La actividad inmobiliaria es peculiar: tiene una demanda más rígida para fines comerciales o de vivienda y otra como resguardo de valor. En un país con inflación permanente como Argentina, el “ladrillo” es la única inversión que en el largo plazo le pudo competir al dólar. Sobre todo, en los departamentos chicos y en las cocheras, que tienen mayor liquidez. La oferta en el segmento de alquileres se define por la cantidad de propietarios que están dispuestos a poner sus inmuebles en alquiler y, en el largo plazo, por las unidades que se construyen.
Como en cualquier otra inversión, aquí pesan dos factores: el costo de la construcción (baja cuando sube el dólar) y la rentabilidad futura. Un estudio de Juan J. Cruces para la Universidad Di Tella en 2016 estimó el rendimiento desde 1991 en el sector: del 10% anual fue bajando y para 2015 llegaba al 3,3% bruto y 1,5% neto. En consonancia con la evolución del mercado financiero internacional pero lejos de la imagen del dueño que se enriquece.
por R.N.
Comentarios