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ECONOMíA | 04-09-2021 13:40

La política económica de la burbuja electoral

El aliento al consumo, el crédito subsidiado y el control de precios intentan compensar la lenta recuperación del poder adquisitivo.

Los números no acompañaban, por más esfuerzo en buscar justo la comparación contra el año pasado, cuando todas las variables tocaron su piso. Así, a medida que la economía se fue reactivando, había aspectos que se iban adquiriendo su real dimensión. La inflación, que estuvo 18 puntos anuales debajo de la de 2019, durante 2021 la comparación interanual ya superó los 50 puntos. La consultora C&T Asesores Económicos estimó la de agosto con una buena noticia para el alicaído salario real: 2,6% (contra 3,1% de julio) pero igual implica un 51,7% interanual. Según cálculos de otra consultora, Invecq hecha sobre datos del INDEC y el Ministerio de Trabajo, durante los 20 primeros meses de la gestión del Gobierno cayó 5,2%, quedando en su nivel más bajo en una década. Un clima que seguramente no lleva tranquilidad al comando electoral oficialista.

En un informe reciente que elaboró IDESA sobre el deterioro de los ingresos en la pirámide social, determinó que “entre los primeros trimestres de 2020 y 2021, perdieron el 10% del poder adquisitivo de sus ingresos”, aunque no fue igual para todos los segmentos. “La clase baja pasó de representar el 25% de los hogares en el 2020 al 31% en el 2021. Y la clase media baja pasó del 8% al 10%...La contrapartida de este fenómeno es que se achicó la clase media, que pasó del 51% de los hogares al 48% y la clase alta, que pasó del 15% al 11%”, explica.

Percepción. El Índice de Confianza de la Economía, que elabora la Universidad Di Tella mostró dos meses seguidos de mejora, luego de una caída pronunciada desde la aparición de las cuarentenas, un año atrás. En julio había subido 9% y en agosto la suba fue del 5% y septiembre arrancó, entonces, 1% por encima del nivel de diciembre de 2020.  Por otra parte, en su investigación sobre gastos con tarjetas de crédito del BBVA Research: “en las mediciones de agosto el consumo creció a un promedio de 1% interanual”, con el gasto en servicios recuperándose mejor que el realizado en bienes.

¿Podría ser el inicio de una recuperación o es sólo una sensación? Si así fuera, el mote casi despectivo de “anabólicos” se ajustaría estrictamente a una descripción. Para Jorge Vasconcelos, economista jefe del IERAL, hay una batería de medidas orientadas a alentar la demanda. Desde julio se vino dando la ampliación de la tarjeta Alimentar, el bono a los jubilados, los refuerzos en otros programas sociales, el aumento en los subsidios a las empresas de servicios públicos para no subir las tarifas que se siguieron retrasando. Su objetivo es liberar, directa o indirectamente, pesos para volcar al consumo. Vasconcelos lo estima en $ 700.000 millones hasta fin de año: “el esfuerzo fiscal puesto en esta política es muy fuerte: se calcula que es un 4% del PBI de los últimos cinco meses del año más que en igual período del año pasado”, explica.

Este pausado retorno a la normalidad no se da igual para todos los segmentos: en autos está todavía por debajo de 2019 y otro tanto ocurre con los servicios con fuerte foco en el contacto interpersonal. Pero acá aparecen límites al voluntarismo oficial: la restricción externa y la incapacidad de las empresas por aumentar salarios o empleo por su baja rentabilidad: la rentabilidad sobre ventas de las empresas argentinas (Merval) fue la mitad que las brasileñas del Bovespa.

Lo que planea el economista jefe de IERAL es un punto que adquirió más relevancia desde que el Banco Central dejó de ser un comprador neto de reservas y pasó a intervenir en rondas vendiendo dólares para que no se desboque el tipo de cambio “financiero”. Es que una mayor reactivación en la economía llevará, inevitablemente, más demanda de divisas para importar, la variable que más creció en los últimos meses y con un adicional: “debería considerarse el riesgo cepo que hace aumentar la demanda de dólares comerciales porque nunca se sabe cuándo se cierra todo”, concluye Vasconcelos.

La carne, presente. Justamente si hay un producto que une automáticamente el sector externo con “la mesa de los argentinos” es la carne. Junto con Uruguay, Argentina es el país de mayor consumo cárnico (considerando todos los tipos) anual por habitante y aunque la vacuna vino retrocediendo hasta situarse entre los 45 y 48 kilos por año, tiene un peso importante en la canasta alimentaria. Por eso, cuando en mayo se aplicaron restricciones a las exportaciones, la industria volvió a su pesadilla de 12 años (2005 a 2016) que le costó al sector la liquidación de casi el 20% del stock ganadero, la pérdida de mercados y precios que nunca terminaron bajando. La promesa de la temporalidad de las medidas (un tope al 50% de las exportaciones, dejando fuera los mercados de cuota, como la Hilton para la Unión Europea) quedó en la nada y sembró otra duda para el día después de las elecciones. En el último lustro, Argentina llegó a quintuplicar sus embarques totales, especialmente por la aspiradora que significó el mercado chino (que demanda otro tipo de carne, menos sofisticada) y se consolidó en el 30% del total de la producción. David Miazzo, economista jefe de FADA, cree que estas restricciones no son sostenibles porque “hacen daño y en el mediano plazo se produce una reducción del stock y de la producción, cuando le cortan la principal tracción de un sector para producir, que es la demanda”. Ese porcentaje que no se exporta tampoco se nota que haya sigo absorbido por el mercado interno: “de mayo a agosto, la producción bajó 15% en términos reales”, detalla Miazzo.

¿Qué pasará luego de que ya no sea tema de campaña? “Hay sectores del Gobierno que lo ve como algo negativo por la pérdida de y que les gustaría encontrar una solución. Pero creo que se terminará manteniendo controles porque no parece que habrá crecimiento económico sostenido ni forma de ponerle plata en el bolsillo a la gente”, anticipa.

Escenario futuro. El año 2021 parece terminar el 14 de noviembre, fecha de las elecciones generales. Toda la discusión del efecto real de los anabólicos en el consumo y la producción quedará vieja al lado del interrogante de cuál es el escenario siguiente. Eduardo Fracchia, director del Área de Economía del IAE, cree que las mayores restricciones no sólo vienen desde el sector externo sino de la misma matriz política. “En un mes no se pueden hacer milagros, quizás en los dos meses que siguen a las PASO podría haber más margen. De todos modos, todo lo que se fue frenando de aumentos en servicios y la misma brecha cambiaria se tendrá que validar más tarde”, subraya. Fracchia cree que el ministro de Economía logró tener bajo control algunas variables “con una política más ortodoxa que, sobre todo, le sirvió como carta de presentación en las negociaciones con el FMI”. Su mirada se posa sobre el consenso que alineará las próximas decisiones en materia de política económica, que se fueron postergando por la pandemia primero y la urgencia electoral, más tarde. Las alternativas que cree serán la de profundizar el “vamos por todo” o un giro hacia la racionalización y la convivencia más armónica con los mercados. Pero, como no parece haber un ganador absoluto, lo más probable es un consenso mínimo para un plan de estabilización compatible con un acuerdo más llevadero con el Fondo, mitigando efectos sociales y, esperando, una vez más, otra jornada electoral.

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Tristán Rodríguez Loredo

Tristán Rodríguez Loredo

Editor de Economía.

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