La fusión entre el universo del ballet y el del tango no es novedosa; por el contrario, ha dado obras de muy diversa estética, pero siempre
barnizadas de ese sabor especial que la música ciudadana enrostra en cada compás, en cada acento, dándoles un carácter único.
Trabajando una mixtura entre lo sutil de la danza académica y lo terrenal de la música porteña y con la sólida base de su formación
clásica, este grupo de primeras figuras del Teatro Colón liderados por Matías Santos puso el cuerpo y la garra a un puñado de exitosas
piezas del repertorio tanguero en “Balletango”. Tacos, puntas y media puntas se alternaron en un desfile de personajes sugerentes, en
dúos, tríos y escenas grupales de potente belleza. Las contundentes personalidades de cada bailarín permitieron disfrutar de
interpretaciones comprometidas, bien logradas en cuanto a sus diferentes características y homogéneas en su desempeño técnico.
Destacamos la expresiva máscara de Natalia Pelayo en “Los pájaros perdidos” y el dúo de Santos y Nahuel Prozzi, sacándole ‘viruta al
piso’ en “Pa’ bailar”. Haciendo magia en el reducido espacio del Auditorio Beethoven, la puesta en escena de Lizzie Waisse sacó el
mejor provecho de las entradas y salidas del elenco. La incorporación de un dúo de excelentes músicos y la voz de Pablo Sánchez
completaron este espectáculo inteligente, fruto del emprendimiento pujante de algunos de nuestros mejores artistas de la danza.
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