Una vida llena de anécdotas y hazañas. Décadas dedicado al arte y la cultura. Y toda esa dedicación alcanzó un merecido reconocimiento, ya que, a los 91 años, el pintor y escultor Raúl Conti será distinguido como “Personalidad Destacada de la Cultura”.
La noticia fue recibida con gran alegría por el artista, por su familia y amigos. Sucede que se trata de un reconocimiento más que merecido. Sus obras recorrieron Latinoamérica y Estados Unidos, y es, entre tantas otras cosas importantes, el creador del logo de “Abuelas de Plaza de Mayo”, que hizo mientras formaba parte de “El grupo de los jueves”, conformado por artistas como Norman Briski, Nacha Guevara y otros.
“Nos reuníamos en la casa de una argentina que tenía un loft, y desde ahí ayudábamos a los que escapaban de acá. Cuando llegaba uno lo recibíamos, le conseguíamos trabajo y lo ayudábamos a instalarse. Incluso había un psicólogo para ayudarlos a recuperarse. Esa era nuestra misión, aunque un día me llamó desde Argentina mi hijo Carlos para decirme que acá se decía que el grupo era un campo de entrenamiento revolucionario. Después vino la guerra de Malvinas, y se formó otro grupo de ayuda. En ese tiempo hacía rato que las Madres estaban dando vueltas por la Plaza de Mayo, y me llegó la propuesta de hacer un afiche para la Semana Internacional del Desaparecido. Hice tres, y uno se aprobó. Se hizo de modo anónimo, porque sabíamos que en nuestras reuniones siempre había un espía… A los años volví a Buenos Aires, fui a la institución de las Madres, y les llevé un afiche firmado. Me dijeron que siempre habían creído que se había hecho en Suiza”, reveló Conti en una entrevista con NOTICIAS.
Conti nació en 1930 en la provincia de Córdoba, Argentina. Vivió su infancia en pueblo de Morteros. Y desde muy temprana edad se fue formando como artista, estudiando a los Grandes Maestros de Europa, de su tradición de siglos tomó el color y de las Civilizaciones Precolombinas tomó la línea. Con ellos creó una amalgama de donde nace su identidad artística. Fijó su mirada en las líneas curvas, en la frontalidad de las formas, en la vida cotidiana de los hombres, en la exuberancia natural de América, creando símbolos que representaran las ideas y sus hechos.
En 1977 se trasladó a Nueva York, convirtiéndose en ciudadano estadounidense. Allí, pintó gráficamente las escenas que veía, mezclando signos, edificios y personas. En Argentina ayudó enseñando a pintar a niños de la Villa 31 junto al Padre Mujica, como en New York City en Ward’s Island para rehabilitar a los pacientes psiquiátricos. Por décadas donó obras para causas humanitarias en Argentina y EEUU. Y compartió las exigencias sociales y artísticas de esos tiempos con su esposa y Poeta Edith Fariña, su centrode equilibrio, certeza y amor.
Por su trayectoria y aporte a la cultura es que el artista, quien a los 91 años sigue creando, será reconocido en el salón San Martín de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires el próximo 6 de junio a las 18 horas.
Cuentos de los cuadros de Raúl Conti (de Maud Daverio de Cox)
Un día de febrero en 2012, al salir de un recital en el teatro Sottile en Charleston, Carolina del Sur, Bob y yo nos presentamos al director del programa, “International Piano Series,” para felicitarlo por el trabajo en programar esta serie de conciertos. El director era el pianista/concertista, Enrique Graf. Desde ese día comenzó una gran amistad con Enrique y su pareja Bob Rummerfeld. Aprovechamos uno de nuestros viajes a Buenos Aires para cruzar el rio en el Buquebus y llegar a Montevideo para visitar a Enrique y Bob en esa ciudad. Con ellos recorrimos la tierra natal de Enrique, Uruguay. Conocimos sus playas y sierras. En otro viaje vinieron a Buenos Aires donde paseamos por las calles y restaurantes de la ciudad.
Ya, pasados uno años, Enrique decidió jubilarse y proyectar un festival en Colonia del Sacramento. la antigua y tradicional ciudad de Uruguay. Estas tierras a las orillas del Rio de la Plata fueron disputadas entre Portugal y España desde el siglo XVI y en 1828 fueron adjudicadas al Uruguay.
En 2018, el sueño de Enrique se realizó y se organizó el Primer Festival Internacional de Música y Arte en esta ciudad, Colonia. Allí fuimos.
Pasamos unos días primaverales caminando por las callecitas, escuchando sonidos que irrumpían desde los ámbitos teatrales. De noche, sentados en una mesa en un jardín, escuchábamos a Juan Nevani deleitándonos con viejas canciones románticas del repertorio americano del siglo XX.
Fue en uno de los conciertos que conocí a Mirian Conti, pianista internacional que ya la había conocido y admirado cuando dio un recital de tango. Finalizado los conciertos 2 y 3 de Rachmaninoff interpretado por los pianistas Ciro Fodere y Sean Kennard, Mirian se acercó y exclamó con una sonrisa, “¡Oh, ¡Cuántas notas!” Siguió un diálogo, y encontramos ciertas similitudes y conexiones entre nosotras, aún siendo de diferentes generaciones. Mirian era argentina, había conocido a Carmen Gómez Carrillo a una temprana edad cuando la madre la llevó para aprender canto. Yo fui amiga, compañera de Carmen y canté en su coro “Sursum Corda.” Mirian me comentó sobre su ida a Estado Unidos con su padre, el pintor y escultor, Raúl Conti y su madre que escribía poemas. Se instalaron en Nueva York y allí Mirian siguió sus estudios en la prestigiosa “Juilliard School,” donde enseña actualmente. Al despedirnos, fijamos fecha para ir a conocer el taller de su padre en Buenos Aires. Raúl Conti había decidido volver a sus pagos después de muchos años en el exterior porque quería terminar sus últimos años trabajando en su país.
Al volver a la ciudad porteña una mañana decidimos salir y conocer el vecindario de Saavedra y visitar el taller/casa de Raúl Conti. Hablamos por teléfono y concretamos la fecha. Llegamos a la casa donde nos recibió su hijo, Carlos, quien es maestro de cursos de ‘intuición’ en su propio colegio.
Al entrar a la sala oscura, rodeada de esculturas, sentí estar dentro de un templo ancestral con altares. Una sensación en la cual dominaba un silencio. Minutos después se acercó a nosotros el dueño de estas maravillas, Raúl. Nos invitó a recorrer su casa y pasamos a un patio luminoso donde sentado en un atril se encontraba una pintura de dos niños cartoneros. Sus bocas tapadas con cintas, y sus ojos fijados hacia un espacio sin fin. Seguimos caminando hacia una escalera que nos llevaría al taller. Pilas de telas, infinidad de colores y formas. Gran sorpresa descubrir este lugar mágico. Hablamos, y aprendimos cual era la llave del nacimiento de estos objetos. Quizás fuese Itatí, ciudad Correntina a las orillas del Río Paraná donde la naturaleza tiene los secretos de la tierra y de la humanidad. Al finalizar la gira, las conversaciones y anécdotas, al irnos nos dimos cuenta de que habíamos adquirido otras dimensiones.
Nos despedimos, pero el encuentro entró a ser parte de nosotros.
Charleston, SC, 2020
En esos años el director de PEN, Argentina, Gabriel Seisdedos, sugirió que reedité mi primer libro, Salvados del Infierno, donde escribí sobre la vida bajo la dictadura argentina. Decidimos agregar prólogo y epílogo y cambiar la tapa. Enseguida pensé en las pinturas de los cartoneros quienes tienen sus voces silenciadas. Opté pedirle permiso al autor para usarla. Con gentileza, Raúl me lo dio.
Charleston, SC, 2017
Nuestros amigos Eileen y Michael Nolan nos invitaron a un concierto de jazz donde iba a cantar una amiga de ellos. Su nombre era Maggie Worsdale conocida por cantar, e imitar a Patsy Kline, los Beatles y otros. Su marido, Tom, la acompañaba, conocedor e historiador de la música americana del siglo veinte y las comedias musicales. Maggie y el excelente pianista que la ha acompañado por muchos años me remontaron a los años de mediados de siglo XX cuando esas melodías románticas solían ser interpretada. Recuerdo una en particular: “A Nightingale Sang in Berkeley Square.” Después del concierto fuimos al bar del hotel para conversar y tomar un trago. Allí arreglamos para juntarnos otra vez para hacer veladas musicales. Cada semana comenzamos a reunirnos con amigos quienes tocaban la guitarra, piano. Frank Wooten, Charlie Wyke-Smith, Michael Nolan entre otros participaron. Cantábamos, bailábamos y salíamos contentos embriagados de sonidos. Pero en 2019 llegó la pandemia y cada uno se encerró en su casa. Algunos leían, otros cocinaban, o atendían a su jardín. Nos separamos.
Tres años pasaron y un día en febrero recibimos un mensaje de Maggie. “¿Qué hacen mayo 3? Si están libres nos gustaría invitarlos a cenar. Tenemos una sorpresa.” Le contestamos y acordamos que ellos vendrían a casa para cenar. Nos olvidamos de la sorpresa.
Charleston, SC, 2022
Pero sí, fue una sorpresa cuando el 3 de mayo llegaron con una argentina. Su nombre era Marcela Durham. Ellos se conocieron en New Jersey y había conocido a Maggie en uno de los actos teatrales. Se hicieron amigas y, cuando Maggie le mencionó el nombre de Robert Cox, ella mostró interés en conocerlo.
Ya conversando entendimos la conexión. Había sido amiga de Renné Epelbaum y compañera de sus hijos. Renné perdió sus tres hijos durante la dictadura. Renné era una, mujer excepcional. La familia era musical y cada fin de semana hacían música, uno tocaba el violín, otro el piano y otro el cello. Este caso fue trágico.
Hablamos mucho. Antes de irse, le di mi último libro, Salvados. Le mostré la tapa y mencioné el nombre del pintor, Raúl Conti. Me miró, unos segundos de silencio y pausadamente dijo, "Yo tengo una pintura de él." No entendía. Siguió hablando e intrigada dijo, “Cuando tuve diez años, mi padre me preguntó qué quería para mi cumpleaños. Yo le dije que me gustaría una pintura. Él me llevó a una galería y elige una pintura. Esta pintura la he llevado a todas partes adonde he vivido. La firma era Raúl Conti." Las dos quedamos sin palabras. Ella desconocía quién era el pintor y desconocía el origen. ¿Causalidad o coincidencia?
por R.N.
Comentarios