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EN LA MIRA DE NOTICIAS | 24-06-2020 13:48

Alerta patacones: las “estampillas” de Zárate son una vuelta al siglo XIX

Aunque el intendente Cáffaro aclara que no son cuasimonedas, sus vales de alimentos agitan viejos fantasmas en la provincia del economista Kicillof.

Mientras el ministro de Economía de la nación, Martín Guzmán, repetía sus buenos augurios para el peso argentino en teleconferencia con el Council of the Americas, en la muy real y concreta provincia de Buenos Aires, más precisamente en Zárate, se preparan para volver a una versión de las cuasimonedas mucho más primitiva que los tristemente célebres patacones.

El intendente K Osvaldo Cáffaro salió a aclarar en los medios que sus “estampillas”, que se emitirán bajo el lema #HuellaSolidaria, son una especie de “vouchers que los vecinos en situación de vulnerabilidad podrán canjear por alimentos en comercios adheridos”, y que los comercios que los reciban podrán canjearlos, a su vez, como compensación para saldar deudas en sus tasas municipales. Cáffaro se quejó en su cuenta de Twitter del “oportunismo político y mediático y una imaginación constante para destruir”, a raíz de las advertencias que ya circulan sobre la emisión de algo parecido a una cuasimoneda. El intendente argumenta que sus estampillas “no tienen circulación y es una herramienta de compensación de tasas por alimentos para nuestro pueblo”.

Más allá de la enojada aclaración de Cáffaro, resulta lógica la alarma ante estos experimentos monetarios, porque evocan fantasmas del pasado reciente, pero también remoto. Además de la automática comparación con los patacones y otras cuasimonedas provinciales paridas por el crack del 2001, las “estampillas” de Zárate remiten a una práctica muy habitual durante el siglo XIX en la Argentina naciente. En las primeras décadas de la patria, el caos de emisión de billetes era la regla general en todo el territorio. Municipios (incluso el de Zárate, caso que habrá inspirado al intendente actual), bancos, trenes, establecimientos rurales y fábricas emitían sus propios vales para suplir la ausencia de circulante oficial con validez en todo el territorio nacional. Hasta las cárceles, los almacenes de ramos generales y las peluquerías mandaban a imprimir sus fichas o billetes para facilitar su actividad comercial, en una época en que todavía no existía una moneda nacional unificada y con autoridad indiscutible.

Este caos monetario duró hasta finales del siglo XIX, y generó la crítica de la prensa de la época, como los editoriales del diario La Nación, que advertían sobre los riesgos de tal anarquía dineraria. Incluso se usó el recurso de la impresión privada de “estampillas” (como las llama hoy Cáffaro), en un caso curioso pero tristemente polémico en la historia de la colonización de territorios habitados por “pueblos originarios”: se trata del aventurero rumano Julius Popper, que en 1887 fue a buscar oro a Tierra del Fuego, emitió estampillas ilegales para pagar a su ejército privado, y en el camino se fotografió pisoteando indígenas que él mismo había “cazado” con su escopeta.

Ya el macrismo había recurrido a una idea para ilustrar billetes muy del siglo XIX: los animalitos en lugar de próceres. Ahora, el kirchnerismo va por más.

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Silvio Santamarina

Silvio Santamarina

Columnista de Noticias y Radio Perfil.

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