El factor tiempo es clave. Lo que en otro momento era un horizonte hipotético, luego se convirtió en un largo plazo (al uso argentino) para recientemente adquirir un lugar en el calendario de las urgencias. Los servicios de la deuda pasaron a tener fecha y monto de desembolso concreto. Y la inminencia dispara una discusión aletargada por dos años: pagar o dejar de hacerlo.
Mientras esa novela escalaba, el termómetro de la economía argentina crecía: durante enero el dólar en su versión “libre” (blue, contado con liquidación y el “bolsa”) oscilaba entre $215 y $230, en un alza de entre 9 y 12% en los últimos dos meses, según cada caso. Pero cimentando las expectativas de un camino sin retorno si no hay nuevas “anclas” para esta variable.
Para el analista Carlos Fara, la estrategia de tensar la cuerda obedece más a una necesidad por la debilidad en la conformación de la coalición oficial que no puede acordar sin mostrar dureza y en una eventual ruptura también mostraría haberse sentado de buena voluntad. A su juicio, el Gobierno se esfuerza en decir que en realidad hay un desacople muy marcado entre la economía real y la financiera, minimizando el contenido estrictamente económico de esta crisis. “Es posible, pero objetivamente al BCRA le faltan dólares para seguir cumpliendo, aunque hasta acá la Argentina pagó casi US$ 7.800 millones”, agrega.
Ilusión monetaria. La pregunta vuelve cada tanto: ¿hasta cuándo seguirá subiendo el dólar? En realidad, la evolución del tipo de cambio durante todo 2021 vino siguiendo al de la inflación. Había tocado un pico en octubre de 2020, cuando rozó los $190 y forzó al equipo económico a tomar control de una situación que parecía desbocada. ¿La razón? El tsunami monetario con la que el Banco Central había tenido que acudir al Tesoro ante el doble desafío de afrontar gastos de la pandemia (vacunación, auxilios de emergencia a empresas y personas) y el descalabro de la recaudación impositiva por la inactividad forzada.
Jorge Vasconcelos, economista jefe de IERAL, estima que la emisión para paliar el déficit fiscal llegó al 8,3% del PBI durante los 9 primeros meses de ese año. La receta no fue inédita: operaciones con bonos dolarizados (para no tocar la tasa de interés) y el viento de cola de precios récord en los productos exportables de nuestro país. A pesar del mal clima, los embarques alcanzaron un techo histórico a lo que se sumó, ya en 2021, el obsequio de los DEGs que el propio Fondo Monetario distribuyó entre los países miembros (Argentina obtuvo US$4.350 millones).
Sin embargo, el calendario electoral metió la cola y la “dureza” de la política económica de Martín Guzmán (la emisión de origen fiscal bajó a 2% del PBI, mutó en expansiva a partir de julio para terminar el último semestre del año, otra vez, en 8,4% del PBI. A juicio de Vasconcelos, la economía llega a este sofocón de enero en una situación de presión inflacionaria semejante a la de octubre de 2020. En aquel momento, la brecha cambiaria llegó a 130% y eso encendió las alarmas por su efecto nocivo sobre la balanza comercial: desalienta las exportaciones al ralentizarlas y adelanta las importaciones previendo una devaluación futura. Durante 2021, el tipo de cambio oficial subió sólo 24% contra el 51% del IPC, por lo que la brecha se mantuvo sólo porque el dólar “libre” no se escapó. Por lo tanto, una lectura podría ser que al volver al mismo lugar que aquella fecha, el esfuerzo realizado por evitar una estampida de precios tuvo un mediocre resultado, pero, sobre todo, sirvió para financiar la previsible expansión electoral en el gasto. El costo de dicho retraso fue el endeudamiento y su costo financiero: se estima que los pasivos remunerados del Banco Central llegaron a 3% del PBI a fin de 2021 y se espera que lleguen a 3,6% para fin de este año.
Divisas, se buscan. El otro factor que alimenta la demanda de dólares es la proyección de un año donde no ingresarán en la misma magnitud que el anterior. Se estima que entre la sequía de los últimos dos meses y el crecimiento de los precios energéticos (en parte por la dificultad del suministro gasífero de Rusia), el balance comercial tendrá una merma de hasta US$ 7.000 millones, casi la mitad del obtenido en 2021.
Cerrado el camino al endeudamiento voluntario y hasta con tasas de interés que se descuentan crecerán durante este año para contener una inflación inédita en el mundo desarrollado (7% en los Estados Unidos durante el año pasado), sólo queda como fuentes de ingresos nuevos préstamos de organismos multilaterales de crédito. Justo con quienes se entabló una interminable negociación para reestructurar los pagos. Todo indica que, además de lluvias, la economía argentina sufrirá la escasez de dólares por un tiempo.
“Yo creo que el alza del blue, en parte responde un factor estacional, post demanda, de una mayor demanda de pesos en diciembre. El Central emite muchos pesos que entran luego en la economía, luego la gente deja de demandar pesos, pero no se absorben”, explica Sebastián Menescaldi, director asociado de EcoGo. Además, agrega, está la incertidumbre que provoca una brecha mayor y eso se terminará reflejando en un valor mayor del tipo de cambio oficial. Un escenario que califica como “pedaleando en el aire. Más brecha, más incertidumbre, más inflación”, concluye.
Por su parte, Ricardo Delgado, presidente de Analytica Consultora, agrega que en el alza del dólar confluyen tres causas concurrentes: la inflación del 51% en 2021 que “no fue reflejada en su totalidad, en una economía con alta incertidumbre y desequilibrios; la suba de tasas que prevén los mercados internacionales por la inflación global y que juega en contra de las economías emergentes (los países devaluarán sus monedas y ajustarán el precio de sus activos) y los rumores que se pueda evitar el pago con el FMI, con mala lectura de parte del mercado”.
Otra grieta. En un esfuerzo dialéctico por minimizar el impacto del aumento de los tipos de cambio libres, la prédica oficial tradicionalmente fue la de ningunear la gravitación de estos mercados porque lo cierto que el comercio exterior pasa, por ahora, por el denominado “mercado único y libre de cambios (MULC)”. Pero la brecha existente entre esos valores se constituye en otro indicador de problemas a corto plazo. “Es un problema porque lo que provoca es una brutal transferencia de ingresos y provoca un doble incentivo: sub declarar exportaciones y adelantar importaciones para obtener dólares del BCRA”, subraya Menescaldi. En diciembre, por ejemplo, hubo demanda récord por US$6.200 millones, y cree que esto llevaría al Gobierno a administrar dicha escasez con más cepos. Delgado toma cuenta de lo que pasó durante 2021 con el retraso del tipo de cambio oficial: “las importaciones crecieron más que la producción y cuánto más se prolonga una brecha como la actual, se confirman las expectativas devaluatorias”, sintetiza.
Así, el trasfondo de este vértigo cambiario, sigue siendo decidir cómo se financiará un déficit fiscal, que, aunque bajó mucho, sigue generando inflación. “Esto es parte de los problemas estructurales argentinos, por lo que la indefinición de un acuerdo con el Fondo sólo agrega más incertidumbre y pospone una solución”, concluye.
El permanente círculo vicioso de la economía argentina.
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