Hay días en que los procesos de gobierno se aceleran, jornadas que marcan puntos de inflexión en el rumbo histórico de una gestión. En las últimas horas, dos acciones confirmaron una orientación que se venía insinuando en la coalición oficial. Ambas llevan el sello indeleble de Cristina Fernández de Kirchner.
El primer hito fue la presencia de la Vicepresidenta en los tribunales federales de Lomas de Zamora, con barbijo y todo, para interesarse en la causa por el espionaje ilegal macrista a propios y ajenos. El kirchnerismo avisó que esa visita fue el paso previo para que la jefa del Frente de Todos se presente como querellante en el expediente, donde la idea madre es apuntar contra Mauricio Macri, tal como sugirió Cristina en el minireality que tuiteó de camino a Lomas, en una sugestiva autocita fílmica de su época más histriónica como líder fantasmal de la oposición a Cambiemos. El video es un síntoma claro del momento que vive la expresidenta: cada vez que Cristina lanza un cortometraje íntimo, algo fuerte tiene entre manos. Esta vez, parece que se trata de la cabeza de Macri, al menos en el imaginario K.
A las pocas horas, otra pieza de comunicación oficial sacudió la agenda mediática. Aunque el anuncio de la intervención de la cerealera Vicentín fue encabezado por Alberto Fernández, también quedó enmarcado por el halo de Cristina. El propio Presidente le dio un papel protagónico a la senadora Anabel Fernández Sagasti, a quien presentó en la conferencia como la autora de la idea de estatización del gigante agroalimentario enredado en la deudocracia macrista. Su “amiga Anabel”, como la calificó Alberto al darle la palabra, es una de las mejores alumnas del aguerrido estilo CFK, que se revalidó en estos días con sus ásperos alegatos anti macristas en el Senado. La joven senadora quedó a cargo de empujar en el Congreso la ley de expropiación de Vicentín que ella aportó al entorno albertista, con la indiscutible venia de la jefa del movimiento, que tiene en su historial varias estatizaciones audaces y estridentes.
Como en el caso del espionaje macrista, también el expediente Vicentín podría desembocar en una molesta mochila judicial para Macri & Co., escenario que el Presidente no descartó cuando se lo preguntó un periodista luego de su anuncio. No obstante, Alberto confirmó tácitamente la división del trabajo que regula su pacto con Cristina: él se ocupa del papeleo macroeconómico y ella de la letra chica del modelo neo K, rubricado a sangre y fuego por los pactos preexistentes y futuros entre la gran familia Kirchner y el poder real.
Aunque esta jornada cristinista recalienta la grieta nacional, a partir de ahora se afirma la notable convergencia en el diagnóstico de opositores y oficialistas sobre el rumbo que tomará el Gobierno a la salida de la cuarentena: más Estado y más antimacrismo. Por eso el 8 de junio debería ser marcado en el calendario como Santa Cristina.
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