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ECONOMíA | 24-02-2021 14:13

Más allá del dólar: la otra cara de los plazos fijos indexados

Con inflación dura y un tipo de cambio planchado, los ahorristas se vuelcan a las colocaciones actualizadas por UVA. Riesgos y dudas sobre la sostenibilidad.

Con un dólar planchado desde noviembre, la alternativa número uno del pequeño y mediano ahorrista argentino busca un sustituto, al menos por el tiempo en que el clima electoral aliente a pisar la moneda estadounidense que tantos dolores de cabeza le dio al Banco Central durante el año pasado. Y parece haber encontrado en los plazos fijos indexados una rueda de auxilio.

La circular Comunicación “A” 6871 del 16 de enero del 2020 ya disponía la creación de este instrumento para canalizar el ahorro, luego del salto que el dólar había pegado desde agosto de 2019 (50%) y el control de cambios con el que se trataba de administra la escasez de divisas. Mientras el “blue” continuó su marcha ascendente a la par que se multiplicaban los intentos por desarticular la demanda por el tipo de cambio oficial (en teoría, el único que existe) y que llegó a contar con casi 5 millones de ahorrista que compraban hasta sus US$200 mensuales.

En contraposición, hoy el “dólar solidario plus” (que surge de agregar el 30% del impuesto país y otro 35% de un anticipo del impuesto a las Ganancias que luego se devolvería más adelante) incluso supera entre un 2% y un 3% al informal. ¿El final del dólar ahorro? Para evitar suspicacias y para ofrecer un atractivo al ahorro, resurgió el interés por este tipo de colocaciones que con una inflación que se subió al escalón del 3,5% mensual con el que parece firme en el verano.

En esta actitud hay dos supuestos que mandan: que el Banco Central continuará planchando el dólar con restringiendo la demanda, por un lado y que, contrariamente a lo que aseguran desde Economía, la inflación seguirá alta durante el año.

Los plazos fijos indexados toman como referencia la Unidad de Valor Adquisitivo (UVA), un índice que se actualiza diariamente según el Coeficiente de Estabilización de Referencia (CER), basado en el índice de precios al consumidor. Por eso, con expectativas de inflación más altas que las que hubo hasta mitad del año pasado o incluso el 36% anual con el que terminó promediando el año 2020, es una forma de reasegurarse no perder contra los precios indomables.

Actualmente los bancos de primera línea ofrecen rendimientos de hasta 45% efectivo anual por colocaciones a 30 días (37% nominal anual). Es decir, algo menos que la inflación proyectada ya que si la política de contención de precios resultara un éxito, las tasas también bajarían.

Con tasas negativas y el dólar dormido, las miradas se dirigen a los valores indexados. A diferencia de los depósitos a plazo convencionales, estos se constituyen a un mínimo de 90 días y dan un módico interés sobre el capital actualizado (el BCRA le exige un piso del 1% anual). Así todo, la incertidumbre de estar inmovilizado tres meses (y que el dólar se escape mientras tanto) hace que exista la posibilidad de cancelarlo anticipadamente, con un resarcimiento de una porción del promedio de las tasas de las licitaciones de letras de liquidez en pesos según indica el BCRA en Texto Ordenado que regula a los depósitos e inversiones a plazo.

Por ahora, si bien la tendencia se marca a favor de los plazos fijos ajustados por UVA, recién constituyen menos del 1,4% del total de los depósitos y un 2,8% del total de las colocaciones a plazo. Pero su crecimiento es, por lejos, el más rápido del sistema: 14% más en la semana que terminó el viernes 18 de febrero con respecto a un mes atrás.

Las dudas que surgen con este tipo de activos se refieren al calce que los bancos le pueden llegar a dar: los créditos indexados por el mismo índice habitualmente se dirigieron a dos segmentos: el prendario y el hipotecario. Hoy están bajo severa revisión dado el congelamiento que el Gobierno impuso sobre los últimos y, como pasa habitualmente, terminan matando al propio sistema, el único que otorgaba créditos en un volumen considerable. La indexación que se mostró como una herramienta de viabilidad crediticia terminó hiriendo de muerte a este tipo de préstamos y la intervención lo mató. ¿Qué entidad estará dispuesta a prestar si cuando el índice se altera se decide parar todo? Un típico dilema de política económica: compensar a los perjudicados del presente o perjudicar a los futuros deudores. En la raíz de todo este desaguisado, como siempre, la inflación que sigue destruyendo valor en el circuito económico argentino.

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Tristán Rodríguez Loredo

Tristán Rodríguez Loredo

Editor de Economía.

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