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CULTURA | 02-11-2018 11:23

Artes visuales: poesía y movimiento

“Teatro de encuentros” de Alexander Calder en Fundación Proa, la extraordinaria exhibición del artista del significado flotante.

Los visitantes salen con una sonrisa de Fundación Proa, tras recorrer la extraordinaria exhibición “Teatro de encuentros” de Alexander Calder (Estados Unidos, 1898-1976). Quizás sea porque, tal como quería el artista, éstos rechazan los significados rígidos y se sienten libres ante la obra; siguen sus propias intuiciones e interpretan sus propios sueños. Quizás sea porque, como escribió Jean-Paul Sastre, “Calder no sugiere nada: atrapa auténticos movimientos vivos y les da forma. Sus móviles (…) son absolutos”. Quizás sea porque, como dijo Marcel Duchamp, sus trabajos son “pura joie de vivre (alegría de vivir). El arte de Calder es la sublimación de un árbol en el viento”. La independencia de la obra habilita a sostener diversidad de pensamientos y encontrar multiplicidad de sentidos.

Los poéticos móviles de Calder cambiaron la percepción de la escultura; no conmemoran a nadie ni aspiran a ser vehículo de ritual alguno, como en las piezas tradicionales, y tampoco son estáticos. Sus emotivos móviles, con formas orgánicas abstractas, están suspendidos en el aire y poseen un inusual sentido del movimiento siempre cambiante -impulsado por la vibración y corrientes de aire-; a veces, incorporan el sonido. Hijo y nieto de artistas, se formó como ingeniero; se volcó a la práctica artística sumando sus conocimientos científicos y tecnológicos.

“Teatro de encuentros” es una seductora coincidencia de estímulos sensoriales y equilibrios físicos, líneas danzantes y esculturas voladoras. La exhibición está organizada por Fundación Proa con la colaboración de Calder Foundation (Nueva York) y la curaduría de Sandra Antelo-Suárez, quien acompañó su presentación en Buenos Aires junto a Alexander S.C. Rower. Nieto del artista y presidente de Calder Foundation, Rower afirmó “Calder es reconocido como el primer artista verdaderamente internacional del siglo XX. Entre 1926 y 1933, cruzó el océano Atlántico 12 veces. En Europa y los Estados Unidos, los espectadores de vanguardia recibieron con entusiasmo (…) sus móviles abstractos, puntapié inicial de una revolución cinética en el arte moderno”.

La curadora Antelo-Suárez presenta 60 obras que abarcan seis décadas de trabajo: dibujos, pinturas, piezas escultóricas, joyas y videos, registrando la extensión de las preocupaciones estéticas del artista. Distribuida en cuatro salas, la muestra sigue cierto orden cronológico. En la primera sala se despliegan trabajos de los años ‘20. Son dibujos de animales, con certero trazo de tinta con pincel sobre papel, y esculturas, dibujos de alambre suspendidos o sobre bases de madera, en situaciones en movimiento (pecera y sus habitantes, famoso cantante, célebre tenista, acto circense, animales). Aquí también la iluminación es de gran importancia; la sombra de las líneas en el espacio se refleja en las paredes adyacentes creando un efecto escenográfico.

Tras los ensayos del artista con objetos ingrávidos, en sala 2, puede verse el camino del artista hacia la abstracción en pinturas, collages, y en piezas mecánicas antecedentes de los móviles. Aquí hay una instalación clave en la trayectoria de Calder. “Esfera pequeña y esfera pesada”, 1932, resume varios elementos del arte moderno y contemporáneo: la abstracción, el arte de la instalación y los objetos encontrados (botellas y latas); también suma el sonido y la activa participación del artista o el observador, anticipándose a la práctica de la performance. Dos esferas, grande y chica, penden centralmente del techo, rodeadas de botellas y latas; alguien tiene que darle un primer envión a las esferas para que comiencen a girar y golpear (con final incierto) los objetos del suelo, que suenan sutilmente con el impacto; demasiado revolucionaria, en su primera gran muestra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, en 1943, no quisieron exhibirla.

Con un planteo más claro y profundo del movimiento, los móviles de los años ’40 y ’50 se adueñan de sala 3, como “Triple Gong”, ca. 1948, de chapa de latón, alambre y pintura (Calder Foundation, New York; Donación prometida de Holton Rower). Con el sentido y el movimiento en constante evolución, sala 4 despliega también algunos “stabiles”, esculturas estáticas con movimiento implícito de los ‘70. Capta el movimiento en “Untitled”, ca. 1934 [Sin Título], tubo, varilla, madera, hilo de alambre, y cuerda (Calder Foundation, New York) y “Black Widow”, 1948 [Viuda negra], lámina de metal, alambre y pintura (Colección Instituto de Arquitetos do Brasil, São Paulo (IABsp) dan cuenta de su proceso creativo y de la asociación de distintos materiales y dinámicas. ¿Los móviles no se asemejan a las fotos publicadas aquí? Precisamente, cambian constantemente.

Con la presentación de la obra de este precursor con impacto duradero en el arte contemporáneo, Fundación Proa difunde nuevamente los grandes hitos artísticos del siglo XX. Es una experiencia para no perdérsela, que el importante catálogo -con ilustraciones y textos históricos y contemporáneos- ayudará a rememorar.

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por Victoria Verlichak

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