En el último siglo, la ciencia ha tenido "tolerancia cero" con la astrología, a la que clasificó sin piedad de superstición, cuando no de estafa o disparate. Pero esa condena fue casi siempre injusta.
Frente a los parámetros científicos que exigen la comprobación empírica de cualquier postulado, la astrología quedará eternamente mal parada. Porque a esta disciplina tan antigua como el hombre, que supo constituir un paradigma ordenador del mundo desde tiempos inmemoriales, no se la puede medir con la vara de las ciencias duras.
Para entender lo que hay detrás de una interpretación de la vida que conecta a los astros con los hombres como causa y consecuencia, hay que acercarse desde otro tipo de disciplinas como la antropología, la historia de las religiones, la mitología, el arte o la psicología.
(Te puede interesar: Brujería cool: por qué se da la revolución astrológica)
Justamente un discípulo de Freud, Carl Gustav Jung, es el que más profundizó en las nociones de destino y azar y en la resonancias del mundo interior del hombre con el contexto exterior, llámese a éste cielo o dios.
En el relato de la astrología, el ser humano vive de acuerdo a las reglas de la naturaleza: respeta los ciclos, acepta los nacimientos y las muertes, festeja la abundancia y sufre la escasez. Los antropólogos saben muy bien de qué se trata esta cuestión.
(Te puede interesar: Quiénes son las líderes de la astrología en las redes)
Es simplificador, entonces, condenar sin mayor análisis a una disciplina que ha sobrevivido por siglos y que todavía se niega a morir. Algo esencial y necesario debe decirle a los hombres para que se resistan a abandonarla. Tal vez ya sea tiempo de empezar seriamente a descifrarlo.
Comentarios