**** Se habla mucho de este film como una pura originalidad, como algo que Hollywood no hace. Es puro nervio, pura tensión a veces artificial pero siempre efectiva, puro vértigo emocional combinado con cámaras y montaje que subrayan tal característica. Pero no es una película que Hollywood no haga, sino que ya no hace: “Diamantes en bruto”, la historia de un hombre (monumental Adam Sandler) descontrolado, siempre al filo en apuestas de riesgo, poseedor –y casi perdedor– de una piedra maldita y bella, jaqueado por prestamistas, amantes y familia, tiene muchas huellas del Scorsese de “Calles Salvajes” (es uno de los productores), de Carpenter, del Friedkin de “Contacto en Francia” y, sobre todo, de “El Exorcista” (el prólogo del filme, por ejemplo), del Coppola de “La conversación”. Porque esto es puro cine de los setenta, cuando Hollywood se animaba a decir que el mundo, los Estados Unidos, Nueva York se habían convertido en el infierno. “Diamantes...” es un regreso lisérgico a aquel cine interrumpido.
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