En los últimos días, a raíz de una declaración pública, se planteó la posibilidad, que una forma de cubrir la necesidad de contar con órganos para salvar una vida se transforme en un simple hecho comercial. Nada más imprescindible, para quien está en una situación límite, que recibir el órgano que le permita seguir con vida. Sin embargo, a la hora de tomar la decisión de donar, pareciera que no tomamos dimensión de la implicancia que esto tiene. Tal vez, sea una actitud egoísta, de indolencia o de profunda desconfianza hacia las autoridades, o todo esto junto, pero lo cierto es que hay un abismal déficit entre demanda y oferta. Sobre todo, cuando la oferta está basada en la sensibilidad, la empatía y en el amor al prójimo, aun pensando que el prójimo también puede ser uno. Defender la vida, debería ser el primer derecho y deber del ser humano, sin auto mutilarse para lucrar, sino dejando un legado de alguien que ya parte, para perdurar en otra persona. Que el amor a un semejante sea el motor que impulse las decisiones más trascendentales, que tengamos la lucidez, en el último momento, de pensar en la felicidad de otros, que no sea el mero mercantilismo o un exceso de libertad quien determine nuestras acciones.
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por CEDOC
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