Un artículo que el politólogo cordobés Federico Zapata, ex asesor del gobierno kirchnerista entre 2005 y 2015 y actual director general de la consultora Escenarios, está revoloteando mucho por estos días en el albertismo. La nota se publicó en la revista Panamá, del ensayista peronista Martín Rodríguez, y plantea una estrategia de reconciliación entre Estado y mercado para evitar que se rompa el contrato electoral que llevó a Alberto Fernández al poder. En Córdoba califican a Zapata como peronista, pero ni K ni del gobernador Juan Carlos Schiaretti.
En la Casa Rosada aseguran que el texto, publicado el 8 de octubre, ha circulado mucho en el Frente de Todos. Sin embargo, en el kirchnerismo varios referentes advierten que no lo leyeron. Y algunos funcionarios de buen trato tanto con Fernández como con la vicepresidenta Cristina Kirchner lo juzgan como "bastante básico".
Aquí les dejamos las partes más resonantes del artículo de Zapata en Panamá:
"El Frente de Todos (FdT) fue un “contrato electoral” exitoso. Sin embargo, desde el 10 de diciembre a esta parte, el FdT no logra resolver satisfactoriamente un “contrato de gobierno”: una agenda y una cadena de mandos.
¿Cuáles podrían ser los capítulos de un relanzamiento coalicional anclado en un contrato de gobierno? En primer lugar, el gobierno necesita una agenda. En segundo lugar, el gobierno necesita resolver la cadena de mandos y dotarse de musculatura política.
En tercer lugar, el gobierno necesita adquirir una ergonomía anfibia. Así como la colonización privada del Estado durante el macrismo generó problemas de interacción con la realidad, el aislacionismo público respecto del sector privado puede conducir al mismo callejón sin salida: sesgos cognitivos. Es importante construir una autonomía relativa, donde las decisiones públicas incorporen el conocimiento que aporta el mercado y la economía real. Hay que salir de las lógicas binarias: mercado sin Estado, Estado sin mercado. Necesitamos un ecosistema colaborativo permanente entre sector público y privado. El poder reside en edificar una relación virtuosa entre Estado y Mercado, no en la ausencia de esa relación.
En cuarto lugar, el gobierno necesita federalizarse. Si uno se aleja unos kilómetros de la General Paz, la impresión que se desprende es que Argentina ha ingresado en una etapa confederal, donde los Gobernadores han recuperado autoridad soberana, a la par que el “Estado Nacional” se reorganiza en una suerte de “Estado AMBA”. Esa “sensación” de vacío en los territorios, podría comenzar a corregirse si se amplía el horizonte geográfico de reclutamiento de cuadros político-gubernamentales, y se correlaciona la ejecución presupuestaria con un plan y una agenda federal.
Por un lado, están quienes consideran que el peronismo debe ser un gestor eficiente del capitalismo, un motor de incorporación de ciencia, tecnología e innovación a nuestro entramado productivo, y en paralelo, un garante de servicios públicos de alta calidad (salud, educación, seguridad, vivienda, infraestructura y justicia) que faciliten la (re) emergencia de una clase trabajadora próspera. Una agenda de consenso post-grieta.
Por otro lado, están quienes consideran que el peronismo debe transformarse en una cruzada de clase contra el capital, vía una agenda revisionista que reduzca la importancia relativa del sector privado en la Argentina, recupere el rol “empresarial” del Estado e implemente un programa redistributivo. Matices más, matices menos. El antagonismo como método de gobierno. ¿Por qué? Porque, según esta mirada, la grieta es una condición estructural de la Argentina contemporánea.
Desde el punto de vista político, el “contrato electoral” del FdT es compatible con la interpretación neo-desarrollista, pero no se lleva bien con la neo-revisionista. Avanzar en la segunda dirección, implica, ipso facto, dañar el contrato electoral.
Desde el punto de vista de la economía, la realidad del capital (sector privado) en Argentina no tolera un programa redistributivo. El momento histórico actual, se parece más a la Argentina post-Alfonsín (1989), que a la Argentina post-Néstor Kirchner (2007). El país viene de 10 años de estresar al capital nacional, vía inestabilidad macroeconómica, presión tributaria, cambio en las reglas de juego, falta de crecimiento e inflación. El corolario de este estrés se llama desinversión, desnacionalización del capital argentino (salida), destrucción de capacidades productivas y falta de generación de empleo privado.
Es decir, estamos en un momento de desarrollo y acumulación, no de redistribución. Necesitamos implementar una agenda agresiva y estructural de modernización, para volver a capitalizar nuestro país y generar trabajo genuino.
Si no generamos el clima para que el sector privado invierta en el país y no generamos incentivos para que esa inversión genere trabajo genuino, el Estado se va a transformar en una ambulancia del desastre social post-pandemia, lo cual implica, transformarlo también en un pesado caballo de troya con déficit fiscal crónico. Un círculo vicioso.
Dicho de otro modo, en el contexto actual, no hay política más distributiva que la generación de trabajo genuino. El trabajo que se genera con la inversión privada. Cualquier política, que, en este contexto dramático, desaliente la inversión privada (o aliente la desinversión), es una mala noticia, una mala lectura de la realidad, una política desacertada. Como también lo sería cualquier política que desaliente la inversión pública.
Las opciones son escasas y hay que usarlas con inteligencia. No contamos ni contaremos con un Plan Marshall. Ninguna potencia internacional, ningún organismo internacional, proveerá ese bien público a una Región (Sudamérica) dividida y con escasa relevancia económico-política en el escenario mundial. No contamos con reservas para motorizar sólo desde el Estado un proceso de estabilización y crecimiento. Pero con tasas de interés bajas en el mundo, si logramos un entorno de negocios amigable que movilice la inversión privada, podemos recuperar un horizonte de desarrollo.
Si en lugar de leer correctamente esta coyuntura histórica, el FdT avanza en una agenda revisionista y distributiva, tensionando el contrato electoral, va a dinamitar ese puente llamado “Alberto Fernández” y posiblemente va a empeorar todos los problemas crónicos del capitalismo argentino de los últimos 10 años. ¿Puede el peronismo salir indemne a un fracaso semejante?", finaliza el artículo de Zapata, que fue consultor en la Unidad Bicentenario del gobierno de Cristina Kirchner entre 2010 y 2015 y antes asesor en la Subsecretaría de Políticas en Ciencia (2008-2010).
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