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ECONOMíA | 05-07-2019 12:24

La pesada herencia de Lagarde: la mitad de los préstamos del FMI, con la Argentina

El 44% de los acreencias del Fondo ya está en manos argentinas y aún falta desembolsar otro tercio del crédito a nuestro país.

Un banquero de una entidad norteamericana repite una frase conocida en su sector: “Si vos le debés un millón de dólares a un banco, el problema es tuyo. Si vos le debés 1.000 millones, el problema es del banco”. Recurre al dicho para describir la situación del Fondo Monetario Internacional (FMI) con la Argentina, a la que le otorgó en 2018 el mayor préstamo que le ha concedido a cualquier país en su historia. El 44% de las acreencias del FMI está en manos argentinas. Es la pesada herencia que deja la abogada y política francesa Christine Lagarde, que finalizó sus ochos años de jefatura del Fondo para ir a conducir el Banco Central Europeo (BCE).

El último reporte semanal sobre las estadísticas financieras claves del FMI indica que la Argentina recibió 28.000 millones de derechos especiales de giro (DEG), la moneda del FMI, que equivalen a US$ 38.800 millones. El segundo mayor deudor del organismo internacional es Ucrania, que cobija el 12% de los préstamos entregados. La siguen Grecia y Egipto, con el 11% cada uno, y Pakistán, con el 6%. Solo 16 de los 189 miembros del Fondo están endeudados con él.

Además está previsto que la Argentina reciba otros US$ 17.600 millones en el programa que finaliza en 2021. Analistas consideran que se trata de una deuda que complica al organismo, ya no a Lagarde, que se retiró airosa tras sus rescates al sur de Europa, sino a su sucesor temporario, el subdirector gerente del FMI, el norteamericano David Lipton, el mismo que hizo rodar la cabeza de Luis Caputo al frente del Banco Central en septiembre pasado. Por regla, los países no pueden entrar en default con el Fondo ni pueden reestructurarle la deuda con quita de capital o intereses, como se puede hacer con los acreedores privados. Pocos países y en guerra cayeron en una cesación de pagos con el FMI, como Irak o Sudán.

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El propio organismo está interesado en que nadie deje de pagarle y por eso busca acuerdos aún a disgusto, como cuando selló uno con el gobierno de Eduardo Duhalde en 2003. Ese antecedente ilusiona a quienes consideran que debe renegociarse el actual préstamo con el FMI, que debe devolverse en un 78% entre 2022 y 2023. Opinan que el abultado endeudamiento puede jugar a favor de la Argentina para plantear un nuevo pacto que alargue los plazos del crédito y flexibilice las metas fiscales, aunque con la condición de emprender reformas laboral, previsional y otras estructrurales.

Aunque también ese mismo monto voluminoso puede dificultar una eventual petición de ampliar el préstamo para afrontar los fuertes vencimientos de títulos públicos, en manos del sector privado, en 2020. Como se dice en la jerga financiera, el FMI está demasiado "over-weight" (excedido de peso) con la Argentina.

No serán problemas de Lagarde, que, a diferencia de sus antecesores, evitó la prisión. En 2016 fue condenada en su país porque como ministra de Economía había sido negligente en un desvío de fondos públicos, pero los jueces la eximieron de la condena a un año de cárcel y le borraron ese antecedente por tratarse de una “personalidad de reputación internacional”. En cambio, su compatriota Dominique Strauss-Khan estuvo preso por proxenetismo y desvíos de fondos, mientras que el español Rodrigo Rato sigue tras las rejas por corrupción.

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Lagarde siempre apoyó al gobierno de Mauricio Macri, pero detrás de ella estaba el mayor accionista del organismo, Estados Unidos, con Donald Trump a la cabeza. Su sucesor es un economista ortodoxo, duro negociador, afable en lo social, que echó a Caputo porque quería el uso las reservas del Central para controlar el dólar, pero siete meses después debió aceptar esa opción ante la evidencia de su fracaso y la presión de Trump, aliado fundamental de Macri.

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