Más que una medida épica antes la adversidad, las herramientas para dosificar el drenaje de dólares constituyen una vuelta más de rosca al cepo cambiario que rige en el país desde septiembre de 2019 y que se agudizó a medida que la pandemia obligaba a emitir más para salir en auxilio de la parálisis económica.
Un poco de historia. El último día hábil de octubre de 2020 el tipo de cambio “blue” alcanzó los $194, con una brecha de casi 95% con respecto al oficial. Un aumento del 23% en los 20 meses que pasaron, pero que, en realidad disimula una caída casi vertical de la moneda estadounidense: en ese lapso la inflación fue del 125%, cinco veces más. Fue un éxito de la política económica, sólo para el corto plazo: al manejo del mercado cambiario se hizo sobre la base de restringir la expansión monetaria emitiendo deuda en pesos y arbitrando los bonos dolarizados del Tesoro. Conclusión: un año y medio más tarde, el coletazo de esa emisión plus generó una inflación que ya se ubica cómodamente arriba del 5% mensual (80%) que socavó el súper-dólar de fin de 2020.
La invasión que no fue. Como un preludio a las nuevas medidas para endurecer el control del comercio exterior, se instaló la idea que había un avance irrefrenable de las importaciones que vaciaban las reservas del Banco Central. Sin embargo, las cuentas no arrojan ese resultado. En los cinco primeros meses del año las exportaciones alcanzaron un nivel récord histórico (al menos a valores nominales) de US$35.917 millones, un 27% más que el año pasado contra US$32.722 millones de importaciones, pero que subieron 44% interanual. La foto indica un superávit modesto US$3.196 millones, pero queda claro que mientras las ventas al exterior suben por la escalera las compras van por el ascensor.
Hay algunas pistas para entender el comportamiento de ambas direccione del comercio internacional, pero sobre todo la de predecir la tendencia inmediata, cuestión que preocupa de sobremanera al Gobierno por el nivel cada vez más bajo. La consultora EcoGo las estimaba para la tercera semana de junio en US$38.000 millones (US$3.000 las de libre disponibilidad). “Esta dinámica aleja el cumplimiento de la meta de reservas del segundo trimestre, que probablemente tenga cambios tras la aprobación del nuevo tramo de deuda por parte del FM”, destaca en su último informe semanal. Para los analistas de la consultora Invecq, llama la atención la poca consistencia de la velocidad de crecimiento de las importaciones en relación al nivel de actividad económica que atribuyen al adelantamiento de los pedidos de necesidad de divisas previendo que, finalmente, ocurriría nuevamente un cierre o una ralentización de las importaciones. La profecía auto cumplida.
Radiografía. La otra variable es la composición de las exportaciones e importaciones. El récord de embarques tiene que ver con los buenos precios en el mercado internacional de los commodities (especialmente granos y aceites). Un 66% está originado, justamente en el sector agropecuario que, incluso, tuvo una performance discreta en producción pero que sobre compensó con los valores en el mercado global. Los precios, impactaron, en el caso de las exportaciones, un 23% y las cantidades sólo respondieron un 3%, para llegar a la cifra récord.
Entre las importaciones, el rubro que superó todos los pronósticos es, justamente, el de los combustibles: 205% más que en 2021 (80% de incidencia en los precios, por el shock petrolero que se aceleró con la guerra y 70% por más cantidades compradas) pero, sin embargo, no alcanzó para palear el faltante crónico del gasoil. El resto de las importaciones son bienes intermedios, insumos para la industria y sólo 25% aumentaron los bienes de consumo, muy por debajo del promedio. Incluso, los autos y vehículos, bajaron en un 10% con respecto a 2021. La buena noticia es que las importaciones ingresan directo al circuito productivo: solo el 11% son bienes de consumo. La mala es que, por sus características, cualquier intento por restringir directa o indirectamente (alargando plazos de pago, por ejemplo) afecta directamente al circuito productivo. “La economía puede cerrarse más todavía. Por supuesto que, con costo en inflación y actividad, pero se puede”, anticipa Francisco Gismondi, director de Empiria Consultores.
La pregunta de rigor es si la economía argentina es, efectivamente, abierta y el cierre de importaciones es una cuestión temporal que sólo afectaría la matriz productiva en el corto plazo o ya es cerrada y se encapsula más aún. Para Marcelo Elizondo, director de DNI Consultores, “la economía es muy cerrada y genera un círculo vicioso: como tiene muchas distorsiones (un sector público sobre expandido que afecta la competitividad sistémica, inflación, gasto público y presión impositiva crecientes y regulaciones por demás, sólo pueden corregirse los problemas con más cerrazón económica”, explica. Para eso, agrega, para realizar una apertura más funcional hay que “ordenar la macro y la política no lo quiere hacer por no afrontar un costo político”, concluye. En cambio, con cada control adicional se aleja el tipo de cambio de un valor de equilibrio. “Si se ordenara la macro y el tipo de cambio fuera único y libre, sería incluso menor a los actuales de tipo financiero que tienen incorporado un componente de expectativas negativas”, argumenta.
Puertas cerradas. Las predicciones apuntan a que, si no se acumulan reservas en los meses en los que entran los dólares de la cosecha, y no se están acumulando, para los estacionalmente bajos solo resta esperar que se cierren más las importaciones. “Eso implica mayor brecha cambiaria, mayor inflación y menor crecimiento de la economía, porque buena parte de las importaciones se usan para producir en el país”, analiza Gismondi.
Para Fernando Marengo, director de Arriazu Macroanalistas, las medidas son claramente un parche, "porque el problema de fondo es el déficit fiscal que hay que financiar más los vencimientos de deuda en una economía que no hay confianza".
"Lo que es demanda de pesos es para ir al mercado de cambios y el Banco Central pierde reservas. Como no se puede dar el lujo de perder reservas perfeccionar el cepo: no te dejo importar y ese día sí, el Central puede comparar reservas como nunca. Pero el costo es claramente recesivo. Estamos en una economía con una manta corta, lo que sirve para tapar algo descubre otro agujero, que aguantará mientras haya reservas", concluye.
En el índice elaborado por el Banco Mundial, que vincula el total del flujo comercial con el PBI de cada país, Argentina está en la franja más baja de apertura económica. El índice local es del 30% mientras que el promedio mundial es de 52%, similar a los países de la OCDE y algo más que los países de América Latina y el Caribe (47%). Están lejos la Unión Europea (86%) y algunos países con reciente crecimiento de su comercio: Irlanda (240%) o México (78%). En cambio, los países “continente”, por su extensión y cantidad de población como de variedad de producción, tienen un mercado interno más autosuficiente y están en la parte baja del índice: los Estados Unidos (el más grande del mundo) muestra 23%, China, 35% y Japón, 31%. Hasta Venezuela nos pasó en este indicador y nos podría quedar el consuelo del esfuerzo continuo para igualar al país más cerrado del continente, Cuba (16%).
En otra época se esperaba una buena cosecha para salvar la economía. Ahora se suma apostar a que los dólares fluyan con normalidad para no tener que aplicar el racionamiento de gasoil, el freno recesivo o someter la actividad al estrés inflacionario que va corriendo el arco constantemente.
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