***1/2 Toda película transcurre en un universo que se parece (a veces muchísimo) al nuestro pero no lo es. Lo que nos permite revisar mundos a los que no tenemos acceso. Por ejemplo, el mundo de los malos, ni más ni menos lo que hace Descuida, yo te cuido.
Hay una persona malísima: vive de estafar viejos en sus últimos años de vida gracias a una trampa legal y a la falta de escrúpulos. Un mal día, encuentra una mina de oro: una anciana sola y millonaria a la que puede desplumar a gusto. Pero detrás en realidad hay otra cosa: un mafioso absoluto.
Entre estos dos malos se establece un juego de presiones que, dado que nos ponemos alternativamente del lado de uno y de otro, hace bascular nuestro sentido moral. Eso está bien y vuelve todo una comedia negrísima.
Pero detrás, y a pesar del protagónico extraordinario de Rosamund Pike como la estafadora central, cuando todo parece resolverse del modo más negro, aparece la moralina. No es ilógico lo que sucede, pero es tranquilizador de un modo artificial.
Es el problema de plantear un mundo exclusivamente “malo”: por mucho que se parezca al nuestro, no lo es.
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