"Si gana el kirchnerismo, me voy a Estados Unidos, no quiero revivir el populismo”, confiesa el presidente de una de las principales cámaras empresariales de la Argentina, nieto de inmigrantes y con hijos emigrados. No es el único empresario que lo piensa. También un afamado periodista admite que lo evalúa porque teme revivir lo que ya pasó entre los K y la prensa. Aunque reconoce que quizá también se terminaría yendo con una reelección de Mauricio Macri, pues tampoco avizora una mejora económica.
“Sé que si ganan los Fernández, de alguna manera me van a echar del Conicet. Pero prefiero irme del país antes que tener miedo”, escribió en Twitter la biotecnóloga Sandra Pitta, una de las 150 intelectuales que respaldaron a Macri, un día antes de que el candidato a presidente del Frente de Todos le respondiera en un acto con científicos que no debía temer. Muchos de sus colegas piensan en emigrar pero si Macri es reelecto. Así lo explica uno de los directores del Conicet, Manuel Pecheny, un politólogo de centroizquierda que jamás se identificó con el kirchnerismo pero que esta vez firmó la solicitada de 8.500 científicos y profesores universitarios a favor de los Fernández: “No es que quieran irse del país, pero no tienen opción de quedarse si Macri sigue con lo que viene haciendo en ciencia”. Es el caso del joven físico Juan Ignacio Gossn y su pareja, que apenas terminen sus doctorados planean marcharse a Portugal o Bélgica, países con los que él coopera en su investigación: “Se complica continuar la carrera en la Argentina”.
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No solo por la cabeza de los científicos pasa la idea de partir. Elías Gismondi, joven camarógrafo y realizador audiovisual cordobés, lo analiza: “Cuatro años más de este tipo de políticas para unos pocos me genera una decepción terrible. Con mi novia vemos si comenzar una nueva vida en otro país con más oportunidades: no es cuestión de solo tener trabajo, porque cada vez se hace más difícil por los costos, el tema es hacia dónde vamos”.
En una elección presidencial polarizada como no se veía en 20 años, la Argentina comenzará a definir este 11 de agosto un futuro en el que muchos argentinos no se quieren inscribir. Más allá de que algunos famosos boquean que se irán del país si triunfa tal o cual, otros de renombre o simples ciudadanos se plantean con seriedad que la salida sea Ezeiza. El antikirchnerismo y el antimacrismo lo provocan. Muchos no quieren reeditar lo que padecieron durante 12 años. Otros se espantan con la idea de que el actual mandatario profundice sus políticas hasta 2023.
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Anti. Es muy probable que pocos se vayan solo porque venza el candidato odiado. Las principales emigraciones de argentinos se produjeron por la última dictadura, la hiperinflación de Raúl Alfonsín y la depresión económica de Fernando De la Rúa y el estallido de 2001. Sin embargo, los deseos de emigrar de algunos expresan el antagonismo de una Argentina que, por esa misma grieta, es difícil de gobernar. Quien venza tendrá la mitad del país en contra y ni siquiera podrá gozar de la otra mitad a favor. Deberá gobernar un país desesperanzado con la necesidad de reformas para revertir una década de estancamiento y una historia en la vía esquiva al desarrollo.
Muchos que votan a Macri o los Fernández tampoco están convencidos de que sean capaces de mejorar al país. El pasado y el presente los condena. Uno de cada tres de los que votarán en las PASO por la reelección del candidato de Juntos por el Cambio lo hará sobre todo porque es el de más posibilidades de derrotar a los Fernández. Entre los votantes del Frente de Todos, un cuarto lo elegirá porque es la alternativa posible para evitar la continuidad del actual gobierno. “El voto anti es alto, demuestra la vigencia de la grieta y que el que está de un lado no está del todo conforme con el dirigente que lidera su espacio pero le tiene fobia al rival”, analiza Federico Aurelio, director de Aresco. En la primera vuelta y en un eventual ballottage, cada vez menos probable por la polarización, muchos de los que votarán por uno u otro lo harán pese a desconfiar de ellos, según Aurelio.
Es dable que muchos de los que voten al ganador se pasen a la oposición en 2020. Sobre todo con los ajustes que quedan por delante. En principio, Macri corre más riesgos de protestas callejeras porque acumula cuatro años seguidos y carece de control de sindicatos y organizaciones sociales. Los Fernández podrían enfrentar caceroleros. Ninguno gozaría de la luna de miel de los nuevos mandatos.
La politóloga Victoria Murillo, docente de la Universidad de Columbia (Nueva York), escribió el mes pasado un artículo en El Estadista que se tituló “El mal menor”: “La polarización no es nueva en la Argentina donde el peronismo histórico había ya dividido al electorado por generaciones. La novedad es que el polo antiperonista incluye a un candidato peronista a vicepresidente y que los polos entusiasman a una minoría y no a una mayoría, como el peronismo histórico. Un tercio de votantes se verían forzados, ante la falta de alternativas, a elegir un mal menor”.
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Más adelante, Murillo afirma: “Para ambospolos, apoyados por minorías intensas, exacerbar la polarización parece ser la única opción. El esfuerzo no es ya por entusiasmar a los votantes, sino por asustarlos frente a la alternativa. A 36 años de la transición democrática y con una situación económica que nos recuerda la recurrencia de las crisis, la esperanza de anteriores campañas electorales parece haber sido reemplazada por el miedo a la alternativa como incentivo para atraer a los votantes. La Argentina no está sola en este camino, un mundo de polarización y desencanto con la política nos rodea. El desafío de la política, gane quien gane, es recuperar la promesa de un futuro que entusiasme a la ciudadanía, y tratar de cumplir esas promesas”. La docente advierte de que si no, se corre el riesgo de que aparezcan outsiders que prometan acabar con la política y pongan en riesgo los derechos ganados con la democracia.
Famosos. En octubre pasado, la conductora de América TV Pamela David había soltado: “¿Vuelve Cristina a la presidencia? Me voy”. Medio año después, su marido, Daniel Vila, dueño de ese canal, entre otros medios, asistió a la presentación del libro “Sinceramente”, de CFK, y aclaró: “Pamela dijo que se iba del país si ganaba Cristina en broma”.
Varios habían prometido marcharse si Macri triunfaba en 2015, pero incumplieron. Son los casos de los periodistas Diego Brancatelli y Oscar González Oro, el músico Ignacio Copani, sus colegas de La Mancha de Rolando -amigos de Amado Boudou- y el actor Gerardo Romano. Brancatelli prometió en mayo último que esta vez se irá en serio: “Tengo un hijo recién nacido, no quiero que crezca en un país neoliberal y sin esperanza, que maltrata las ilusiones de los trabajadores”.
¿Volverá Florencia Kirchner de Cuba si Macri es reelecto y piensa que en su segundo gobierno corre riesgos de ir a la cárcel? ¿El ex espía Horacio Stiuso se marchará otra vez a Estados Unidos si ganan los Fernández, como hizo en el final del gobierno de CFK?
Por lo pronto, la diputada de la Coalición Cívica Paula Oliveto, una de las denunciantes de la ex presidenta, advirtió en noviembre pasado: “Si gana Cristina, yo me tengo que ir de la Argentina”. El actor anti K Alfredo Casero se fue en junio a trabajar a España: “No tengo que dar explicaciones de qué es lo que estoy haciendo, si me estoy yendo del país porque le temo a estos hijos de mil puta. Sin embargo, voy a volver para disfrutar cómo se comen el polvo”. El mes próximo estará de regreso.
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El mismo mes que Casero se iba a Ezeiza rumbo a Barajas, Jorge Lanata espetó en su programa de Canal 13: “Escuché muchas veces: ‘Si ganan los K, me voy del país’. Es un comentario bastante snob. ¿Se acuerdan cuando decían: ‘Si ganan lo comunistas, me voy al campo’? ¿Sabés qué? Yo creo que si ganaran los K, hay que quedarse, no hay que irse y dejarle el país a los hijos de puta. El país es también nuestro. Si ganan los K, yo me voy a quedar”. Otros no lo acompañarán.
Vecinos. Una crítica gastronómica de 37 años, soltera de Vicente López, cuenta que si ganan los Fernández, planea irse a España o Italia, país del que tiene la nacionalidad. “Si gana el gobierno actual, me costaría seguir en la Argentina, pero creo que más tarde o más temprano las cosas van a mejorar. En cambio, si gana Fernández, estoy segura, por los 12 años que estuvieron, que las cosas van a ser como fueron y otra vez no lo voy a poder aguantar. Había desocupación y no se reflejaba verdaderamente, había inflación y se le echaba la responsabilidad a los empresarios, había inseguridad y se tapaba. La alternativa de Roberto Lavagna si se unía el peronismo hubiera dado esperanza, pero tuvieron cuatro años para hacer algo y no lo hicieron. Entonces otra vez la historia de Macri o el kirchnerismo. Y no es que le doy la oportunidad al macrismo, que ya demostró que no puede, es que ya la pasé muy mal desde 2003 a 2015”, comenta la vecina de zona norte.
Un matrimonio de docentes universitarios de 35 y 29 años de Bahía Blanca analizan si migrar en caso de victoria del Frente de Todos, pero ocultan sus nombres después de que Fernández mencionara a Pitta. Él asegura que tres amigos ya averiguan cómo vender “todo” y marcharse, mientras que, por su trabajo, una docena de ganaderos le contaron que venderían toda su hacienda.
“Yo ya estoy vendiendo todo”, comenta Alejandrina Arauz, directora ejecutiva de una cámara de laboratorios farmacéuticos. “Gane quien gane, considero inviable a la Argentina. No sigo criando mis dos hijas en este lugar. No es un tema del político de turno, sino de la cabeza de la gente, que está quemada con ácido”, agrega esta porteña de 49 años.
Darío Ter-Zian, licenciado en comunicación, músico y diseñador industrial de Tapiales, en La Matanza, también estudia irse sin importar el vencedor. De 46 años, casado y con un hijo, advierte: “Veo que mi país está consumido y con un futuro muy borroso”.
Ezeiza. “¿Te vas? ¿Adónde?”, se pregunta el consultor político Sergio Berensztein. “Hoy es difícil establecerte en un país distinto. Igual es interesante el fenómeno de que la gente se quiera ir. Diez años de estancamiento desilusionan al que sea, pero si crecés dos años seguidos, todos van a estar contentos, como cuando ganás al fútbol”, comenta sobre un mundo en el que se levantan barreras a la migración. Más fácil la tienen los de doble nacionalidad y eso se refleja en el aumento de la cantidad de pasaportes españoles e italianos emitidos en los consulados de Buenos Aires.
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En los focus groups, Berensztein percibe “la desilusión del votante, sería raro que la gente esté feliz con la caída salarial, pero quizá mejore el ánimo electoral si surge algo interesante en la campaña previa a la primera vuelta, que es cuando se arriesga más, o si se recupera la economía, los planes de cuotas influyen”. De hecho, el índice de confianza en el Gobierno de la Universidad Di Tella había bajado al peor nivel de la era Macri en abril pasado, pero en julio subió al mismo nivel que cuando CFK ganó las elecciones de 2007.
Berensztein admite que dos tercios de los argentinos critican al sistema político, aunque eso no implica una postura antidemocrática. “El argentino votó salvadores, con Kirchner, con Macri, y no funcionó. Ahora vota más de lo mismo, no hay un voto bronca como en 2001, que ponían un salame en el sobre”, analiza el politólogo. No cree que el voto anti supere al histórico y recuerda la polarización de las elecciones de 1983, 1989, 1999 y 2015, aunque esta última forzada por la inédita segunda vuelta.
“Incentivar la grieta puede hacer ganar una elección, pero nos hace más brutos y pobres”, advierte el neurocientífico Facundo Manes. “Es una manera de complejizar aún más nuestro futuro, porque, cuando ganes, vas a tener que gobernar un país cada vez más dividido”, prosigue Manes, antes de describir el panorama social: “Sigo notando cierta apatía. Me asombra que en un país con las necesidades impostergables que tenemos sigamos dilapidando recursos de manera vergonzosa para publicidad oficial o para una campaña que solo sirve para mostrar caras sonrientes y agresiones”.
Al sociólogo y doctor en derecho Roberto Gargarella, profesor de las universidades de Buenos Aires y Di Tella, le llama la atención “el hecho de que los dos grupos políticos principales presentan propuestas económicas sorprendentemente similares en todo lo importante: Vaca Muerta y el uso de los recursos naturales, dólar, inflación y asistencia social”. “En contraste, los grupos militantes allegados a ambos frentes insisten con imágenes apocalípticas asociadas con su rival: ‘Si vuelven, van por la venganza’, ‘si siguen, aplican de una vez su plan de exterminio’. A la vez que mantienen una notable impermeabilidad frente a cualquier crítica, llámese causa de los cuadernos o inflación desatada. Todo lo anterior torna explicable que una mayoría de la gente se acerque a semejante espectáculo con actitudes que van de la indiferencia al estupor: lo que se conoce como un estado de fatiga democrática. ¿Cómo puede ser que tantos promuevan discursos tan encendidos frente a prácticas que han fracasado y discursos que hoy se muestran a la vez tan cercanos?”, se pregunta Gargarella.
Profecía. Maristella Svampa, licenciada en filosofía, doctora en sociología, investigadora del Conicet y profesora de la Universidad de La Plata, opina que “la polarización no sólo simplifica, sino que empobrece el debate político, genera un clima tóxico, irrespirable y, en el mediano plazo, despolitiza a la gente, pues obtura la construcción de otros posicionamientos”. Responsabiliza de ella a los últimos gobiernos y a los grandes medios. Svampa advierte que esta vez ambos bandos buscan el “knock out en el primer round”, es decir, en las PASO. Observa que “11 años de polarización salvaje”, desde el conflicto del campo en 2008,“hacen que la Argentina devuelva la imagen de una sociedad muy dañada”. “Por eso el desaliento que vemos en tanta gente. Ello abre a escenarios muy peligrosos, en un contexto de polarización sistémica, donde los actores sociales y políticos, como vemos en Europa, Estados Unidos o acá cerca en Brasil, suelen buscar un cierre drástico a este tipo de situaciones de la mano de derechas autoritarias”, alerta Svampa. Ojalá sea una profecía incumplida.
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