Muchas veces el rótulo de empresa aparece indicando grandes unidades productivas con miles de empleados en su nómina, dominantes en su mercado y que llevan la voz cantante a la hora de negociar con sindicatos, autoridades, proveedores y clientes.
En el caso argentino y en la mayoría de los países con desarrollo medio y alto, esta figura es una caricatura alejada de la realidad y sólo aplicable para algunos casos en determinados sectores. En nuestro país y de acuerdo con datos de la AFIP, había este año 784 mil empresas, casi 1% más que en 2021 pero todavía 3,7% menos (30.000 en total) que 2018, dos años antes de la pandemia. Sin embargo, sólo el 0,5% del total (4.004) emplean a más de 200 personas y otras 21.119 empresas (2,7%) emplean entre 40 y 199 dependientes. Esto quiere decir que casi el 97% de las unidades productivas tienen menos de 40 trabajadores.
La evolución
El número total de empresas pasa a ser relevante del punto de vista de la dinámica social, si se considera que, el estudio de la cantidad, ubicación y estructura de las empresas puede ofrecer una visión de la salud económica y las tendencias de crecimiento de un país. “Además, pueden guiar a los encargados de formular políticas y a los líderes empresariales en la toma de decisiones informadas para impulsar el crecimiento económico”, señala el especialista Ariel García que realizó un detallado estudio con información oficial y de Claves Información Competitiva para dicha consultora.
García destaca que conocer cuantitativamente a las empresas, su ubicación y su estructura puede ayudar a entender los patrones económicos y demográficos en un país. Este conocimiento, no solo ayuda a las empresas a forjar estrategias efectivas de mercado, sino también debería facilitar la formulación de políticas gubernamentales precisas.
“La densidad empresarial, es decir, la cantidad de empresas por persona puede mostrar el dinamismo económico de una región. Un número elevado de empresas puede llevar a más oportunidades de empleo, ayudando a mantener las tasas de desocupación bajas y la variedad de empresas podría reflejar la diversidad de las industrias, con economías diversificadas mostrándose más resistentes a las fluctuaciones económicas”, concluye.
Considerando la población total argentina, según el último Censo Nacional en 46,3 millones de habitantes, existían 16,9 empresas cada 1.000 habitantes, pero con una distribución muy heterogénea. En la región Pampeana y Centro están muy por encima del promedio. En cambio, en la región del NEA y NOA se puede observar un coeficiente por debajo, mientras que en Cuyo y Patagonia tienen un equilibrio casi exacto en la relación.
También en la medición de principios de año da un importante número de empresas sin empleados (270.600), que representan el 34,5% del total pero que podrían encubrir compañías fantasmas o un cuentapropismo formalizado. Antes de la pandemia, por ejemplo, ese porcentaje era menor: 33,4% y a su salida, llegó a ser de 37%.
Comparación
El número de empresas sobre población da una medida de la energía del sector privado en la economía que, aunque no es el único, pero es importante porque si es bajo, limita la cantidad de empleo disponible que puede crear el sector privado en el largo plazo. El investigador Roberto Vassolo, del IAE Business School, apunta que, en Argentina, hubo una recuperación de empresas desde el 2002 hasta el año 2011, cuando el valor se estanca y desde el 2014 empieza a decrecer irremisiblemente. “El modelo jurídico institucional no alcanzó para llevar al país a estándares regionales en empresas por habitante”, enfatiza.
Los datos obtenidos desde el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) son algo más positivos, dónde se reportan 519.425 empleadores registrados en enero de 2021. “Incluso tomando dicho valor y la población de ese momento, arroja 12 empresas cada 1.000 habitantes, uno de los valores más bajos de Latinoamérica y para los estándares mundiales”, agrega. Según la fundación observatorio Pyme, antes de la pandemia Brasil tenía 25 empresas cada 1.000 habitantes, México 34, Uruguay 48, Chile 58, Corea del Sur 66 y Australia 88.
Las diferencias pueden obedecer a factores culturales e institucionales: por ejemplo, en Argentina la tasa de emprendimientos es alto y esto significa que no existe ninguna limitante para crear compañías. “Si no hay más empresas es porque las asfixiamos con regulaciones e impuestos”, sostiene Vassolo.
Heterogéneos
Sin embargo, además de las diferencias regionales mencionadas existen otras sectoriales. Lo que se está observando actualmente es que los gigantes tecnológicos tienen bajísimos niveles de empleados en relación con su facturación. Las industrias de recursos naturales también presentan un bajo coeficiente porque tienen pocos empleados dados sus ingresos por ventas.
En el otro extremo, las industrias de servicios tienen muchos empleados. “En Argentina hay un error que se arrastra de los años 40 que para aumentar el empleo hay que industrializar y eso ya no es estrictamente así pues la manufactura moderna cada vez tiene menos empleados”, sentencia.
García remarca que, además, la ubicación geográfica juega un papel crucial en la densidad y el tipo de empresas presentes en una zona. Las áreas urbanas suelen tener una mayor densidad de empresas debido a la mayor población y mejor infraestructura. Por el contrario, las áreas rurales pueden tener menos empresas, a menudo relacionadas con la agricultura o los recursos naturales, mientras que las regiones industrializadas pueden albergar una mayor cantidad relacionadas con industrias específicas, mientras que las zonas costeras pueden hay predominio de empresas de comercio, pesca, turismo y logística.
Un circuito que puede convertirse en un imán dando lugar a un círculo virtuoso: “las áreas con políticas favorables para las empresas, así como las regiones con centros de educación e investigación, tienden a atraer a un mayor número de empresas”, sintetiza el consultor de Claves. El número, esta vez, sí importa.
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