Thursday 2 de May, 2024

EN LA MIRA DE NOTICIAS | 20-06-2020 21:02

La revancha histórica que interpela a Mauricio Macri y al Presidente

Hace un año, el albertismo miraba la crisis presidencial de brazos cruzados, deslindando responsabilidades. Ahora se invierte el escenario.

“Nunca interrumpas a tu enemigo mientras se está equivocando”: la regla napoleónica sonó con burlona crueldad en boca del kirchnerismo en plena crisis poselectoral del gobierno de Mauricio Macri, cuando el Frente de Todos cacheteó a las listas oficialistas en las PASO, resultado que hizo crecer la bola de nieve financiera que casi aplasta a la Argentina. Ahora esa idea de Napoleón, que parece de Maquiavelo, empieza a circular con fuerza entre los analistas PRO, con la ironía de vislumbrar una revancha de la historia, que vuelve como un boomerang aleccionador.

¿Se acuerdan de esos meses de 2019? Mientras la economía se caía a pedazos, y el Gobierno no acertaba a enmendar sus horrores, echándole la culpa a imponderables golpes de mala suerte externos, el kirchnerismo triunfante en las PASO se cruzaba de brazos para que el macrismo se hundiera solito. Aunque el presidente Macri llamaba al candidato opositor aventajado -y luego triunfante- a celebrar un pacto de gobernabilidad generoso que salvara al país de la hecatombe, del otro lado le dieron la espalda y hasta fogonearon la desconfianza externa en el futuro argentino, con algunas frases incendiarias que terminaron de espantar a inversores y acreedores decepcionados y desconfiados.

Entonces, la excusa que daba Alberto Fernández y su equipo era que, más allá de los resultados electorales que fueron confirmando un cambio de rumbo político, el Presidente seguía siendo Macri, y que a él le tocaba tomar las decisiones hasta el final, poniendo la cara ante la adversidad del despoder. En esa explicación albertista se vio algo de mezquindad, otro poco de lógica desconfianza en la palabra del entonces presidente PRO que seguía en campaña, una pizca de miedo a quedar pegado a una crisis económica ajena, y la sospecha de que el peronismo no se conforma con derrotar a su enemigo sino que desea verlo escupir sangre. A un año de aquel escenario de incertidumbre nacional y grieta política de bajísimo vuelo, la tortilla se da vuelta. Y la calesita del Lawfare acompaña: el año pasado, la amenazada era Cristina Kirchner, ahora la sombra judicial oscurece el panorama macrista.

La inaudita emergencia sanitaria global sumada a la crisis de deuda y estanflación local metió a la Argentina en un pozo que la coalición liderada por el kirchnerismo amaga con seguir cavando. Los desaciertos y exabruptos del Presidente le restan aceleradamente los atributos de líder conciliador que tanto rindieron en las urnas y que asomaron en los primeros tiempos de la cuarentena. Hoy el malhumor social toca las puertas de Olivos, golpeadas por opositores pero también por oficialistas impacientes. En estos momentos es cuando se necesita el abrazo amigo del enemigo. Lo necesita el Presidente de turno y el país de siempre. 

La dirigencia opositora está ante el dilema de acompañar los reclamos y miedos de sus antiguos y futuros votantes, sin mostrarse egoísta y desestabilizante en un momento de excepción, y a la vez cuidándose de no quedar atrapada en la agenda fallida del Gobierno ni en el abrazo de oso que el kirchnerismo le ofrece a Horacio Rodríguez Larreta, socio forzoso en la lucha contra la pandemia que, obviamente, terminó ensañándose con el AMBA. Como le pasó al albertismo hace un año, el posmacrismo se debate hoy entre la prescindencia pasivo-agresiva ante la tormenta mal piloteada desde Olivos, y el miedo a que los desaciertos gubernamentales de su adversario político desemboquen en un caos nacional que dañe a todos por igual. La perinola ya está girando de nuevo, y si no la maneja la dirigencia política multicolor ya mismo, todo quedará, una vez más, en manos del improbable dios argentino, que cada vez hace menos milagros.

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Silvio Santamarina

Silvio Santamarina

Columnista de Noticias y Radio Perfil.

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