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EMPRESAS | 21-05-2023 00:18

El desafío del canal, para el mercado editorial

La universalización de nuevas plataformas de distribución impacta en la industria del libro, reafirmando el formato impreso.

Si hubo un producto editorial celosamente vinculado a un formato es el del libro, uno de los pocos mercados en los que el “continente” adquiere un aura casi religiosa, a veces en desmedro del contenido. Jorge Scarfi es un directivo que lleva más de cuatro décadas en la industria. Es el fundador y dirige Temas Grupo Editorial, especializado en libros de texto, de ensayos y sobre management. “Hace muchos años se viene hablando que desaparece el libro y eso parece no haberse vuelto realidad. Quizás porque el libro físico tomó una fuerza simbólica y se convirtió en un elemento jerarquizador”, explica.

Números finitos. Por las características de su colección, la temática de la gestión de empresas es global y el castellano facilita la regionalización de su difusión. Pero las tiradas cortas dificultan el aprovechamiento de la escala, otro talón de Aquiles de una industria que, además vio como el precio de su principal insumo, el papel, creció 150% en el último año: más que el dólar y sólo superado por la vestimenta. Sin embargo, Scarfi vio que la tecnología que parecía una amenaza del sector, pronto se convirtió en una aliada estrecha, con la aparición del sistema de impresión bajo demanda (“print on demand”, en inglés), por el cual el libro en cuestión se envía a la impresora digital para confeccionar de una a varias copias bajo pedido. Ya no importa el flete o las barreras aduaneras. El cliente sólo pide en una librería o lo hace online un texto y lo pasa a retirar, una fórmula ideal para tiradas agotadas o de baja circulación. Y, además, en las que el contenido importa casi con exclusividad, como ocurre con los textos universitarios. “Así es posible abastecer la demanda allí donde exista sin importar el inventario o la distribución” subraya. En su caso, tienen acuerdos para distribución con Amazon, en los Estados Unidos y un convenio con una distribuidora que abastece a 75 portales para vender e-books en castellano.

Perspectivas. Trinidad Vergara creció en un entorno editorial, su familia era la propietaria de Javier Vergara Editores y ella ya va por la tercera empresa que inicia en el rubro: Trini Vergara Ediciones. Marca como el inicio de la era digital la aparición del Kindle, el dispositivo para bajar y leer libros electrónicos que popularizó Amazon, en 2007 con los 90.000 títulos cargados y que en inglés se convirtió en un boom de ventas. Hasta 2013 el e-book le fue ganando mercado al libro impreso, pero a partir de allí la curva de crecimiento de estabilizó, alcanzando hasta un 20% del total en los mercados maduros (EE.UU., Alemania, países nórdicos) pero no restó, sino que agradó el total. En castellano se calcula que durante la pandemia este formato llegó al 10% pero luego volvió a su cauce anterior: 5% del total. “Otra plataforma que tiene muchas posibilidades de crecimiento es el audio libro, que, en algunos mercados particulares, como en Suecia, tuvieron un éxito inusitado y catapultaron a la editorial especializada Storytel al estrellato digital”, explica. Vergara señala que si la industria hispanoparlante quiere incursionar en ese filón debería contemplar el acento “neutro” para no duplicar cada edición (que cuesta unos US$3.000) y así producir más títulos, abriendo las posibilidades de las compañías más chicas (entre Planeta y Penguin se reparten casi las dos terceras partes del mercado). Otra oportunidad es el contenido formateado para el dispositivo ya instalado en nuestro mercado: el celular (1,5 aparatos por persona en promedio) que debería distinguirse de otro tipo de circunstancias que hacen que el mercado no excluya unos consumos de otros. “En España hay cuatro veces más librerías por habitante que en América Latina, que es un espacio lleno de gente, pero vacío de tiendas”, sintetiza.

Formas y contenidos. Para Daniel Benchimol, fundador de Proyecto 451, una agencia especializada en la transformación digital del sector, hasta ahora la industria editorial concibió al libro electrónico como una plataforma más. “Eso tiene su techo: 20% en algunos mercados específicos y entre 5% y 10% como mucho en Argentina porque la industria editorial está parada sobre un su formato y la distribución tradicional. Pero para crecer debería replantearse adaptar otros modelos de negocio y explorar otras plataformas”, remarca. Por ejemplo, le llama la atención el surgimiento de una suerte de lector híbrido que consume libros digitales y físicos, en función del tipo de contenido y de las circunstancias del consumo. “Ni hay un final tantas veces anunciado del libro impreso ni la tecnología es la enemiga número uno. Se trata de incorporar con realismo su avance y como hizo la pintura con la aparición de la fotografía, correrse del eje para buscar facetas huevas y creativas”, concluye.

Un final abierto para una historia que se está reescribiendo.

 

 

 

 

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Tristán Rodríguez Loredo

Tristán Rodríguez Loredo

Editor de Economía.

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