Quirós, a secas. Así se menciona al Ministro de Salud de la Ciudad de Buenos Aires, en el centro de la escena en tiempos de pandemia. O Fernán Quirós, un poco más formal. Tal vez en plan de simplificar, su nombre ha quedado acortado en la memoria popular y ni siquiera contempla su apellido completo. De hacerlo hablaríamos de Fernán González Bernaldo de Quirós, dejando en evidencia un linaje que vale la pena rescatar. El médico y funcionario que hoy está en boca de todos fue alguna vez un niño que correteaba por la casona de Vicente López de su tío abuelo Cesáreo Bernaldo de Quirós, uno de los pintores argentinos más prolíficos y con mayor proyección internacional del siglo XX.
Activo y familiero
“Era el hermano de mi abuelo materno. Recuerdo su casa llena de cuadros, muchos murales muy grandes, apoyados contra la pared del living. Tengo la imagen de estar jugando rodeado por obras, algunas de las cuales después encontraría en el Museo Nacional de Bellas Artes o en alguna exposición de Zurbarán”, evoca el ministro. Aunque tenía apenas 6 años cuando su tío abuelo murió, guarda recuerdos vívidos de un hombre grande pero físicamente muy activo, siempre dedicado a su trabajo y a la vez simpático y atento con los niños alrededor. Pilar, una de sus hermanas mayores y hoy doctora en Historia de la Universidad París I-Panthéon Sorbonne y asimismo profesora de Historia y Civilización Latinoamericana en dicha institución, aúna sus memorias como profesional y niña. “Recuerdo que cuando murió fuimos a una misa y lo filmaron para la TV. En un noticiero se ve el cortejo y salió Fernán”, rememora.
A la vez, Pilar menciona un momento importante post mortem en la carrera de su tío abuelo artista: “en 1991 se presentó en el Palais de Glace la mayor exposición que hubo sobre él. Eran alrededor de 160 obras y estuvo a cargo de la galería Zurbarán, quien siempre siguió mucho su trabajo”, apunta. De hecho, agrega que el mayor libro sobre su carrera fue editado por Ignacio Gutiérrez Zaldívar, fundador de la galería, que recopiló en el título “Quirós” más de 1200 ilustraciones sobre la vida y obra del artista, así como un catálogo razonado de su producción. “Es mi artista argentino preferido -asevera el marchand y galerista-. Hace 40 años compraba sus obras en unos US$ 3000 promedio y hoy rondan los US$ 60.000. Fue muy exitoso en vida. Un artista que expuso en los principales museos del mundo”, sostiene orgulloso.
Pero además de verlo en Zurbarán (hoy son los encargados de vender su obra en el país y el mundo) los argentinos también pueden disfrutar de los trabajos de este artista en el Museo Nacional de Bellas Artes, que cuenta con una sala con mucho material de él. De hecho, la institución posee alrededor de 40 cuadros y no ha podido exponerlos todos por falta de lugar. “Mi obra preferida, ‘Lanzas y Guitarras’, parte de su serie gauchesca, está enrollada en los depósitos del museo por su gran tamaño”, cuenta Gutiérrez Zaldívar.
Entre Argentina y el mundo
“Es uno de los pintores fundamentales de principios del siglo XX en el país. Tuvo muchísimo éxito y desarrolló una temática muy vinculada con lo regional o lo gauchesco”, detalla María Florencia Galesio, licenciada en Historia de las Artes y Jefa del Área de Investigación del MNBA. Nacido en Gualeguay, Entre Ríos, en 1879, Cesáreo Bernaldo de Quirós tuvo un camino tan académico como pleno de inquietudes. Tenía apenas 13 años cuando se trasladó a Buenos Aires para comenzar sus estudios en el taller del maestro valenciano Vicente Nicolau Cotanda y tres años más tarde ingresó a la Academia de Bellas Artes. Allí no tardó mucho en descollar y así, a los 20, recibió el Premio Roma, con el que fue becado para viajar a Italia a continuar perfeccionándose y donde a su vez recibió una mención para la Bienal de Venecia.
Le siguieron varios años en Europa, en los que vivió entre Italia y España, vinculándose con artistas como Ignacio Zuloaga y Joaquín Sorolla. “Un poquito más adelante conoció también la obra de Hermenegildo Anglada”, cuenta Galesio. Todo este tiempo influyó en su arte postimpresionista y así se notó a su regreso a Buenos Aires en 1906. Aquí integró el grupo Nexus junto a Fernando Fader, Pío Collivadino, Carlos Ripamonte, Alberto Rossi y Justo Lynch. Y aunque fue en años posteriores cuando su obra se hizo más reconocida, muchos críticos señalan el interés de estos tiempos. “Para mi gusto se lo encasilla demasiado en la serie de los gauchos, cuando en realidad ha sido también un paisajista con un gran manejo de la luz. Se lo ha elogiado mucho por sus crepúsculos”, apunta Galesio.
Tras una estadía de cinco años en Europa, volvió a la Argentina para radicarse en Entre Ríos, comenzando a crear la obra gauchesca por la que tanto se lo reconoce (y que varias paredes del MNBA ocupa). Su serie “Los Gauchos” parece poner en imagen la literatura de aquella época, esa en la que se explayaban plumas como Leopoldo Lugones y José Ingenieros, y lo proyectó tanto en América como en diversos puntos de Europa. Para Galesio, el cuadro “Nocturno”, en el que un rancho se enmarca en un ocaso rosa (parte de la serie y del acervo del museo) es de los mejores representantes de su talento: combina su dominio de la luz y el trabajo de la materia con esta temática regional que tantos aplausos le valió. Síntesis perfecta de un artista al que vale la pena mirar mucho más allá de la pandemia y el regreso a escena de su apellido.
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