“La pandemia se llevó amigos, eventos, vida social, sonrisas, afectos, abrazos. También la cotidianeidad de nuestros hábitos, porque se cerraron las puertas de cines, teatros, restaurantes, escuelas, tiendas, y hasta la nuestra, para dejarnos encerrados en nuestra casa, nuestro cuarto, nuestro placard. Y así comenzó la aventura de reconocernos y enfrentar nuestras vidas e historia, cara a cara con nuestro vestidor”. Así se define, desde la introducción, el nuevo libro del asesor de imagen y especialista en moda Fabián Medina Flores, “Salir de la jaula” (Grijalbo). Abordando la idea de la enorme transformación que debimos vivir en estos últimos dos años, el autor se enfoca sobre todo en la moda, cuyos códigos supieron interpretar a la perfección el ánimo popular.
Aunque no todos lo vivieron de la misma forma. Entre los enfoques más interesantes estuvo el de las nuevas generaciones, los millennials, los centennials y la generación alfa (los que nacieron a partir de 2010). A su modo de percibir esta crisis mundial a partir de su vestimenta Medina Flores le dedicó un capítulo especial, tan rica es su lección. “Deberíamos tener presente que creer que uno siempre es canchero y sabe todo es un rasgo de vejez, y estar atentos a las generaciones más jóvenes que nos rodean, los propulsores del cambio que se viene”, advierte.
Más libres
La mayor diferencia de este segmento posiblemente esté en la libertad con la que se mueven. Con muchas menos inhibiciones que en otras épocas, los chicos de hoy van estableciendo el propio código a la medida de sus necesidades. Sí, se suben a ciertas modas, pero no tienen miedo de crear la suya. “Se caracterizan por una búsqueda mucho más personal y propia del modo de vestir. No se los puede leer con códigos antiguos como los nuestros. La información está en la búsqueda y el interés particular de cada uno de ellos”, detalla el autor, que asegura que son mucho más cosmopolitas, y así lo aplican en su acepción de la moda. “Son los chicos que nacieron con el sushi, el matcha, la leche de almendras”.
Una de sus mayores libertades es la no distinción entre géneros. Su ropa fluye sin necesidad de estereotipos. Si está bien y es diseño, funciona, no importa quien lo lleve. En ese sentido, Medina Flores apunta el caso de Harry Styles, el cantante de One Direction (hoy solista) que fue el primer hombre en ser tapa de la revista Vogue en solitario, y lo hizo vestido de mujer. “Y no se dudó de su sexualidad, porque no es tema de nadie: solo importó si le quedaba bien, lo divertía y lo representaba”, apunta. También marca el estilo del actor Timothée Chalamet, un ícono para muchísimos jóvenes que combina las estampas y colores más llamativos con moldería clásica y sobria, combinando lo arriesgado y lo formal en una sola prenda o look. O el de los hombres de la serie “Elite”, que aportan una estética diferente con sus equipos sexies y plenos de bijou, y que el actor Manuel Ríos sabe capitalizar muy bien entre sus casi 3 millones de seguidores en Tik Tok.
A diferencia de las generaciones anteriores, que tal vez admiraban lo más cercano y local, los chicos de hoy se inspiran en figuras del mundo. Influencers, cantantes, actores: todos están cerca gracias a las redes e Internet. “Sus ídolos tienen mucha más vanguardia que los de nuestra época: si para mí lo importante era lo que se pusiera el galán de ‘Jugate Conmigo’, para ellos es Styles o Chalamet. ¡Gente con horas y horas de vuelo!”, destaca el experto.
Hoy tampoco se concibe la vida con el mismo espíritu de sacrificio que las anteriores generaciones. Según el autor, cambió la definición de éxito. Los centennials no evalúan por competencia o sufrimiento, básicamente porque ya no existen los límites que romper. “Hoy no hay Billy Elliot, porque cualquier chico puede hacer ballet desde pequeño y a nadie le va a parecer raro”, sostiene. En ese camino, saben un poco de todo, desde cocina, tecnología, arte, música, cine o lo que fuera. Y si están interesados, pueden destacarse en cualquier cosa que prefieran. Esto también aplica a la moda.
Qué buscan
Los más jóvenes también tienen ciertos valores como estandarte. Según un estudio realizado por la consultora Anerca International, especializada en tendencias de consumo, siete de cada diez millennials dicen estar comprometidos con un estilo de vida ambientalmente sostenible. Y esto, que primero se reflejó en la alimentación en busca de productos naturales, orgánicos y con menor huella de carbono, ahora comienza a trasladarse a la moda. Ellos buscan la misma transparencia y comienzan a exigírsela a una industria que es de las más contaminantes del mundo.
“En Estados Unidos, cuatro de cada diez jóvenes aseguran que intentan evitar marcas o compañías que consideran que no son amigables con el medio ambiente ni con quienes fabrican el producto. Y aunque el número sigue siendo inferior con respecto a la comida, el 38% sostiene que revisa la información de la etiqueta y la marca antes de comprar una prenda”, cuenta Medina Flores. Las de algodón se llevan el podio: son las elegidas por cómodas, sostenibles y de gran calidad.
Las nuevas generaciones también son muy sensibles al engaño; si depositan su confianza en una marca y después resulta que su presentación de sustentabilidad no era tal, pierden la confianza por completo. “Para conseguir clientes fieles, las empresas van a tener que ser cada vez más claras y auténticas. Y no es chiste: los millennials ya son la voz más fuerte del mercado, porque son la generación que más consume en este momento. Están llegando a posiciones de liderazgo social, cultural y comercial, y no falta mucho para que sus valores sean la norma que impere”, describe el autor.
Tampoco son indiferentes al lujo. Se estima que para 2026 la mayoría de los consumidores de lujo será de la generación millennial. Y así, saben muchísimo más de marcas que en otras épocas. “Nosotros tuvimos que ser adultos para saber quién era Louis Vuitton, Gucci, Prada o Balenciaga”, enfatiza el experto. ¿Y por qué están más empapados? Porque las marcas emblemáticas ya les hablan directamente. Supreme es un gran ejemplo, tan admirada y aspiracional que sus prendas pueden valer incluso más en la reventa. Off White, de Virgil Abloh y propiedad del grupo LVMH, es otro caso, muy exitosa en su estilo de moda urbana de lujo y con influencias del skate y el hip hop. Y hasta las marcas más tradicionales entendieron la importancia de hablarle a este segmento; antes Tiffany & Co. jamás se hubiera ocupado de niños. “Tal vez vendía sonajeros o cucharas de plata, pero nunca se había interesado en contarle a los más jóvenes quién era como compañía”, opina Fabián.
Ese lujo, sin embargo, encuentra su costado más cool en la mezcla. A estos chicos les gusta comprar online y mezclar, porque pueden combinar su ropa de Armani o Fendi con otras marcas desconocidas o más indie. “Y no les importa tanto el precio de lo que adquieren como la calidad”.
Bajado a tierra
Como buenos hacedores de su propio camino en libertad, también son creadores de sus propias tendencias. Dada su plasticidad, no es tan fácil definirlos, pero hay algunos conceptos clave.
Por ejemplo, que los hombres también llevan accesorios, sin miedo a jugar ni combinar, y que le dedican tiempo y cuidado a cómo se ven. Que las transparencias se aprecian e ir sin corpiño no es problema. Que los buzos, estandarte del “comfy look” que dejó la cuarentena, siguen más vigentes que nunca. Que las zapatillas llegaron para quedarse de la mañana a la noche. Y que hasta la prenda más icónica está cambiando bajo el reinado de las nuevas generaciones: los centennials están avanzando con los baggy jeans, mucho más sueltos que los eternos chupines. Como prueba de todas estas tendencias, basta darse una vuelta rápida por Tik Tok, su red preferida y de cabecera.
“Hoy los chicos se filman las 24 horas y van creando su propia versión 3D. Me gusta que transmitan y compartan, pero quisiera que no se pierdan a sí mismos en el camino. O mejor aún, que encuentren la forma más única y genuina de brillar”, sintetiza el autor.
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