerdos de precios y advirtió que demostraba el pánico del Gobierno a perder las elecciones frente a Cristina Kirchner. También preocupó el desvío fiscal que implicaba el paquete y el sondeo de Isonomía, encuestadora favorita del Gobierno, que anticipaba una victoria contundente de la ex presidenta frente al actual en segunda vuelta. El índice que elabora el banco de inversión JP Morgan a partir de la cotización de los títulos públicos argentinos comenzó su nuevo ascenso por encima de los 800 puntos básicos, camino de los 1.000, barrera que representa la desconfianza de un país en el pago de la deuda. Mientras los mercados locales descansaba por Semana Santa, en Wall Street caían las acciones de las empresas argentinas. Cuando el lunes 22 de abril reabrieron las plazas en la Argentina comenzó a contagiarse el peso. Es decir, fueron primero los inversores del exterior los que se alarmaron por el país y después los de aquí.
¿Quiénes movieron el mercado? Uno de los banqueros que este 25 de abril escuchó una disertación del senador peronista Miguel Ángel Pichetto en Nueva York atribuye la venta de bonos argentinos a “cuatro o seis grandes jugadores que apuestan en contra de la Argentina y que quieren ver el riesgo país en 2.000 puntos”. No quiso precisar nombres. Otro operador financiero local se limitó a citar al periodista Maximiliano Montenegro, que señaló a los bancos Morgan Stanley y JP Morgan y a los fondos Pimco, Blackrock, Templeton y Liberty, pero aclaró: “No lo puedo comprobar”.
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El banquero de Nueva York aclaró que el riesgo país terminó bajando un poco porque otros dos o tres jugadores importantes aprovecharon el abaratamiento de los títulos para adquirirlos. Tampoco dio nombres. El operador local dice que son aseguradoras locales que de una u otra manera están expuestas al riesgo criollo, por cuestiones regulatorias.
Pichetto. Aquel banquero y otro hombre de negocios juran que, ante el auditorio de la Columbia Latin America Business Law Association, Pichetto dijo que en un ballotage Macri le ganaría a Cristina Kirchner. Así los tranquilizó. El vocero del senador lo desmiente y asegura que su jefe planteó que el electorado estaba dividido en tres y que él trabajaba para instalar a Alternativa Federal en la segunda vuelta.
“Siempre es un grande el que mueve el mercado, por acción u omisión”, apunta otro broker local. “Si lo moviese el chiquitaje y la autoridad no lo quisiese, le pondría recursos de chiquitaje o de grandes para que no se moviese. Los grandes son las entidades financieras, cuidadosas de mantener el equilibrio y, sobre todo, de hacer diferencias. Alguien que compró el 24 de abril en la subasta de dólares del Central y al día siguiente los vendió, hizo una diferencia notable en un pase de manos. Esto lo multiplicás por millones aquí o en el mercado Forex, en el extranjero, que opera siete días 24 horas”, agrega el operador.
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Otros niegan que haya unos pocos grandes jugadores que estén moviendo el mercado. Dicen que son muchos que con poco dinero terminan provocando fuertes tembladerales. “No hay operadores grandes, nadie en particular. Esto es la sumatoria de un montón de gotas del mercado que han rebalsado el vaso”, opina Miguel Boggiano, CEO de Carta Financiera. “Y lo más saliente es que este jueves (por el 25 de abril) los inversores minoristas empezaron a comprar, se estima por 70 millones de dólares. Si los minoristas compran, estás complicado”, añade Boggiano, que vio dos noticias detrás del descalabro de la jornada.
La primera, el rumor del mercado de que la colocación de Letras del Tesoro (Letes) de tres días antes había sido suscripta casi en su totalidad por la Anses, dado el temor de los inversores por títulos que vencen después de la segunda vuelta electoral. En el organismo que dirige Emilio Basavilbaso no lo desmienten. La segunda noticia, que el Indec informó el 24 de abril que las exportaciones cayeron en el primer trimestre del año. “No debería sorprender porque el tipo de cambio que era muy ventajoso para exportar dejó de serlo por la inflación y las retenciones”, analiza el CEO de Carta Financiera.
“La liquidez es muy pobre, así que no puede haber grandes operadores moviendo grandes cantidades”, abona la hipótesis de Boggiano uno de los brokers cracks del mercado argentino. Lo mismo hace Mariano Sardans, CEO de FDI Gerenciadora de Patrimonios: “Son decenas de argentinos con guita afuera que llaman a sus asesores financieros, banqueros privados o brokers con la decisión ya tomada de vender los bonos”.
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Sardans habló en el último mes con una treintena de estos asesores argentinos, uruguayos, panameños o suizos en el extranjero y todos les dijeron lo mismo: “El argentino no busca consejo. Se las sabe todas. Llama para que le vendas los bonos”. El CEO de FDI les preguntó si los intentaban asesorar: “La respuesta es no porque saben de la Argentina lo mismo que sus clientes leen en los medios. Y no les conviene contradecirlos o aconsejarles que se queden en bonos argentinos. Son inversores afectados emocionalmente que salen a vender cualquier cosa a cualquier precio. Desde el punto de vista técnico, el trabajo sucio ya está hecho: la política fiscal de Dujovne es excelente, los brotes verdes aparecerán en las próximas semanas y no se necesita reestructurar la deuda. El tema es que CFK es el Frankenstein para el mercado”. No opina lo mismo Financial Times, que publicó este 25 de abril una dura crítica a la política económica de Macri y ubicó a la Argentina en la “cornisa”.
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A palos. “El Gobierno se está dejando cagar a palos por poca guita”, comenta otro broker. “Lo hace para licuar pasivos. Hay bonos que caen 6% por 8 millones de dólares. ¿Me vas a decir que no lo podés bancar?”, se pregunta este operador.
En el Gobierno intentan transmitir calma. Dujovne siguió de cerca el vaivén del dólar el 25 de abril, pero no cambió su agenda de audiencias en el ministerio y sólo se cruzó a la Casa Rosada para la habitual reunión de gabinete. Su viceministro, Miguel Braun, negaba, mientras, las versiones de que habían pactado de palabra con el FMI que le permitan este año un déficit fiscal primario (antes del pago de deuda) del 1% del PBI, por encima del 0% de la meta y de los desvíos previstos en el acuerdo del 0,3% para gasto social y del 0,2% para inversión pública.
En la misma jornada, en un almuerzo de poderosos empresarios, reinaba el desconcierto. Especulaban con la versión de que había sido el propio Gobierno el que filtró la encuesta de Isonomía para profundizar la polarización con Cristina Kirchner. “Si fue así, están jugando con fuego”, comentó uno de los comensales. “Los inversores desarman posiciones porque el Gobierno perdió credibilidad. Esto es game over o la fórmula María Eugenia Vidal-Martín Lousteau”, planteó otro, en sintonía con el clamor de los empresarios que habían escuchado a la gobernadora dos días antes en otro almuerzo, el del Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp).
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