La economía argentina entró este año en un período que se podría catalogar de otra década perdida. Pero, a diferencia de otras etapas de la vida económica, el promedio explica poco: el 0% se construyó con picos y valles, euforias y recesiones.
Sin embargo, parafraseando al expresidente Duhalde, el ejecutivo argentino que debe proyectar su carrera, parece condenado al éxito. “El mundo se hizo un lugar más incierto, que llevó a generalizar las disrupciones de todo tipo. En este universo, el ejecutivo argentino se mueve con naturalidad: se valora más la creatividad para reinventar procesos o productos y la toma inmediata de decisiones”, sintetiza Fabiana Gadow, CEO en Argentina de la consultora Korn Ferry. El desafío pasa ahora responder a nuevas experiencias de consumidores, colaboradores y clientes y revisar los procesos para ganar eficiencia. Esto tiene un común denominador: la pandemia, que estableció un paréntesis forzoso como las formas de producir, consumir y dirigir las compañías.
Exilios corporativos. Estos dos años de parada obligada terminó siendo un punto de inflexión que, sumado a la inestabilidad económica argentina también marcó a fuego las carreras de muchos directivos. Para Gonzalo Mata, managing partner de Wall Chase, lo que más pesó fue, de hecho, que las fronteras se eliminaron y eso alentó a tomar más riesgos para los profesionales. “Varias posiciones de cargos directivos en Argentina empezaron a ser más monótonas y estratégicas por la mudanza de reportes a otros países de la región. Esto animó a mirar con otros ojos posiciones en las start-ups o compañías en las que la tecnología es el vector diferencial”, explica.
Toda esta conjunción de factores puso en el horizonte la decisión de emigrar hacia otros destinos más rentables desde el punto de vista monetario y más previsibles para el futuro inmediato de su trabajo.
Pablo Taussig, socio consultor de Spencer Stuart con vasta experiencia en el negocio financiero regional, hay mucho interés de parte de candidatos para irse a trabajar en el exterior, pero es algo idealizado con frecuencia. “A los Estados Unidos es muy difícil conseguir la visa de trabajo a menos que sea en un traslado desde una empresa multinacional hacia allí. Para Europa, sin pasaporte comunitario, todo se complica y también depende del tipo de sector. En concreto, sí nos piden que reclutemos talento es en la región y en particular en Chile, Perú y Colombia”, apunta Taussig.
El atractivo del exterior también es visto por Juan Valverde, consultor de Egon Zehnder en Buenos Aires como algo lógico por la falta de oportunidades en Argentina, especialmente por el traslado de algunos “hubs” regionales en el país con la consecuente desaparición de roles más estratégicos. Sin embargo, lo que nota es que sí hay un proceso interno de los candidatos a puestos en el exterior de validar antes de tiempo la perspectiva de emigrar en el que pesa no sólo un salto en los ingresos sino también todo lo que implica la mudanza: el aprendizaje, vivir inmerso en otra cultura y la experiencia familiar.
Precios. El otro elemento, de peso, valga la redundancia, es el salarial. Con un dólar alto, los costos en Argentina tienden a ser baratos, aunque la comparación no es automática. Esto disparó infinidad de fórmulas para conciliar lo que una posición regional se cotiza en el mercado ejecutivo y lo que costaría en el país. Como la creatividad en estos temas no descansa, hay modalidades de contratación que combinan el pago local (sueldo más beneficios sociales) con un pago en moneda extranjera, que también alivia el cálculo fiscal. Otro tanto pasa con los incentivos de corto plazo (el “bonus”) o los de largo plazo (pago en acciones).
Paradójicamente, estas fórmulas también sirvieron para retener a los directivos en el país: como la vida “en pesos” sigue siendo más barata y el acceso a ciertos bienes, más fácil, algunos prefieren emigrar sólo “virtualmente”. La digitalización acelerada durante la pandemia, ayudó a configurar nuevos roles y formas de trabajo. “Durante el parate, hubo mucha dificultad para consolidar equipos de trabajo internacionales por la imposibilidad de volar. Ahora se está empezando a remediar y se comenzó a fortalecer cada proyecto. Es algo bueno para la sustentabilidad del negocio”, agrega Valverde.
En ese sentido, el sector que “rompió” la lógica del mercado es el tecnológico, aunque la definición estricta hoy se aplica a todos aquellos en los que la tecnología tiene un papel clave. Taussig ve en este segmento el único con una dinámica mayor y, además, con capacidad para que las empresas estén dispuestas a apostar más por la competencia global que existe por este talento que en épocas de “start-ups” es más codiciado. Esa combinación les da la posibilidad de acercarse mucho a los ingresos de los mercados más avanzados, pero sin salir de las fronteras argentinas. Una revolución silenciosa.
Por último, el otro cambio relevante es el de la diversidad, no ya como proclama sino como un factor operativo. “Hubo una apertura en todo sentido: talento joven para reemplazar a traslados, experimentados para compensar en los directorios donde la propia vivencia cuenta más y específicamente, búsquedas de mujeres líderes, tanto para equilibrar un balance de género desigual o para posiciones en los que se considera que la mujer carga con un perfil más interesante y que hoy se convirtieron en más estratégicos”, añade Gadow.
La adaptación no sólo será de los modelos de negocio y de los directivos sino también, y, sobre todo, de las propias empresas. Porque para muchas, el aguijón pandémico no fue suficiente.
Comentarios