En el Gobierno saben que la confianza de los que tienen plata está minada y están preocupados por recuperarla. “Resolverlo va a llevar tiempo. Las nuevas medidas del cepo son de transición, pero hay capacidad para mantener el actual tipo de cambio real (ajustado por inflación)”, se refieren a que el peso está ahora tan devaluado y competitivo como quedó en los últimos dos años del gobierno de Macri o en 2011, antes del cepo. “Este año el problema se profundizó por el mayor déficit fiscal con alto financiamiento monetario y unas exportaciones estancadas por la crisis mundial. Con las nuevas medidas se frenará la caída de reservas antes de que estemos en una situación terminal. Pero a futuro queremos cambiar el esquema porque no sirve para atraer inversión extranjera ni para la economía real. Son medidas defensivas, pero no el horizonte. Sabemos que para digerirlas van a pasar unas semanas de ruido”, admiten en las huestes de Fernández.
El Ejecutivo apuesta a recuperar la credibilidad con siete hechos. En primer lugar, la discusión en el Congreso del presupuesto 2021, en la que Guzmán espera que los opositores más moderados no lo aprueben, como sí hicieron con el proyecto de ley de reestructuración de la deuda, pero lo comprendan. “La discusión civilizada sobre la base de una grieta tiene un costo para la vida de la gente”, esgrimió este 22 de septiembre ante el Congreso. “El presupuesto es el ancla de política fiscal, monetaria y financiera”, aducen en el Gobierno. Lejos de la “sarasa” que Guzmán dijo que iba a usar para explicar el presupuesto cuando no le funcionaba el power point en la Cámara de Diputados, en su equipo defienden que el texto se ha trabajado con “prolijidad y consistencia”. Más de un economista crítico del oficialismo admite la seriedad del ministro, pero advierten que el problema radica en la conducción política.
No por nada aún los analistas descreen de sus números, pese a que en agosto se emitió un décimo de lo de mayo y el déficit fiscal resultó menor a lo esperado. También se reduce la cantidad de empresas que requieren la ayuda al salario que supone la Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP), al tiempo que cada vez más firmas lo reciben como crédito y ya no como subvención. Pero el consenso de bancos, consultoras y universidades prevé que, con tanta maquinita de hacer billetes y precios y tarifas reprimidas en 2020, la inflación subirá del 37% previsto para este año al 47% en 2021 y no bajará al 29%, como prevé el presupuesto. En el gobierno actual, a diferencia del de Cristina Kirchner, admiten que la emisión trae inflación, pero disienten con la magnitud del problema que observan los economistas del sector privado y confían en la creciente absorción con títulos en pesos del Tesoro y del Central, las mentadas Leliq.
En segundo término, Guzmán quiere avanzar en las iniciadas negociaciones con el FMI. “No hay inundación de pesos, buena parte se absorbe con las Leliq, sin que haya una bola como con Macri, pero un acuerdo con el Fondo puede ser muy útil como garante de que es así porque a nosotros no nos creen”, admiten en el Central.
Tercero, buscan frenar el drenaje de reservas. En cuarto lugar, apuestan a que la economía crecerá frente a un 2020 pandémico.
En el Gobierno reconocen que el empresariado percibe una “falta de claridad en las reglas de juego que contagia a la economía”. Por eso, planea poner en marcha con rapidez otras tres “definiciones clave”. Una es el marco de la energía. Reconocen que Fernández llegó al poder prometiendo una ley para Vaca Muerta, nunca se envió al Congreso y se perdió casi un año con un secretario de Energía, Sergio Lanziani, sin poder alguno. Otra acción ya se puso en marcha y consistió en sacar del letargo el proyecto de ley de economía del conocimiento, que estaba trabado por el kirchnerismo y su recelo a Mercado Libre, y que fue aprobado este 24 de septiembre en una comisión del Senado.
Por último, el Ejecutivo pretende profundizar el diálogo con los empresarios en reuniones individuales y grupales para insistirles en que el supercepo es de transición y tiene una razón de ser, pero también para llegar a entendimientos. “La falta de confianza tiene razones fundadas, pero también se magnifican ciertos ruidos. Nosotros queremos un país más propicio para las empresas privadas. Hay un estado de ebullición, pero debemos construir confianza entre todos”, prometen y reclaman altas fuentes del oficialismo.
En el Banco Central también admiten el descreimiento del mercado, pero advierten: “Esos mismos empresarios son los que confiaban en Macri, (Federico) Sturzenegger y (Lucas) Llach (el presidente y vicepresidente de esa entidad) que dejaron entrar 1.000 millones de dólares para hacer carry trade (bicicleta financiera) y llevarse 1.400 millones en 26 meses. Ese era el dream team de la confianza. Ahora hay desconfianza por muchas causas. Arrancamos con una situación compleja, endeudados hasta el tuje en la Nación, las provincias y las empresas. Se arregló esa agenda, pero apareció la pandemia y tuvimos que actuar de bomberos. Tenemos 16.000 o 17.000 millones de dólares de superávit comercial, pero las empresas lo usan para cancelar deudas y está la histórica compra de dólares por parte de los ahorristas. Si enderezamos el barco, los empresarios van a buscar oportunidades de negocios donde sea”.
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