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CULTURA | 15-10-2022 00:52

Cancillería: Pasado aristocrático y presente cultural

La iniciativa “El palacio cultural” abre una de las mansiones más bellas de la ciudad. Cuándo y cómo visitar el Palacio San Martín.

Trasponer los monumentales portones de hierro forjado que custodian, celosamente, el acceso al noble edificio donde funciona la Cancillería Argentina, es lo más parecido a realizar un viaje hacia el pasado en la máquina del tiempo que imaginó el escritor británico H. G. Wells.

Una vez dentro, con los pies sobre los viejos adoquines de piedra que cubren el patio oval, puede observarse una galería de columnas dóricas donde, en cualquier momento, podría aparecer la figura señera de Mercedes Castellanos de Anchorena, la legendaria propietaria de las tres casas que componen el denominado Palacio San Martín.

Obra cumbre del arquitecto español Alejandro Christophersen, fueron construidas por expreso deseo de una de las mujeres más ricas del país, para que habitaran en ellas sus hijos Emilio, Enrique y Arón, un niño bien que “tiraba manteca al techo”. Tal vez el más conocido de sus vástagos por haber pasado a la historia como acompañante de Jorge Newbery, en el primer viaje en globo aerostático que surcó los cielos rioplatenses en “El Pampero”.

Palacio San Martín

Palacio Anchorena

La santafecina, Mercedes Castellanos (1840-1920), viuda de Nicolás Anchorena; fue una destacadísima integrante de la aristocracia argentina de la época. Tuvo once hijos con su esposo y al fallecer éste, heredó una fortuna cuyo monto aproximado era de cuatro millones de libras esterlinas, de aquella época. Devota, ferviente católica, hizo erigir la Basílica del Santísimo Sacramento (San Martín 1039, donde reposan sus restos mortales), la Iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes en Belgrano, donó el altar mayor de la Catedral de Salta y parte de las instalaciones del Seminario Conciliar de Buenos Aires. Ejerció a tal punto la beneficencia que el Vaticano, en reconocimiento a su generosidad, le otorgó el título nobiliario de Condesa Pontificia y la condecoró como Dama de la Rosa de Oro.

Su riqueza era tan grande que en el “Fausto criollo”, escrito por Estanislao del Campo, cuando el Diablo tienta al protagonista, se afirma: "Si quiere plata tendrá / mi bolsa siempre está llena, / y más rico que Anchorena / con decir quiero, será."

La ilusión de Mercedes era inaugurar el conjunto de casas, llamado originalmente Palacio Anchorena, para 1910. Deseaba celebrar con toda pompa y circunstancia el Centenario de la Independencia Argentina y alojar en sus instalaciones a la Infanta Isabel de Borbón, principal invitada a los festejos oficiales. Finalmente, esto no ocurrió porque la edificación se inició en 1909 y se demoró algunos años.

La construcción va de la mano de un gran proceso de transformación urbanístico y social de la ciudad ya que, debido a la epidemia de fiebre amarilla, la mayoría de los linajes aristocráticos se trasladaron desde el sur hacia los barrios del norte.

Palacio San Martín

La acaudalada mujer y sus hijos vivieron allí aproximadamente durante veinte años, hasta que, en 1936, debido a la crisis financiera que acosaba a la estirpe, se vieron obligados a vender el lujoso inmueble al Estado. Este pasó a denominarse Palacio San Martín.

Estilo de vida

“La rara mezcla entre el pasado patricio de los Anchorena y el presente como sede ceremonial de la Cancillería, vuelve al edificio un lugar mágico. Sobre todo, al recorrer los distintos salones, decorados de manera ecléctica, se siente que te abraza la historia”, afirma el licenciado en Artes Visuales Gustavo Derfler, encargado de guiarnos por el entramado de este pequeño Versalles autóctono.

El diseño del arquitecto Christophersen reconoce varias fuentes de inspiración en residencias francesas y se ubica en la tendencia denominada Beaux Arts, derivada de las enseñanzas y teorías de la famosa escuela parisiense. La organización de todos los interiores es la habitual de este tipo de lujosas residencias. Cada una de las casas tiene varios niveles, siendo el hall de honor con su escalera principal, el espacio protagónico. Toda la decoración refleja el alto nivel artesanal de la época en que fue erigido. Hay estucados e imitación de mármoles, revestimientos de madera noble, pisos de roble de Eslavonia con guardas en composé, mayólicas y hierros forjados por los talleres Zamboni (dato curioso, el anarquista ucraniano Simón Radowitzky, asesino del jefe de policía, el coronel Ramón Falcón, fue uno de los operarios que trabajó en esa herrería).

Pero sólo se conservan pocos muebles originales dado que la mayoría de los propietarios solía llevarse sus bártulos cuando liquidaba sus caserones. Así, se destacan un reloj de pie, una mesa estilo veneciano y dos gabinetes de manufactura china. Abundan las obras de arte, la mayoría adquiridas en los noventa, época de gestión del culto canciller Guido Di Tella, quien se propuso revalorizar la impronta francesa del lugar. “El mundo prometido a Juanito Laguna”, de Antonio Berni, uno de los cuadros más destacados de la colección.

Palacio San Martín

Puertas abiertas

“La idea es abrir el Palacio a la comunidad, que esto no sea un espacio que transiten solamente los funcionarios diplomáticos o destinado sólo a ser sede ceremonial de la Cancillería, sino que paulatinamente pueda ser más permeable a tener un vínculo con la comunidad”, afirma Paula Vázquez, Directora de Asuntos Culturales, abogada, escritora y alma mater de las librerías “Lata peinada”, de Madrid y Barcelona.

Así surgió la iniciativa denominada “El Palacio Cultural”, que se desarrollará en los salones del edificio con propuestas musicales y encuentros de escritores y artistas. El detalle de visitas guiadas y la programación pueden consultarse en la página web de la Cancillería. Para que todo el mundo tenga acceso a uno de los edificios más bellos de la ciudad.

 

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Jorge Luis Montiel

Jorge Luis Montiel

Periodista crítico de artes y espectáculos.

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