Tuesday 30 de April, 2024

ECONOMíA | 05-04-2024 06:11

La otra polarización

En un mundo cada vez más referenciado a Estados Unidos y China, Argentina debe mejorar su productividad para poder competir.

Argentina es el reino de la coyuntura económica. La sucesión de crisis macroeconómicas acorta el alcance de una mirada de conjunto, así como la capacidad de previsión y planificación. Así como esto último lo primero. En general la Argentina es “interpretada” por su dirigencia a partir de las crisis macroeconómicas, que el país no alcanza a superar. Esto incluye al tema de la inserción a la economía internacional y las cuestiones relacionadas con la competitividad, que suelen quedar en segundo plano.

Las visiones respecto al tipo de inserción económica internacional, en el país, han oscilado de una basada en la necesidad de privilegiar la actividad económica en el mercado interno y el empleo, para lo cual se suelen aumentar las trabas al comercio exterior y a los flujos de capitales –que pueden reducirse también por desconfianza. Esto puede ir unido a un punto de partida con tipo de cambio alto (“competitivo”), que se suele ir retrasando en términos reales, por el aumento de la inflación (que produce, generalmente, dicho conjunto de políticas). Por otro, existe la visión, antagonista de la anterior, que propone una apertura ingenua, inspirada en la necesidad de estabilizar (“ajustar”) la economía. Aquí lo que suele suceder es la desregulación de la cuenta financiera y, a veces, la reducción de trabas al comercio exterior. El resultado suele ser el retraso del tipo de cambio (apreciación del peso) por los flujos financieros especulativos, y, porque, en algunos casos, se ha usado el tipo de cambio como “ancla nominal,” del proceso de estabilización. Esto hace que sólo puedan competir los sectores tradicionalmente más eficientes, lo que implica, por la estructura productiva, una concentración en las actividades primarias, con escasa creación de empleo, mientras los otros sectores que exportan con mayor valor agregado y empleo, pero menos ventajas comparativas, sufren y decrecen.

Ante esta opción caben pocas dudas en cuanto a que el gobierno actual se dirige por la segunda avenida descripta, para la que se puede anticipar, desde el vamos, un probable desenlace previsible. Al respecto los primeros datos, en términos generales, van en esa línea. En febrero de 2024, el intercambio comercial disminuyó 6,3% en relación con igual mes del año anterior. La balanza comercial mostró un superávit, sobre todo debido a la contracción de las importaciones con motivo del fuerte efecto recesivo del ajuste en curso. De este modo la competitividad, como visión sistémica del conjunto de variables de corto a largo plazo que apoyan a la economía, y sus distintas ramas productivas, hacia una mayor eficacia económica en la competencia internacional, seguirán en un segundo plano.

Radiografía. Para aproximarnos a los elementos que se toman en cuenta para analizar la competitividad podemos citar el ejemplo del Anuario de Competitividad Mundial del IMD (Suiza) que agrupa factores primero en cuatro grandes categorías: Desempeño Económico, Eficiencia Empresarial, Eficiencia Gubernamental, e Infraestructura. Cada uno de ellos se mide por medio de más de 300 indicadores (estadísticos y resultantes de una Encuesta a Ejecutivos, en una proporción de 2/3 a 1/3), y que, a su vez, se divide en cinco sub-categorías. Desempeño Económico está compuesto por: Comercio Internacional, Inversión extranjera, Empleo, y Precios. Eficiencia Empresarial por: Productividad, Mercado Laboral, Finanzas, Prácticas Gerenciales, y Actitudes y Valores. Eficiencia Gubernamental por: Finanzas Públicas, Política Fiscal, Marco Institucional, Legislación Empresarial y Entorno Social. Infraestructura por: Básica, Tecnológica, Científica, Salud y Medio Ambiente, y Educación. Teniendo en cuenta que el ranking considera 64 economías podemos ver que los últimos resultados disponibles al 2023 fueron preocupantes. En cuanto al Desempeño Económico, Argentina bajó dos puestos respecto del anterior, ocupando el puesto 59°. En cuanto a la Eficiencia Gubernamental, Argentina se mantuvo en el último puesto del ranking por tercer año consecutivo. Y en términos de Eficiencia Empresarial resultó en el anteúltimo, por tercer año consecutivo también. Respecto al apartado de Infraestructura se ubicó en el puesto 56°. Estos datos evidencian el descuido estructural existente de la cuestión competitiva, y la incapacidad de modificarlo por una alta inestabilidad macroeconómica y política.

De todos modos, para contextualizar estos índices de competitividad mundial, puede ser útil mencionar que estos se desarrollaron durante las fases expansivas de la globalización en los años '90 y primeros años de los 2000, mientras que, desde entonces, la realidad de la economía internacional ha cambiado en modo significativo. Y es que la globalización se ha amesetado (como relación volumen del comercio sobre el PIB), o ha cambiado de “fase”. Al período desde 2008 a la actualidad el FMI lo ha bautizado slowbalization.

El lado B. Vale la pena entender qué sucedió detrás de dichos datos, porque pareciera en Argentina, la mayoría no se ha dado por aludida. Lo que ocurrió es que durante la fase de la globalización se produjo el ascenso de China como un actor decisivo en la economía internacional, por sus altas tasas de crecimiento en el pasado reciente, y su estructura de comercio exterior, que la proyectaron como un polo de atracción de la economía global. Su rápida industrialización la hizo un gran exportador de bienes de consumo de bajo costo, mientras que su necesidad de alimentos, y de materias primas y energía, la posicionó como principal importador de muchos de estos commodities (presionando al alza los precios). Esto hizo cambiar significativamente un punto decisivo de la globalización: mientras en los años 2000 Estados Unidos era el mayor socio comercial de la mayor parte de los países del mundo, para 2020 esta posición había cambiado a China.

Esto generó un cambio en la política económica internacional de Estados Unidos, que paulatinamente abandonó una postura genérica de libre comercio, lo cual comenzó la “guerra comercial” de Trump hacia China (suba de aranceles y regulaciones, política que Biden, ha mantenido). Esta tendencia se profundizó a raíz de la crisis del Covid-19, en la que se paralizaron muchas cadenas de valor y líneas del transporte mundial. En este contexto una serie de países comenzaron a variar en sintonía sus políticas, comenzándose a discutir el re-shoring, near-shoring y friend-shoring de las posiciones de las cadenas de valor, para, recuperar, traer más cerca, o enviar hacia países amigos, los distintos eslabones de las sobre extendidas, y riesgosas cadenas. La consecuencia de este cambio es una reorganización, aún en curso, y pérdidas de eficiencia a cambio de mayor seguridad: con mayores precios. La última señal, en esta dirección, la está marcando la disputa internacional por el liderazgo en la producción de chips (localizada en parte en Taiwán). Tanto Estados Unidos, como Europa y China compiten, y los dos primeros han anunciado el impulso al establecimiento en su territorio de plantas de fabricación, dando lugar también a una inesperada “reindustrialización”.

Inserción competitiva. Si Argentina fuera un país con buenos gobiernos, o con un posicionamiento estratégico. Lamentablemente los gobiernos, de un bando y otro, polarizan en exceso la cuestión (el actual probablemente bata todos los récords en ello) y cambian, de un punto de vista, al diametralmente opuesto, cada 4 o 5 años. Por otra parte, la composición de lugar macro actual, con la inercia de una grave crisis inflacionaria, y un intento de estabilización salvaje e improvisado, deja estos temas en segundo plano, frente al acostumbrado ver “¿cómo viene el clima para la cosecha?” y estimar si alcanzarán esos dólares. Las ideas de Javier Milei al respecto son claras pero elementales (si bien cambia luego en cuanto a la aplicación y a “los tiempos” de casi todas ellas) “libre comercio con todos los países,” como si continuara la globalización de los años 90s –que como acabamos de ver ya no es el caso, aunque al presidente le guste el “menemismo”– y un posicionamiento ideológico-político (batalla global al “comunismo” y al ”colectivismo”) que genera ruidos e incertidumbres en las relaciones comerciales y económicas nada menos que con los principales socios comerciales establecidos como Brasil y China.

Marcelo F. Resico  es Doctor en Economía UCA) y profesor en la Facultad de Ciencias Económicas (UCA).

 

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por Marcelo F. Resico

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