Alberto Fernández estaba furioso. Aunque no es un hombre al que le cuesta engranar, esta vez tenía la fuerte convicción de que lo que había hecho Juan Grabois era una estupidez o, directamente, una provocación. El dirigente social había posado para una foto con un alto funcionario macrista, al que se había cruzado de casualidad, y para el entonces operador de Cristina Kirchner la imagen, en plena campaña, había sido un gran error. Se lo hizo saber rápido a Grabois, otro que nunca se caracterizó por tener pelos en la lengua, y la conversación telefónica escaló de tonos. Hubo reproches cruzados, pero Fernández, político con cintura, evitó el estallido a tiempo y le propuso una tregua: que fuera a conocer el departamento en el que vive en Puerto Madero para saldar la disputa.
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Ese fue el primer gran cruce que tuvieron Grabois y Fernández. Ocurrió a mediados de mayo, poco antes de que CFK entronizara al ex jefe de Gabinete como su candidato presidencial. El dirigente social, que para ese entonces decía en público que quería que “vuelva Cristina, pero no la gente espantosa que predica la revolución desde Puerto Madero”, salió conforme de la reunión de la casa de Fernández. “Alberto nunca vendió que era Robsespierre, entiendo que tiene que generar un equilibrio”, decía. Pero los chispazos, que hoy volvieron a aflorar luego de que Grabois difundiera su idea de encarar una reforma agraria a partir de diciembre, continuaron. Seis días después de la contundente victoria del Frente de Todos en las PASO, Grabois escribió una columna en Infobae titulada “Alberto Fernández, entre sirenas, unicornios y sanguijuelas”. Ahí el dirigente alertaba sobre los peligros que, para él, representaban “los cantos de las sirenas neoliberales”. El texto hacía referencia a la visita del fundador de Mercado Libre, Marcos Galperín, a las oficinas de la calle México. La nota era provocadora, pero Fernández, una vez más, hizo gala de su tacto político y felicitó, via WhatsApp, a Grabois por su escrito. No fue una ironía: el que probablemente sea el futuro Presidente le aseguraba al dirigente social que sabía para quien tenía que gobernar.
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Sin embargo, el albertismo fue menos papista que el Papa. Luego de la columna, hubo un dirigente peronista muy cercano a Fernández que explotó: “¿Qué quiere Grabois? ¿Qué traigamos a sus amigos del Gobierno, como a Stanley? Que se deje de joder”. Los reproches hacia el referente de la CTEP continuaron por lo bajo, y la semana pasada volvieron a crecer. “¿Grabois no entiende nada? Alberto baja línea de llevar calma, el Gobierno está esperando que pisemos el palito y este pibe va y corta todo el Metrobus”, se quejaba un sindicalista muy cercano al candidato. El hombre estaba enojado por las imágenes que le mostraba la televisión, el miércoles pasado: una marcha de los movimientos sociales, por el centro porteño, en la que reclamaban “medidas urgentes y concretas” al Gobierno, para enfrentar la crisis económica. Entre los miles que marchaban se destacaba Grabois, que le pidió a Macri que “deje de boludear”. La cuerda con el albertismo, que quiere mantener el perfil lo más bajo posible, volvió a tensarse. No fue el único factor de tensión de aquellos días: el acercamiento de Alberto con Clarín promete ser un problema más con Grabois, fuerte crítico de la fusión de Telecom con el Grupo.
Es un misterio como continuará la relación de Grabois con Fernández. Ninguno de los dos lo sabe, aunque el referente de la CTEP suele decir, quizás como una premonición, que “para los políticos es más fácil ser amigos con los dirigentes sociales en la campaña que cuando llegan al gobierno”.
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