Eduardo Levy Yeyati, decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Di Tella que fuera por breve tiempo asesor de Macri en un plan a 2030, advierte sobre problemas estructurales y soluciones planteadas desde el oficialismo: “Solo el 20% de la población en edad de trabajar aporta al fisco, el resto tiene empleos precarios de baja productividad o trabaja para el Estado, lo que se traduce en déficit fiscal y estancamiento crónicos. La economía exporta poco, y lo que exporta, como petróleo, minería, carne y granos transgénicos, está en jaque por la agenda ambiental y la tecnología. No tiene una moneda de ahorro, lo que ocasiona crisis cambiarias recurrentes. Y muchos en el gobierno están convencidos de que se sale con consumo interno y participación estatal, cuando lo más probable es que sea al revés. Hoy el Gobierno no tiene recursos y seguir financiando gasto con emisión elevaría la inflación, que está dormida por la cuarentena, y agravaría el costo social de la crisis. Forzado a ser selectivo, priorizaría la promoción de sectores dinámicos o con potencial exportador para que arrastren al resto, programas de formación laboral y subsidio a los nuevos empleos y un piso de ingreso universal, que consolide programas sociales hoy duplicados. Desarrollaría un mercado de pesos para sacarle al Central la tarea de endeudarse por cuenta del Tesoro y generar financiamiento genuino. Y tendría un mensaje menos errático hacia la inversión privada”.
Fernando Navajas, integrante de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y el menos ortodoxo de los economistas jefes de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), opina que primero la Argentina debe aprender la lección de dejar de jugar al “capitalismo financiero sin red y haber explotado la deuda”. Segundo, acordar con el FMI un plan “consensuado”. Y por último, para salir de la estanflación (caída económica y alta inflación), se requiere un “plan de desarrollo basado en un pacto fiscal”. “Esto no lo vamos a hacer jugando al capitalismo financiero, pero tampoco buscando avivar la grieta a través de un nivel de gasto con una presión impositiva inviable y persiguiendo inversores”, advierte Navajas.
Otro miembro de la Academia, José María Fanelli, profesor de las universidades de Buenos Aires y San Andrés, opina que el Gobierno no carece de un plan sino que evita explicitarlo: “Es necesario un plan para aprovechar los beneficios del acuerdo con los bonistas y porque el FMI nos va a pedir uno a cambio de postergar los vencimientos al siguiente gobierno, justo cuando empiece a vencer la deuda ahora reestructurada. Vamos a necesitar llegar entonces con una economía ordenada capaz de volver a los mercados internacionales de deuda para pagar todos esos vencimientos. Para eso necesitamos tres cosas: terminar con la restricción externa (falta de divisas), para lo que necesitás un tipo de cambio bastante competitivo, lo que te impide recomponer rápido el salario aunque crezca el empleo; poner las cuentas fiscales en orden, que en parte se recomponen con mayor recaudación tributaria por una economía que puede rebotar desde el subsuelo, pero que será una tarea que exija paciencia de las provincias, los sindicatos y las organizaciones sociales, más allá de que no se pueden escatimar recursos en ayudar a las personas a conseguir trabajo y si no consiguen, ayuda social; y por último, el crecimiento, que el FMI no debería ahogar como hizo con Macri y que depende de que el mundo se recupere en forma de V, y no de U. Si el Gobierno se confunde y sale con consumo y exportando poco, va a chocar la calesita”.
Que el peronismo sea gobierno juega al mismo tiempo a favor y en contra de estos objetivos, según Fanelli. A favor, porque el peronismo sintoniza mejor con los sectores del trabajo. En contra, porque es “muy afecto a cambiar las reglas de juego”.
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