Desde mediados del mes de mayo, cuando el precio de la soja en el mercado internacional de Chicago tocó el piso de US$ 325 por tonelada, se registró una sostenida recuperación, y en los últimos días se ubicó incluso por encima de los US$ 400. Este precio no se alcanzaba desde junio de 2018, cuando a raíz de la sequía de Argentina y Brasil, la escasa oferta de soja provocó un alza temporaria del precio, que permitió al país compensar sólo parcialmente el impacto de la notable caída de la producción de ese año. Sin embargo, los niveles actuales están lejos de los precios récord de los años 2008-2014, cuando el precio promedio superó los US$ 480.
La mejora reciente del precio de la soja es el resultado de una combinación de factores, entre los que se destacan la menor oferta esperada en EEUU, una mayor demanda por parte de China y el debilitamiento del dólar en relación a otras monedas. En efecto, la sequía en EEUU se ha traducido en recortes en la estimación de la cosecha de soja por parte del USDA, en un contexto de bajos stocks acumulados, y donde el hemisferio sur, incluida Argentina, también tuvo una merma en la producción.
Por el contrario, la demanda de poroto de soja por parte de China está registrando una notable suba. En los ocho primeros meses los volúmenes demandados registraron un incremento de 15% anual, e incluso se ubican 2% por encima de los niveles de igual período de 2017. Esto se debe a la necesidad de abastecer de soja a los productores de cerdo, que están en proceso de recuperación de su stock, el cual se vio severamente afectado por la gripe porcina.
La mayor demanda y menor oferta de soja se dan en un contexto de depreciación de dólar, lo que de por sí impacta en las cotizaciones medidas en esa moneda, como ha ocurrido en otras situaciones similares. Así, la expectativa es que el precio de la soja se mantenga en buenos niveles por el momento. Esta suba también impactó en el precio del poroto de soja y en menor medida en el precio del maíz y del trigo.
Para Argentina sin duda es una muy buena noticia, dado el importantísimo peso que tienen las exportaciones agrícolas en el total, y en particular este año, ya que la demanda de productos industriales ha sufrido una notable caída (en los siete primeros meses los volúmenes exportados de manufacturas industriales cayeron 31% anual). De hecho, en los primeros siete meses las exportaciones agrícolas primarias y elaboradas (excluyendo ganadería y otros productos del reino animal y mineral) representaron el 59,6% del total de las ventas externas y por ende, de la oferta de divisas.
En el cortísimo plazo, esta suba alienta las ventas aún no concretadas de soja, y favorece el ingreso de divisas, en un contexto donde este es uno de los factores de mayor preocupación y que explican el reciente endurecimiento del cepo. Asimismo, tiene un impacto fiscal relevante, especialmente vía retenciones, cuyas alícuotas fueron aumentadas nuevamente con el cambio de gobierno. Así, por cada tonelada exportada, ingresan US$ 75 más que con los precios de marzo, y el fisco recauda US$ 24,75 más en concepto de retenciones. Este es otro punto clave, dado que, a raíz de las medidas adoptadas ante la pandemia, los ingresos fiscales se vieron severamente afectados, en tanto que los gastos siguieron aumentando, con medidas de ayuda que todavía persisten, y que se traducirán en un déficit primario de 8% del PBI. De hecho, en los ocho primeros meses del año, y pese a la suba de alícuotas en las retenciones y el impacto de la devaluación del peso, los ingresos por retenciones a las exportaciones acumulan apenas 11% de suba, con lo cual el alza del precio de la soja y el resto de los commodities, es sin duda una noticia muy relevante.
Pero no sólo es relevante el precio en sí sino también lo que ocurra con los volúmenes de cosecha. Las últimas estimaciones del USDA muestran una producción estimada de soja de la Argentina de 53,5 millones de toneladas para el año que viene, lo que implica un alza de 6% respecto de la campaña de este año y llegando a un nivel similar al de 2019. En trigo y maíz el USDA estima una producción similar a la de este año. De concretarse estas expectativas, sería positivo para el país el año que viene porque pondría un piso nada bajo a la oferta de divisas, aunque los efectos se verían recién a partir de fin de año y, sobre todo, durante el segundo trimestre.
En cualquier caso, debe notarse que las complicaciones cambiarias que tiene la Argentina en este momento no se deben tanto a la falta de oferta de divisas como a una elevada demanda por temor y expectativas de devaluación. En efecto, los datos del mercado cambiario muestran un sostenido flujo de ingreso por el superávit comercial que ya existe, y que eventualmente los mejores precios internacionales podrían sostener o potenciar. Esos mismos datos presentan una cantidad creciente de gente intentando comprar divisas en el mercado oficial porque encuentran bajo el tipo de cambio para el presente contexto, en el que hay una creciente tensión política y expectativas de alta inflación. Esto es lo que el gobierno debe tratar de resolver, y no ocurrirá sólo porque mejore el escenario internacional; tiene mucho más que ver con cuestiones locales, que tampoco se resuelven con los renovados controles más que temporariamente, en el mejor de los casos.
*Directora de C&T Asesores Económicos.
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