Finalmente, no hubo sorpresa con el índice de precios al consumidor (IPC) de enero que dio a conocer el INDEC: 4% para el promedio general, que implica una variación interanual del 38,5%. Hasta allí, el ministro Martín Guzmán firma este empate. Pero si el ritmo se mantiene, proyecta una tasa de inflación del 60% anual. El IPC fue acelerándose a medida que la pandemia transcurría y la actividad económica iba normalizándose. Tanto que la cifra de enero duplica la de febrero del año pasado, justo antes de ingresar en las cuarentenas.
Los analistas privados que habían previsto una cifra parecida no creen que ese sea el número, finalmente para 2021 porque hay mucha estacionalidad en diciembre y enero, justamente. Por otra parte, viendo el comportamiento de algunos rubros hubo mucha disparidad. Por ejemplo, en comunicaciones (telefonía fija y celular, TV por cable, etc.) arrojó 15,1% con el inicio del descongelamiento, pero “Hoteles y restaurantes” (en plena temporada) trepó 5,1%. Debajo de la tabla, “Vivienda, agua, electricidad y otros combustibles”, con 1,1% y Educación, con 0,6%. Un espejismo que, inevitablemente cambiará este mes y el próximo.
Además de la aceleración de la inflación, la otra preocupación del equipo económico es, en el mediano plazo, la distorsión de los precios relativos. Se fue generado a lo largo de los controles, congelamientos e inactividades prolongadas gran dispersión en los rubros de la canasta familiar y su reversión también puede empujar la inflación en ese segmento.
Para el economista Camilo Tiscornia, director de C&T Asesores Económicos ambos problemas está relacionados porque “el atraso de algunos precios busca justamente contener el nivel de la inflación. Pero no se pueden alterar arbitrariamente los precios relativos en forma permanente”.
Un doble desafío para un año electoral: morigerar el alza de precios y al mismo tiempo corregir, al menos parcialmente, los desequilibrios internos que se produjeron durante este tiempo tan particular.
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